25

Mientras Frederick me mostraba su lado más débil, yo pensaba en qué era lo que podía hacer. De pronto, comenzó a gritar mientras tocaba con sus manos su la cabeza, al parecer sentía un muy fuerte dolor.

—Cassia, ayúdame.

Este era mi momento de escapar. Frederick seguía gritando desgarradoramente y una voz en mi cabeza decía que debía quedarme a ayudarlo. A decir verdad, yo estaba en una especie de shock, sin saber qué hacer. Mientras mi mente se debatía entre si debía ayudarlo o no, Frederick cayó al suelo inconsciente. Demasiado tarde.

Leah entró al infierno, acompañada de un ángel con unas alas exageradamente grandes y blancas. Brook finalmente pudo moverse y corrió a abrazarme, y entonces supe que toda había terminado. El ángel de las alas exageradas era un ángel supremo, y al parecer había puesto otro hechizo sobre Frederick.

Por supuesto que estaba feliz de que todo hubiera terminado, pero por otro lado, una pequeña parte de mi corazón se siente mal por Frederick. Incluso los demonios tienen demonios que los atormentan.

No preste mucha atención a lo que ocurrió después. Me sentía como una pequeña niña que no reacciona a lo que acaba de ocurrir mientras camina con la mirada perdida. Todos juntos salimos del infierno para volver a Dines. Todos me hacían preguntas, sentía que el tiempo pasaba muy rápido, sentía muchas miradas sobre mí. Decidí no contestar a nada de lo que preguntaban. Después de todo guardo un gran respeto por Frederick. Estar maldito por más de cien años no debe ser fácil.

—Cassia, necesitas contarle a alguien lo que pasó. —dijo Brook sentándose frente a mí una vez que ya estábamos en casa.

—Estoy bien. —respondí.

—No, no lo estás.

La noche cayó, y yo no podía dormir. Cada vez que cerraba los ojos, veía un recuerdo mío cerca de la muerte. Sin embargo, eso no era lo peor. Lo peor era lo que ocurría al abrir mis ojos.

Veía la silueta de Frederick en la esquina de la recamara, justo como en la primera vez.