31 de enero, 2016
La emoción que tengo es demasiado evidente que, hasta he puesto música a alto volumen, sin importar lo que me digan los vecinos. Limpio la casa de manera divertida, lo que incluye brincos e imitar al cantante, tomando como micrófono el palo del lampazo.
Mientras me estoy preparando el almuerzo. He recibo varios mensajes lo que hizo que la música se detuviera y maldije a la vez. Veo en la barra de notificación y los mensajes son de Carolina.
Carolina:
–Escucho que estás demasiado alegre porque hasta aquí se escucha la música.
–Bien, quería preguntarte que ¿si podemos vernos a las tres en el malecón?
–Son varias cosas que tengo que decirte antes de entrar a clases.
Bien, debo admitir que me ha dejado con mucha intriga. Quiero saber qué es lo que me querrá decir. He respondido a sus mensajes. Pero me ha dejado en visto y mi curiosidad aumenta más y más.
Miro la hora. Once y veinte. Falta mucho para las tres. Serán las horas más eternas de toda mi vida.
***
He terminado de ordenar mi mochila. Ya desde ahorita he dejado planchado mi uniforme. Y mis zapatos están ya lustrados. Miro el celular, son las dos y treinta. Subo a mi habitación a cambiarme.
Me he puesto un pantalón negro algo ajustado y unos zapatos Hangten negros con suelas blancas. Camisa manga 3/4 azul con puntos blancos. Una de las pulseras que me ha regalado Alejandra. Mi pelo solo le he pasado mis dedos, como suelo hacerlo casi a diario.
Ya falta un par de cuadras para llegar. Solo espero que no se moleste.
Al entrar al malecón, lo primero que hago es buscarla. La encuentro y veo que está sentada en el cerco de muro con la vista al lago. La luz que da a su rostro hace que se vea hermosa. Voltea a verme y ¡Dios! Me pierdo en sus ojos. Siento mi corazón palpitar a mil por horas.
–Hola Elías.
–Ho-hola Carol –digo con voz temblorosa.
–¿Qué es lo que te tiene con nervios? ¿sucede algo? –pregunta enarcando una de sus cejas.
–¡No!, digo no, no pasa nada malo. –¿qué me está pasando? Me pregunto. Debo controlarme.
–Dame un abrazo, pendejo –lo hago–. Que rico perfuma traes.
–Pues, gracias, creo. Emm puedo preguntar, ahora, ¿qué era lo que me ibas a decir? La verdad desde que me has dejado en visto estoy que muero de la curiosidad ¿es algo malo? ¿está todo bien?
–Sólo quiero disfrutar de mi último día de clases la verdad. No ha pasado nada malo. Y si, todo está bien.
–Comprendo. Me tenías preocupado, sinceramente.
Hubo un momento de silencio. Así pasamos como por cinco minutos. Me siento incómodo, pero no quiero ser tan descortés e irme, porque creo que no me ha dicho toda la verdad y necesito averiguar qué está pasando.
El aire es fresco, suave, realmente me siento tranquilo, más estando con ella.
–Más que nada –rompe el silencio. Volteo a verla y está sonrojada. Las alarmas comienzan a sonar en mi cabeza–, es para confesarte una cosa, pero me da pena. Ves como estoy de roja. No sé cómo decirlo.
–Tranquila, vale. Si así son las cosas. Pues también hay algo que quiero confesarte, la verdad –le beso la mejilla.
–¡Oh por Dios! Vas a matarme –dice y sonrojo aumenta más.
–¿por qué? –río.
–La verdad es que me gustas –dice rápido y oculta su rostro en mi cuello–. Si, me gustas, me encantas. El día que nos besamos sentí un cosquilleo en mi estómago. Hemos hablado, aunque nos conocemos desde hace tiempo y sé que te sonará extraño, pero… –le doy un beso– …no me has dejado terminar.
–Sentí lo mismo que vos ese día. Las veces que hemos salido, lo he disfrutado. Igual que vos, me he enamorado de ti. Yo no encontraba como confesártelo, pero ya que me lo dices, aprovecho igual en decírtelo. Me gustas Carolina y mucho –le doy otro beso.
–Esperaste a que lo dijera yo primero. Si que eres malo –me abraza.
–No me lo esperaba sinceramente.
–Has mi sueño realidad por fis. He soñado con esto últimamente. Pídemelo. Anda, no seas malo –me hace reír. Pero lo haré ¡quiero hacerlo!
–Está bien –aclaro mi garganta–. Carolina…