Depression

VI.

Una vez que el toque de queda llegó a su fin, Malia salió de su habitación e hizo su rutina diaria: se duchó, comió un poco y fue a la terapia.

Justo después de eso, casi entrando al mediodía, se dirigió a la sala de estar, con la esperanza de encontrarse con Adam; sin embargo, a unos escasos metros de llegar a aquella sala, Victoria la detuvo con una radiante sonrisa.

"Señorita Poezyn, hay una llamada telefónica esperando por usted." La miró con desconcierto y frunció el ceño... ¿Quién la estaba llamando? Era la primera llamada que recibía en casi dos meses. "Por aquí, Malia." Dijo y comenzó a caminar.

La joven siguió a Victoria, sintiéndose aun desconcertada, ésta se dirigía a la sala para los visitantes; y de inmediato se sintió mal al caer en cuenta que su madre no había venido a visitarla ni una sola vez durante su periodo de internamiento, más aún conservaba la pequeña posibilidad de que fuera ella quien la estaba llamando.

"Ahí está el teléfono. Tienes diez minutos para hablar, después de eso te verás obligada a colgar."

"De acuerdo."

Malia tomó el teléfono con sus manos temblorosas, se sentía nerviosa. "¿Hola?" Finalmente habló.

"¿Malia? Nena soy yo, Michael."

Acto seguido, como si de alguna especie de reacción se tratara, sus verdes ojos se llenaron de lágrimas; una de ellas logró escapar y rodar por las mejillas sonrojadas de la chica, sin embargo, ella la limpió con un rápido movimiento para finalmente dejar escapar un pequeño sollozo de sus labios y colgar la llamada

Nuevamente retomó su camino a la sala de estar, donde se encontró con Adam, quien se encontraba fumando un cigarrillo con un gesto afligido en su rostro.

"Hey, Adam." Lo saludó con dulzura.

"Oh, hola." Fingió una sonrisa.

"¿Estás bien?" Preguntó mientras entrelazaba sus dedos con los de él.

"Tuve una recaída, me puse un poco agresivo; ya sabes, le lancé un puñetazo en la cara a un enfermero." Bajó su mirada.

"¿Te han castigado?" Preguntó con notoria preocupación.

"Bueno, no creo que tomar baños de agua hirviendo sea, en realidad, un castigo, pero hoy lo fue para mí. Mi cuerpo está lleno de heridas, el agua hirviendo solo hizo que estas ardieran de manera insoportable."

Ella guardó silencio, pensando en cuáles serían las palabras correctas para decir ante la situación, quería ayudar a Adam. Se levantó del pequeño sillón en el que se encontraba sentada y abrazó a Adam con gran ternura, acarició su rubio cabello, aun húmedo por la hidroterapia y le besó la mejilla. Quería hacerle entender que ella no lo dejaría solo como muchas personas en el pasado lo habían hecho.

"¿Por qué has tenido la recaída? ¿Qué te hace sentir mal?" Preguntó tomándolo de su mano y entrelazando nuevamente sus dedos.

"Porque te vas del hospital dentro de dos semanas." Le dedicó una mirada cristalizada y bajó su cabeza para ocultar sus ojos a punto de romper en llanto.

La sonrisa de Malia se desvaneció al oír el sonido de su corazón romperse, Adam miró al suelo y soltó unos cuantos sollozos, no quería que Malia lo viera llorar.

"Adam, por favor, no llores."

"Malia, me he enamorado de ti, y sé que es amor verdadero porque eres la única persona que ha logrado mantenerme en la realidad." Volvió a succionar la colilla de cigarro, tratando de mermar su inmenso dolor.

Malia no pudo evitar romper a llorar, sentía que la desesperación la sofocaba de manera lenta y dolorosa. Adam no tenía idea de la existencia de Michael, y ella le había dado falsas ilusiones.

A Adam le quedaban solamente dos semanas antes de que Malia fuera dada de alta del hospital, no quería que ella le abandonara como muchas personas en su vida lo habían hecho; pero ella no pertenecía a ese lugar, no debía estar en un manicomio, ella merecía ser libre.

De repente, el doctor Lockhart entró en la sala y se acercó a Adam; este apagó el cigarrillo y se puso de pie, encontrándose cara a cara con el psiquiatra.

"Adam, es hora de tu sesión de terapia, tenemos mucho de qué hablar."

"Enseguida voy." Tiró la colilla de cigarro y la pisó con su pie. "Tengo un plan para esta noche, después del toque de queda espera unos quince minutos, luego te encontraré en tu habitación. No le digas a nadie." Susurró en su oído. "Te amo." Y con eso, Adam besó su frente para luego retirarse.

"Yo también te amo." Susurró.

Adam caminó junto a Nathan, parecía desconfiado de la presencia del joven psiquiatra, Malia resopló y decidió dar un paseo por todo el edificio.

Tan pronto como llegó al tercer piso, fue capaz de notar cuan tensa estaba la atmosfera, había gente corriendo de un lado al otro, y muchos de los pacientes se encontraban en sus habitaciones, atrapados consigo mismo por una camisa de fuerza. Miró el pasillo: Delirio.

Siguió caminando; había una multitud de médicos y enfermeras en la esquina del pasillo. Había un gran escándalo, y entonces ella lo vio; un chico joven, se había ahorcado con una cuerda hecha de sabanas, parecía rondar los veintiún años de edad

Malia se llevó las manos a la boca y gritó con terror, pues nunca había visto un cadáver... Los ojos del chico estaban abiertos, fue capaz de observar que, a pesar con lo poco que pudo observar, el joven murió mordiéndose la lengua, era una escena horrible.

"Malia, no puedes estar aquí." El nieto de Victoria la detuvo.

"¿Por qué un chico de diecinueve años estaría aquí?" Preguntó con ironía.

"Mi padre trabaja en la morgue de la institución. Mi abuela dio la orden para que viniera aquí; quiere que yo escriba un informe sobre Josh y se lo dé a mi padre para que él complete el registro."

"Ya veo. ¿Realmente tengo que irme?"

"Es lo mejor que puedes hacer, bonita."

Malia asintió y se alejó de la multitud. No podía dejar de pensar en Michael... se sentía enojada y decepcionada, más tenía el deseo impetuoso de hablar con él y saber cómo se encontraba.



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En el texto hay: desamor, depresion, esquizofrenia

Editado: 04.03.2021

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