Nunca había estado entre gente tan emocionada como sus compañeros leyendo el cartel de audiciones
El aire místico de Mariel al dejar aquella pancarta en el fichero de noticias había aumentado las expectativas de todos.
—Sólo hay un papel femenino y el suplente —dijo una chica a sus espaldas. Su aire pesimista la hizo recordar su pasado.
—Hacer audiciones para una obra unipersonal es una burla… —enunció una más.
—Eso lo dicen porque no confían en sus capacidades —soltó Azul, sin dejar de mirar el cartel con anhelante seguridad.
—¿Vas a audicionar? —la voz baja de Aries en su oído la hizo mirarlo.
Asintió, con una sonrisa modesta. No pensaba perderse la oportunidad de al menos intentarlo.
—Que gane la mejor —soltó Azul, que había comenzado a prestarles atención.
—Eso es tan… anticuado —respondió Aries, desestimando las palabras de Azul.
La chica lo miró con burla y se colgó del brazo de Minie. Su cabello negro iba suelto y lo hizo moverse ostentosamente con ella cuando comenzó a caminar en dirección a su salón de clases.
—Les dije que pronto tendríamos una oportunidad… —aseguró Azul apenas entraron al aula.
Minie se sentó en el mesabanco más cercano y vio como Azul empujó a Aries para sentarse a su lado. Así que el chico terminó sentado a sus espaldas, con cara de pocos amigos.
—No me digas que ahora vas de adivina —su tono mordaz hizo reír a Minie.
Verlos discutir era un espectáculo que, aunque ocurría muy a menudo, no dejaba de ser divertido.
—Pues te auguro mala suerte —soltó la chica a su lado con tono desdeñoso. Podría estar actuando como una serpiente escupiendo veneno y sería un éxito.
Menos mal, el maestro de historia del arte entró con su usual caminar pausado y ellos ya no pudieron seguir riñendo.
Minie sólo podía pensar en la noche anterior, en como Bass parecía afectado con su malestar. El problema era que no podían volver a la normalidad, porque lo que había pasado entre ellos había sido importante para ella y él… ni siquiera parecía esforzarse en entenderlo.
Lo mejor era apartarse, aunque él y su aparente inocencia lo hacían tan difícil…
Estaban a punto de terminar las clases, el reloj lo decía. La noche estaba cayendo y su corazón comenzaba a sentirse anhelante, era el efecto del cielo oscuro tal vez. Minie miró sus apuntes, pensando en que aquella sería una noche más al lado de Bastian.
Azul la miraba de reojo y cuando el maestro salió del aula, se giró de lleno hacia ella.
—Oye Minie, ya no nos dijiste de qué conoces a Mariel Campell.
No podía alimentar las esperanzas de Aries y aquel parecía el momento perfecto para confesarse por fin. Aún no podía creer que el anuncio en el periódico local sobre la boda del nieto predilecto de Abraham Campell no hubiese llegado a ellos.
—Su hijo es... mi esposo —soltó por fin.
La mueca de sorpresa y la forma en la que Aries palideció no le pasó desapercibido. El semblante del chico cambió por completo.
—¿Esposo? —cuestionó con voz inestable. Como si tuviese esperanzas de haber escuchado mal.
Azul trató de ocultar una sonrisa imprudente, pero no lo logró del todo.
—Si, Bastian Campell es mi esposo —nunca lo había pensado con tan poca emoción.
—Ay Dios... Ya puedes darte por vencido Aries —lanzó Azul, de una forma que podría ser demasiado cruel hasta para la persona más indiferente.
—No seas ridícula, Azul. Minie es mi amiga. Y yo nunca me doy por vencido —soltó el chico antes de levantarse de su asiento y salir.
—Entonces son familia... tú y Mariel.
Minie asintió con prisa, antes de darle la espalda a la chica. Dando la conversación por terminada.
Salió de la Academia, encontrando a Aries en el camino.
—Debí decirlo antes, lo siento —dijo, alcanzándolo con pasos rápidos.
Aries sonrió en su dirección; una sonrisa brillante y coqueta. Rodeó sus hombros mientras salían a la calle.
—No hay nada que lamentar Minie. Un esposo nunca ha sido un impedimento para mi —el tono saleroso y desenfadado la hizo tomarlo como una broma.
Aunque en el fondo sabía que probablemente hablaba muy en serio. Esa parecía ser la marca definitiva de Aries; coqueteo discreto.
Minie sonrió, caminando con él a su lado, hasta que su mirada chocó con un hombre de uniforme azul, recargado en el lateral de un costoso auto estacionado. Lo miró con extrañeza.
Bastian Campell pudo percibir el momento exacto en el que la sonrisa brillante de Minerva se esfumó, y que fuese cuando notara su presencia; hizo de aquel un momento de descubrimiento.
Se dio cuenta lo mucho que le molestaba ser la causa de que ella dejase de sonreír, pero definitivamente le molestaba mucho más que aquel chico fuese a quien sonreía previamente.
#4240 en Novela romántica
matrimonio por contrato, drama amor mentiras, secretos herencia casualidades
Editado: 10.08.2021