Dante
Charlie está paranóico y no quiere decirme por qué, ayer se la pasó evitando a Chase, el rarito. Le pregunté a Scott y negó saber algo, aunque confirmó que esos raritos son, pues, raritos; incluso cuando le rogué que no me mintiera me dijo que realmente no sabía nada de ellos, eran misteriosos y los únicos en sus clases regulares, Chase y Ariadne, evitaban dar opiniones personales de ningún tipo, como si se guardaran todo para ellos. También le pregunté al líder del club de arte sobre Chase y me dijo que se inscribió a escondidas de los otros, que estaba paranoico y mirando puertas y ventanas constantemente, esperando que algo pasara, el maestro Parker (quién se encarga del club) le preguntó si estaba bien, pero él lo negó afirmando que solo era una alergia; pero todo sucedió como debe ser y completaron el papeleo sin problemas.
Hoy no vino ni a clases ni al club de arte, algo irónico porque se inscribió ayer, su asiento vacío fue un buen asunto a discutir en la clase de Comunicación y Habilidad Social, escuché a algunos diciendo que él y su grupito se largaron del pueblo o que eran vagabundos disfrazados de adolescentes, me limité a decir que tal vez eran huérfanos y no tienen tantos recursos, aunque la mayoría siguió con sus teorías rebuscadas. Charlie ya me espera afuera cuando salgo de clase, me pregunto qué estará pensando, ojalá tuviera esa habilidad.
— ¿Qué pasó? Estás muy pegado a mí últimamente —esto ya es raro, no me quiere dejar solo ni un segundo.
— No, nada.
— Seguro, tu tic en el ojo dice lo contrario.
— Vamos a una parte más segura.
— Scott sale en media hora, no me puedo ir.
Charlie me lleva al club de filosofía, o el que debería serlo porque como nunca hay nadie y siguen sin encontrar un tutor para un nuevo club lo cambiaron a un salón en pésimas condiciones. Ahí me suelta toda la verdad y hubiera preferido una patada en la entrepierna a lo que dice;
— Chase es un hombre lobo, se mudó junto con su alfa para quién sabe qué, ya asesinaron a un lobo, no quiero que sigan con ustedes, mis padres y Sheppard están investigando todo.
— ¿Cómo que un hombre lobo? —¿será por eso que su presencia me incomodaba? Los hijos de Sheppard sentían lo mismo conmigo, que yo no pertenecía a su familia, así como Chase no pertenece a mi manada; tiene sentido.
— Lo vi en el bosque, estaba cazando con mis padres y me topé con él, sus ojos eran amarillos, un color que llevan los hombres lobos homicidas —no le veo madera de asesino a Chase, a duras penas pide permiso para ir al baño sin trabarse—. Ya mató a uno, ¿qué le impide matar a alguien más?
— Okey, entonces Chase es un lobo homicida, ¿Eso que quiere decir del resto de su… manada?
— Ellos vinieron por alguna razón y si estoy en lo correcto es para quedarse, aun sea asesinando a todos los lobos que representen una amenaza.
— ¿Porqué no me lo dijiste antes?
— Estábamos rodeados de lobos, ellos lo iban a escuchar y matarnos lo más pronto posible —tiene un punto, aunque me lo pudo haber dicho por mensaje, sería más fácil así—. Además, no sabía cómo darte esta noticia, mierda, estás en peligro, no quiero que te pase algo y te veías tan feliz acostumbrándote a tu nuevo yo, no quería acabar con eso.
— Prefiero estar consciente del peligro, no reir y bailar hasta que me llegue el golpe —es parte del instinto maternal de Charlie, pero soy un hombre lobo, sé que puedo con esto—. Iré a decirle a Shane y a Scott.
Decirle a Scott es fácil, está en la sala de maestros o en el salón al lado de las escaleras junto al segundo laboratorio de química. Tenemos la misma charla y todo termina en el clásico “Hablaré con Sheppard y veremos qué hacer”, a veces entiendo porqué en esas series distópicas son los adolescentes quienes hacen algo, las autoridades, quienes deberían hacerse cargo del problema y ayudar, se limitan a consultarlo con la almohada y de ahí dejan morir el tema, o lo hacen con métodos que solo hacen que uno no confíe en ellos por lo cuestionables y discretos que son solo para salir con una solución simple. Me deshago del enojo y busco a Shane por toda la escuela, él y su banda cambian de lugar de ensayo cada semana a pesar de tener disponible el club de música, del cual el tutor les ha dado el permiso permanente de ensayar ahí al estar equipado con paneles aislantes de ruido. Tener que avisarle a Shane significa revisar salón por salón antes de continuar con habitaciones dedicadas a administración, todo para que al final sea Susie Gerbert quien me diga que los vió en la cancha baloncesto, a medio entrenamiento del equipo local. No quiero saber cómo lograron escabullirse hasta ahí y tocar sin que los deportistas y las porristas se enojen por no concentrarse.
No están ensayando, los descubro a los cuatro fumando debajo de las gradas y hablando de chismes idiotas. Al centro está Shane, soltando tanto humo como una chimenea, a su izquierda están Alister y Clover, la pareja de la banda que tocan la batería y el bajo respectivamente, al otro lado está Ozzy (se llama Oscar, pero prefiere ser llamado Ozzy por cuestiones artísticas), él hace del segundo bajista y corista.
— Dante, ¿qué te ha llevado a estos lares? —Ozzy me habla con el vape en su boca y con las manos jugando con el desgastado estampado de un oso en su camiseta, al terminar se quita el vape de la boca y me lo ofrece—. ¿Quieres intentarlo? Te ves un poco tenso.