Dos días después...
Cuando Carmen y yo habíamos llegado al gimnasio, Carmen se había apartado para tomarse una ducha y cambiarse de ropa. Yo me quedé en recepción hablando con Sandy. Sandy era una mujer muy alegre, salía mucho a divertirse, me contó sobre lo que había pasado en su vida, una pena. Llevando la responsabilidad de una niña por tres años y el padre nada de responder, se desapareció.
—¿Sandy cuándo podemos ir a una de esas fiestas del Congo? —pregunté.
Alzó una ceja con una sonrisa en la mejilla.
—¿Estás segura, que quieres ir? —demandó Sandy.
—Obvio —achiquée mis ojos.
—En ese caso —se giró hacia atrás a buscar su móvil —. Dame tu número, por favor. Necesitamos coordinar. Pero te advierto son fiestas satánicas.
—No, importa. Quiero conocer todo —aclaré.
—Espero que no te asustes. Allí asisten brujos y se ven cosas no muy comunes —añadió.
—Eso es lo de menos —dije —. Mi número es...
Carmen guardó mi número. Y me retiré.
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En la noche Helen, Lester y yo habíamos salido a cenar fuera de la casa. No abusando del horario ya que al otro día me tocaba trabajar. Como a las 10 de la noche retornamos a la casa. La casa tenía 2 habitaciones y Lester dormía conmigo, entramos a la habitación y él se acostó a mi lado.
—Entonces... ¿Es en serio que piensas quedarte a vivir aquí? —cuestionó Lester.
—Sí —afirmé.
—Tu mamá está embarazada, necesitará de tu ayuda —dijo Lester.
—Lo sé, estás tú, Coreen y papá —aclaré.
—Pero tú harás mucha falta —añadió.
—Iré de vacaciones, pienso en recoger mis papeles de la universidad, voy a continuar mis estudios desde aquí, ya de de todo eso hemos hablado —le recordé
—¿Y nosotros? ¿No pensarás en un futuro volver a vivir con nosotros? —cuestionó.
—Puedes venir a vivir aquí, si es porque no quieres vivir lejos de mí, te planteo esa solución —comenté.
Guardó silencio.
—Te acostumbrarás además mi familia lo entenderá —sentencié.
—¿Entonces podemos ser novios?
Mi corazón latió con fuerza al escuchar esa pregunta. Sabía la respuesta pero quería aún aguantar un poco más.
—Vamos a hacer algo... —pausé —. Arregla lo que tengas que arreglar allá y luego ven.
Respiró.
Escuché su respiración profunda.
—Como digas —contestó —. Espero que no te aloques por esta ciudad.
—Yo no me aloco sólo vivo, además tú y yo tenemos una vida por delante —le respondí.
—Te quiero —me dijo Lester en el oído, luego me dio un beso en la mejilla, quedando luego sus brazos sobre mí y abrazándome.
No pude evitar sonreír. Me sentía feliz en ese momento.
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Editado: 08.06.2022