Siento mi cabeza dar vueltas. No veo nada, mis ojos están vendados. Estoy atado en una silla. Moverme no puedo.
–¿Do-dónde estoy? –pregunto. Pero solo escucho <<Mmm>> de varias personas. Tengo sed, necesito agua.
–Elías –reconozco esa voz de inmediato, Moisés ¿qué estará haciendo aquí? –, sé que no puedes verme, pero escúchame. Ese tipo querrá jugar con tu mente. No prestes atención a lo que te vaya a decir...
–¿A qué te refieres con eso? –pregunto confundido. Mi cabeza me duele–, ¿Cómo es que has llegado aquí?
–Llegaron a la casa. Golpearon a mis padres: me vendaron mientras yo dormía. No pude hacer nada porque me habían dejado inconsciente y desperté aquí.
–¿Quiénes más están aquí? Escucho otras voces –apenas puedo decir las palabras. Estoy realmente débil. No sé cuánto tiempo he estado aquí.
–Mis padres, Jolene y yo. –Escucho que una puerta se abre ¿qué sucederá ahora?
–Con que ya estás despierto, Elías.
–Déjame verte –lo reto.
–Está bien –escucho pasos acercarse a mí.
Cae la venda y mis ojos se cierran ante el resplandor. Poco a poco comienzo a ver. Lo tengo de frente. Sé que es él porque reconozco esa máscara.
–Muéstrate.
–Como gustes –dice y deja caer su máscara mostrándose por completo. Esto tiene que ser una broma– ¿Feliz?
–¡Tú estás muerto! –decimos al mismo tiempo Moisés y yo.
–Eso decían en las noticias. Aunque dijeron también que no lograron encontrar los cuerpos ¿por qué habrá sido? Háganse la pregunta.
–¿Qué quieres de mí? De mi familia ¿por qué has hecho todo esto? ¿con qué fin?
–Denle un poco de agua. Lo necesito consiente...
–¿Para qué? –termino de tomar agua.
–Para lo que estoy por decirte. O bien, narrar tu historia, hermanito. Aquellos señores que ves, han sido pieza fundamental de tu vida también. Lamentablemente no recuerdas nada de nada. Solo quizás has tenido pesadillas de un accidente ¿verdad?
–¿A qué estás jugando? ¿hermano? ¿Somos hermanos? ¿qué quieres decir? ¿qué vida? ¿qué mierda está pasando? ¡Contéstame! –grito exigiendo respuestas, a lo que él empieza a reír.
–Ya tendrás respuesta a todas tus preguntas. Solo necesito a tus “padres” con nosotros –hace con sus dedos las comillas–. Te has preguntado mas de alguna vez ¿qué te han estado ocultando?
–Muchas veces.
–Pues verás...
Carolina.
Estoy preocupada, molesta, triste, ¡ay! De muchas maneras al saber que Elías está secuestrado, está en manos de ese sujeto que al saber que le estará haciendo justo ahora.
Camino de un lado a otro siendo observada por mis padres y los de Elías. Moisés no responde a mis llamadas ¿qué le habrá pasado? Esto me preocupa más y más. No me dejan salir por obvias razones, pero quiero saber de Moisés y Jolene.
–¡¿Qué tanto piensa?! ¡haga algo y rápido! –digo totalmente molesta perdiendo la paciencia.
–¡Carolina! Contrólate por favor. Nosotros estamos de igual forma. Pero te pedimos que te controles por favor –indica papá. Me siento y me cruzo de brazos.
Antonio se dirige a la cocina con el celular en mano. El silencio se hace presente y es realmente incómodo. Me frustra.
–Mis padres no saben realmente todo lo que hemos pasado –me dirijo a Rosa.
–Sabemos más de lo que crees, hija –dice mi madre.
–Esmeralda, no es momento –dice papá. Esto se está tornando sospechoso.
–¿A qué se refiere con eso, papá? –pregunto con confusión.
–Carolina, cariño. Habrá su momento. Solo por el momento necesitamos enfocarnos en cómo rescatar a Elías. Porque lo necesitamos a él para hablar con ustedes –lo ha dicho Rosa.
Permanezco en silencio. Pero su respuesta ha causado que múltiples preguntas invadan mi mente, o sea ¿mis padres también me ocultan algo?
–Andrés, ya está todo listo ¿me ayudas? –le pregunta Antonio a mi papá.
–Sabes que siempre cuentas con mi ayuda. La vez pasada porque tenía una reunión del trabajo. –De qué carajo estarán hablando. Solo observo.
–¿Y tú, Esmeralda? –pregunta a mi mamá.
–Quisiera Antonio, pero no puedo. Tengo que cuidar de Carolina y... –hace un breve silencio. Voltea a ver a mi papá– ...del bebé que viene en camino.
–¡¿Qué?! –gritamos todos al mismo tiempo.
–Si, han oído bien. Te lo quería decir Andrés, pero bueno no se dio la oportunidad antes y ahora ya lo sabes.
–Entonces, mejor quédate con Carolina en casa. Rosa, igual tú. Andrés, nos vamos en media hora; ve alistando tus cosas –dice Antonio–. Iré por mis cosas.
–Si va mi padre, también iré yo –digo poniéndome de pie–. Le prometí a Elías que terminaremos juntos esto y voy a cumplir con mi promesa. No pienso dejarlo solo en esto.
–Hija tú no...
–No me detendrá. Voy porque voy –la interrumpo. Lo he dicho. Nadie me hará cambiar de opinión.
–No será fácil. Puede hasta costarnos la vida. Pero si gustas, ven con nosotros –dice mi padre finalmente.
–Son riesgos que se toman a la hora de la acción –digo firme.
Pasaron alrededor de cuarenta minutos para alistar todas las cosas necesarias. Jamás pensé que mi padre guardaba un arsenal de armas. Al menos todas están legales.
Yo por mi parte solo llevo cosas de primeros auxilios para Elías. Antonio está en la puerta esperándonos. Mi madre está con Rosa en el sofá. Ambas se levantan para despedirse de nosotros.
–Carolina, por favor cuídate mucho. No quiero que nada malo te suceda. Preferiría que te quedaras a salvo con nosotras –la manera en que lo ha dicho mi mamá me tocó el corazón, pero debo cumplir con mi promesa y mantenerme firme.
–Lo sé, mamá. Pero tengo que ver a Elías. Saber que está bien es lo que me importa.
–Debemos irnos ya. Los demás ya están listos y en posición –musita Antonio.
–Te prometo que regresaremos todos a salvo –abrazo a mi madre y luego a Rosa quien, me ve con los ojos brillosos.
–Quiero ver a mí Elías nuevamente a salvo. Sé que eres una mujer realmente valiente y fuerte. Tráemelo de vuelta –me vuelve a abrazar y siento sus lágrimas en mi hombro humedeciendo mi blusa.