Cuando me levanto me duele la cabeza, me traen el desayuno pero no quiero comer nada, me siento triste y este encierro ayuda a aumentar mi sensación de tristeza. Voy al baño y me doy una ducha, salgo al patio, veo que el día está opaco al parecer va a llover, así que me voy a la sala de entretenimiento. No pasa mucho tiempo cuando me vienen a buscar, tengo visita me dicen, me levanto y voy a la sala de visitas.
Me sorprendo al ver a mi mamá con Lorena, después de los abrazos de rigor y todo lo demás me dice que papá tuvo que ir a trabajar y Sofía al colegio. Aunque es raro y un poco incómodo que Lorena me vea en este lugar, me siento feliz al darme cuenta que sus intenciones son genuinas.
Hablamos de la universidad y de muchas otras cosas, eso hace que la tristeza vaya desapareciendo poco a poco, cuando llega el momento de irse, mamá saca de la bolsa que traía a Amadeo, me lo pasa y dice que la Dra pidió que se lo trajera, lo abrazo con fuerza y siento que ya no voy tan a la deriva con él en mis brazos. También me pasa una bolsa con comida, cosa que me sube más el ánimo porque a decir verdad la comida de hospital no es que sea muy sabrosa.
Las acompaño hasta donde me lo permiten y cuando se van me devuelvo a mi habitación a comer las delicias que mamá me trajo.
Así paso gran parte del día, algunos doctores han pasado a verme y a hablar conmigo pero no he visto a la Dra Ximena, preguntó por ella y me dicen que está solucionado algo personal y de pronto no alcance a pasar.
El día se me hace muy largo, cuando por fin llega la noche me acuesto y me pongo a leerle un cuento que encontré en la sala de descanso a Amadeo, tal y como lo hacía cuando era niña, me quedo dormida abrazada a mi osito.
Esa mañana, duermo hasta un poco más tarde y las enfermeras me lo permiten, me levantó y sacó lo que deje de lo que trajo mi mamá y me lo como, me ducho y salgo con Amadeo en las manos.
Cuando estoy caminando por los pasillos porque hoy si amaneció lloviendo, me encuentro con la Dra Ximena, se ve cansada, pero aún así me sonríe, tiene los ojos inflamados,me dan ganas de preguntarle por lo que le pasa, pero sé que es una imprudencia así que mejor me quedo callada.
Me pide que la siga al consultorio, cuando entramos ella se sienta en su silla y suelta un largo suspiro, me mira y me pregunta por mi condición, por si me siento mejor con la disminución de los medicamentos.
– Sí Dra gracias, ya no me siento en las nubes, aunque la primera noche soñé con ella.
– ¿Con quién, con tu mamá?
– Si, no la vi, pero sí oí su voz toda la noche.
– Eso es normal, ¿La has vuelto a escuchar?
– No, solo en los sueños, solo ayer me levanté un poco triste, pero después de la visita de mi mamá y Lorena ya me empecé a sentir mejor, además me trajo compañía.
Levantó a Amadeo y se lo muestro como si fuera un trofeo.
– Sí, eso vi, que tienes a tu osito ¿Como te sientes con él?
– Mejor, me siento protegida por él.
– Me alegra, pero recuerda el es un sustituto de tu seguridad, la tienes que buscar en ti misma, pedí que te lo trajeran para que podamos trabajar en eso.
– Si, lo sé, pero no me pida que me deshaga de él, lo tuve mucho tiempo en un cajón y ahora que está conmigo no lo quiero dejar.
– No te preocupes. Aunque lo tenían confinado tu sientes que el abandonado al que lo sometiste es el responsable de tu depresión, pero no, es sólo un osito de peluche, que te acompaño en tus peores momentos, él no te está culpando, la que lo hace eres tú…
Se acerca a mí y me toma de la mano.
– Pero debes entender que nada de lo que pasó fue tu culpa, eras una pequeña y te obligaban a hacer las cosas.
> Tampoco te voy a pedir que odies o sigas odiando a tus padres, porque la única que se hace daño eres tú, ellos están muertos y nunca más te van a volver a lastimar, si tú no se lo permites.
– Yo los maté… ellos murieron por mi culpa, al igual que mi hermanita.
Mientras digo eso me aferro a Amadeo con fuerza.
– Humm… en los informes si aparece que se encontró el cuerpo de una niña, pero no sabía que era tu hermana.
> Dime, ¿porqué dices que tú los mataste? Eso no es cierto y lo sabes.
– Sí Dra, yo los maté, antes de la explosión yo manipule la estufa…
Me quedo en silencio un rato recordando lo que pasó ese día, hasta que la Dra me habla y me saca de mis pensamientos.
– Cuéntame, ¿Qué pasó?
– Yo tenía 9 años, mi hermanita tenía 4, me daba cuenta que mi padre la miraba diferente, a veces lo veía tocándola por encima de la ropa, eso me hacía sufrir mucho porque me acordaba que así empezó conmigo, sabía que estaban esperando que cumpliera 5 para empezar a venderla, de pronto a esa edad era más fácil que se soportará todo eso, o que se yo porque esperaban esa fecha. Pero estaba segura que estaban esperando eso... y yo no lo iba a permitir, ya me habían roto a mi no quería que ella pasara por lo que yo había pasado y vivía a diario.
La Dra toma notas esporádicas.
– Un día me mandaron a estar pendiente de la cocina, mi mamá estaba atendiendo a un cliente y papá estaba haciendo una entrega, era raro que me dejaran entrar, la producción era muy delicada y no se lo dejaban a una niña, pero ese día no tenían más remedio, mientras estaba allí, me quedé mirando la manguera de gas… tomé un cuchillo y lime un poco el contacto, no sé cómo no explotó en ese momento, suerte de pronto o castigo para que quedara viva… sufriendo.
> Cuando mamá entró, me sacó de la cocina y me mandó a la sala, papá había vuelto con un cliente y material que había conseguido para hacer más droga, yo ya había apagado la estufa porque ya la producción estaba lista.
> Mi papá me inyecto, porque al ver a ese hombre me puse a llorar, era uno de los más violentos que conocía, entonces lo hizo para que me tranquilizara y "colaborará", cuando me calme por el efecto de la droga, me tomo de la mano y me llevó a la parte de atrás de la casa, donde tenían el "cuarto del placer" un lugar destinado para los que les gustaba el sado como este hombre, estaba al final del patio y acondicionado con paredes reforzadas para que nadie escuchara los gritos que salían de ese lugar.