Depression

II.

Michael la miró con tristeza, siempre había tratado de ayudarla, pero parecía que nunca llegaba a lograrlo, pero Malia tenía razón... él siempre huía de los problemas de su novia, y estaba consciente de ello.

"Vengan por aquí."

Ambas mujeres subieron a la ambulancia, al mismo tiempo que Michael echó a andar en dirección a su Audi y conducir todo el trayecto hacia el hospital, con la mirada fija en la ambulancia. Una vez que llegaron al hospital, tomó el otro camino que conducía al estacionamiento, aparcó el auto y se quedó en silencio, no tenía ni la más mínima idea de que era lo que estaba sucediendo.

Salió de su auto, cerró la puerta y se apoyó contra él, segundos más tarde, sacó un cigarrillo junto con su encendedor, lo acercó a la llama, y, ​​después de que este se encendiera, lo fumó, sintiéndose un poco tenso.

"Hombre, ¿qué demonios está sucediendo?" Fumó, para luego patear una lata de Coca-Cola que se encontraba en el suelo. "Esto está tan jodido."

Succionó el cigarrillo una última vez para luego tirarlo al suelo y pisarlo con su Converse. Después de asegurarse que las puertas de su auto estuvieran bajo llave, se dirigió a la entrada del hospital de Bethlem; suspiró y se acercó a la recepcionista para recibir una indicación que le orientara a dónde ir.

"Ey, buenas noches."

"¿Puedo ayudarte?" Ella sonrió amable.

"Sí, es por eso estoy aquí." Michael rió nervioso. "¿Sabe dónde está la oficina del Dr. Lockhart?" Preguntó mientras se rascaba la nuca, exponiendo su nerviosismo.

"Claro, es en el quinto piso; pero los elevadores están fuera de servicio, por lo que me temo que tendrás que tomar las escaleras."

"No tengo ningún problema con eso, gracias..." Miró su broche. "Eh, Vanessa." Sonrió.

"Es mi trabajo." La joven sonrió con un leve rubor en sus mejillas.

Michael tomó camino por el pasillo que se encontraba a su izquierda para alcanzar las escaleras, pasando por el pabellón con el nombre Bipolaridad rotulado en el muro. Miró a través de cada puerta que se encontraba a lo largo del pasillo, y, podía dar como testiminio que aquello que llegó a ver y a escuchar, asustaría a cualquiera que pasase por allí: pacientes arañando las paredes, gritos desgarradores, y plegarias desesperadas para recibir un poco de clemencia.

"Hombre, esto es una locura." Apresuró su paso. "No entiendo por qué mi novia está aquí, en primer lugar."

Siguió caminando por los pasillos hasta llegar a la quinta planta, donde Malia y su madre se encontraban sentadas en un pequeño sofá, delante de una puerta cerrada.

"Oye." Susurró Michael, notando como un poco de vapor salía de su boca mientras hablaba debido al frio clima.

"¿Tienes frío, Michael?" Jennifer preguntó, éste solo se limitó a asentir.

Malia se abrazó a sí misma y una lágrima corrió por su mejilla sonrosada, se sentía tan mal, solo quería irse a casa, encerrarse en su habitación y dormir una semana entera; pero había un problema, había estado durmiendo por lo menos dos horas cada noche desde las últimas dos semanas, sabía ocultar increíblemente bien las bolsas debajo de sus verdes y tristes ojos.

Michael se sentó junto a su novia y la abrazó con ternura. "Vaya, estás muy fría, princesa." Dijo con tristeza mientras observaba a la frágil chica agachar la cabeza.

"Siempre tengo frío, me es imposible entrar en calor, incluso si estoy usando una sudadera." Susurró

Michael sonrió con tristeza, y depositó un tierno beso en su frente, quería mostrarle que todo saldría bien, más sabía que esa era una mentira muy común. Había perdido la cuenta de cuántas veces le había prometido eso a su novia, pero las cosas nunca parecían mejorar.

El sonido de una puerta abriéndose llamó su atención, y su mirada se dirigió a la oficina sólo para ver a un hombre, muy joven, como de aproximadamente veintisiete años de edad, quien parecía ser el psiquiatra.

"Buenas noches, ¿está es la chica que Isaac me dijo que vendría esta noche?"

La chica se abrazó a sí misma una vez más y asintió con tristeza, el hecho de ser enviado a una institución mental la hacía sentir como un bicho raro.

"Pasen adelante." Sonrió. Wow, parecía disfrutar su profesión.

"Michael, ¿Nos esperas aquí o quieres acompañarnos?"

"No lo sé, princesa. ¿Qué te parece?"

Ella lo miró con ojos apagados y desanimados, para luego aferrarse a él y hacerlo comprender que debía de estar allí junto a ella. Michael colocó sus brazos alrededor de los hombros de Malia y los tres se dirigieron a la oficina.

"Toma asiento, por favor." Dijo mientras se sentaba detrás de su escritorio. "Señorita Poezyn, dígame, ¿cómo te sientes?"

"Me siento muy mal, no me gusta estar sola, detesto la soledad, estoy demasiado cansada de mi vida, solo quiero descansar."

El doctor Lockhart miró a Jennifer con tristeza, para luego anotar algunas notas en su libreta. Michael observó detenidamente la oficina mientras se mantenía en pleno silencio.

Malia se encontraba jugando con sus dedos de una manera ansiosa.

"¿Le importaría si hablo con Malia en privado?"

"No, en lo absoluto, adelante. Vamos, Michael."

Ambos se pusieron de pie y salieron de la oficina. Él se sentía ansioso y desesperado, su cuerpo mantenía una gran necesidad de fumar en ese preciso momento, pero era evidente que no estaba permitido dentro de las instalaciones. Tomó asiento en el sofá donde Malia había estado sentada minutos atrás, a su lado se encontraba Jennifer. Ella miró al joven con curiosidad, debía admitir que nunca había sentido agrado hacia él, pero al menos hacia feliz a su hija... por ratos."

Los minutos parecían ser eternos, ambos eran capaces de escuchar los gritos provenientes de los pasillos de la planta baja, un escalofrío recorrió la espalda de Jennifer; detestaba los hospitales, y no era cómo que una institución mental la hiciese sentir más cómoda.



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En el texto hay: desamor, depresion, esquizofrenia

Editado: 04.03.2021

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