Luego de aquella confesión, respiré un poco. Habían conversaciones pendientes y cosas por descubrir, misterios por todos lados, etc.
—Ven, duerme en mi habitación, yo dormiré en la sala —me sugirió Lester —. Si lo deseas por supuesto. Quiero que no te sientas incómoda está noche.
—No tienes que hacer eso —me negué, las cosas son inevitables y mucho menos un evento paranormal—. Volveré a mi habitación. Como te dije anteriormente ya eso había sucedido anteriormente. De por cierto; estoy un poco acostumbrada a esos sucesos aunque suelo sentir pavor.
—¿Segura? —cuestionó.
—Sí.
—Estaré pendiente de ti. Si es posible tener que asomar mi cabeza a tu habitación toda la noche, pues lo haré. No dudes en buscarme o gritar, si lo necesitas. Tambien podrías quedarte abajo en uno de los muebles.
—Gracias —sonreí un poco y caminé hacia su habitación.
La idea de yo ir hacía abajo era buena, pero no quería hacerlo, podría levantar sospechas de algo. Así que decidí tomar la sugerencia de Lester. Llegué a su habitación y me acomodé en su cama.
Durante el resto de la noche yo podía ver que Lester abría a cada rato la puerta de mi habitación para ver si todo ocurría normal. En ese momento me sentía segura. Y pude cerrar los ojos a medianas de la madrugada, dejándome llevar por el sueño.
Al día siguiente me desperté y sentía el mismo dolor de la noche anterior. Llamé a Alvaro una vez más y nada de cogerme la llamada. Sentía una angustia por dentro y preocupación porque él pensaba que yo lo había engañado.
Horas después del almuerzo Lester se acercó a mí, teníamos un asunto pendiente.
—Denis está noche vamos a salir, recuérdalo —me susurró al oído.
Asentí.
Ambos estábamos en frente del comedor esperando a que mis padres arreglaran la mesa.
—Espero que sean ciertas tus palabras —murmuré.
—Claro, no soy un mentiroso — me susurró y se apartó de mi lado.
Vi a mi hermana llena de curiosidad por saber de que hablábamos. Y se acercó a mí.
—¿De qué hablaban ustedes? —chocó su hombro con el mío con una sonrisa de oreja a oreja.
—De nada Coreen, de nada.
—Perdón, disculpa —dijo algo molesta.
Rodé los ojos. Y los cerré por unos segundos.
—Denis, la santa, la que nunca hace nada —pronunció Coreen.
Supuse a ate venía su comentario. Respiré profundamente, y volví a abrir los ojos.
—No soy una santa, Coreen. Soy una persona normal.
—Normal no lo eres hermana. Eres rara. Y discúlpame pero esa es la verdad. Pareces que naciste en los 70's.
—Y tú eres una adolescente babosa que apenas está empezando a disfrutar de la vida. Tu lema es el libertinaje. Y como no soy como tú, me tachas de rara.
—Eres rara y sabes muy por qué lo digo.
Rodé los ojos.
—Coreen espero que no vayas a tocar el tema aquel. Que verdaderamente us cansas con eso. Aprende a enter los puntos de vista de los demás. No soy como tú que vive la vida loca.
—Bla bla bla y sólo bla eres tú.
En un rato escuché la puerta que la tocaron. Ignoré el hecho del timbre porque me había sentido incómoda, observé a mi mamá que fue a abrir la puerta y me reprochó por no hacer nada.
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Editado: 29.05.2024