Heylel se encontraba en su estudio y miraba sin ver a través de la ventana, pero después de un rato cerró los ojos y se sintió cansado; él llevaba una enorme cantidad de años en una lucha interminable y sabía que aún le faltaba un largo camino por recorrer, pero aunque eso era lo que él había escogido, en aquel momento deseó ser una persona normal, poder tener una vida buena o mala, pero sin tener que preocuparse por cosas que no fuesen el diario sustento, un trabajo común, o la salud, y más que nada, anhelaba un hogar y una familia. Era verdad que Araxiel, Limeriel y sus respectivos hijos constituían lo más parecido a una familia que había pensado tendría jamás, pero en los últimos días y con la aparición de Lil, las cosas habían cambiado mucho removiendo viejos sentimientos.
Desde que Armeriel había resultado herido, Araxiel que era quien habitualmente cubría las ausencias de Kellen, no había vuelto a ocuparse de ello, y aunque Armeriel ya estaba mucho mejor, él seguía sin querer abandonar Shadow Land.
Heylel sabía que al menos eso último era cierto, Duma era un shedim de la jerarquía mayor, y aunque él estaba seguro de haber cubierto bien su rastro, siempre existía una posibilidad, sobre todo si Duma estaba persiguiendo algo o a alguien, porque estaría más atento.
En esta ocasión Heylel soltó una exclamación muy grosera, pues realmente eso complicaba mucho las cosas. Sebastian era un descendiente, pero uno muy antiguo y con habilidades muy superiores a las de Liver, de manera que les quedaría más difícil a él y a cualquiera de los suyos acercarse a Lil sin que él lo notase.
Ambos sabían que estaban en un momento difícil y el asunto no se presentaba alentador. Aunque Kellen seguía pensando que Heylel podía proteger a Lil de Samael y sus nefastos planes, estaba muy consciente de que tan poderoso era el uno como el otro, restaba saber quién ganaría en aquella guerra de voluntades, sobre todo teniendo en cuenta que el objeto de preocupación no era una dulce y dócil criatura que se aviniese a seguir instrucciones pacíficamente.
A pesar de que Lil había sido educada dentro de la religión católica, una vez que su madre había fallecido, ella había dejado de asistir a los servicios religiosos. No era que estuviese peleada con Dios como era común que sucediese a muchas personas cuando perdían a un ser querido, sino que simplemente no era lo mismo sin su madre. No obstante, aquella semana santa había decidido asistir a la misa del miércoles santo para enorme consternación de Kellen.
Kellen la miró muy mal, pero sabiendo como sabía que si ella había decidido ir, la única manera de evitarlo era por la fuerza, decidió dejar las cosas así y guardando silencio se aprestó a seguirla.
Debido a la fecha, el templo estaba a reventar, lo que hizo sonreír a Kellen, y a su vez que Lil detuviese la búsqueda de asientos.