Leah de inmediato se acercó a Brook para revisar que estuviera bien. Él estaba inconsciente y su cabeza sangraba gracias al golpe de Frederick.
—¿Qué haces aquí Frederick? —preguntó Leah llena de ira y con lágrimas en sus ojos. Era entendible. Frederick había llegado para hacernos temer a todos.
—Sólo vine a divertirme un poco.
—¿Qué ha pasado con tu madre? ¿Cuando murió?
—¡Tu hijo la asesinó! —le respondió él gritando.
¿Hijo? ¿Brook, hijo de Leah? Eso es imposible tiene que ser una de sus bromas.
—¿Hijo? —pregunté a Leah.
—Oh, no me digas que Cassie no lo sabe. —le dice él a Leah en un tono burlón.
—Me llamo Cassia y dime que ocurre.
—Brook es hijo de Leah... espera... tú—Frederick señaló a Chris—Eres justo lo necesitaba para alimentarme —dijo antes de morder su cuello, tomándose su sangre. Recordé lo que me dijo cuando apareció. Que necesitaba beber sangre humana para sentirse mejor.
—¡Suéltalo! —le grité y él se separo de Chris. La boca de Frederick estaba cubierta de sangre y Chris estaba ya en el suelo. El odio que sentía antes hacia Frederick se hizo aún más grande.
El ver a Leah utilizando sus poderes para ayudar a Brook y ver a Chris tirado en el suelo con su cuello sangrando, era una escena terrible. Definitivamente creo que Frederick es más peligroso que su madre. Ni siquiera podía asimilar todo lo que había sucedido. Brook hijo de Leah, que locura.
—Chris... despierta. —dije mientras abrazaba su cuerpo que yacía en el suelo.
—Me llevaré a Cassia conmigo —dijo Frederick a Leah y sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo.
—No.
—Tú y yo sabemos un secreto que has estado guardando y si no quieres que salga a la luz en éste preciso momento, te recomiendo que no te opongas.
Leah me dedicó una mirada de disculpa mientras yo le dedicaba una que pedía ayuda. Ni siquiera puedo pensar en qué secreto puede ser tan importante como para que Leah no quiera que salga a la luz. Aunque después de todo, todos tenemos demonios que nos atormentan, aunque no creí que fuera tan literal.
—Si le haces daño, yo misma me encargo de que vuelvas a dormir por otros mil años—dijo Leah entre lágrimas—. Perdóname Cassia.
—Gracias, con permiso. —dijo Frederick mientras me tomaba del brazo y me arrastraba fuera del lugar.
—¡No! ¡Leah! ¡Ayúdame!
Dejé de gritar cuando supe que era en vano.