Moisés
Seis días y contando. Seis días en los que no he visto a mis amigos. En donde perdí mi celular y contacto de ellos.
Mis padres supieron de lo ocurrido en la casa de Elías. Por ello, no me dejan salir. Todos estos días me han tenido en casa. Hoy domingo no es la excepción.
Me quedo acostado por varios minutos más en cama. Tengo la dicha de estarlo por cuanto yo quiera más. Mis padres no están en casa. Me dijeron donde iban, pero no presté atención en ese momento.
Me levanto y me dirijo al baño. Cepillo mis dientes, hago mi aseo personal. Me visto y me siento frente a la computadora a revisar mi Facebook.
La notificación de la página del instituto me toma por sorpresa. La abro y es un mensaje diciendo que ya está casi por terminar la reconstrucción del instituto. Eso es bueno. Yo en lo personal no quiero seguir perdiendo más clases sabiendo, sobre todo, que este es nuestro último año de secundaria.
***
Son las una con treinta minutos. Ya he hecho todos los quehaceres de la casa. Ya almorce. Ya ver la televisión me está aburriendo. Desgraciadamente no tengo mi celular. Mis padres aún no han regresado.
—Mis padres no están, no se darán cuenta si voy al parque unos minutos –me digo a mi mismo.
Miro la hora en el reloj que está arriba del televisor. Subo a mi habitación a cambiarme. Veo mi computadora donde tengo abierto mi Facebook y nada, no tengo ningún mensaje de ellos.
Pienso en Jolene y Solange mientras camino al parque. ¿Qué será de ellas dos? ¿Estarán bien? ¿Las volveré a ver? Son preguntas que invaden mi mente. Pienso en lo peor. Sacudo mi cabeza y me doy cuenta que he llegado.
Me siento en una de las bancas que están cerca de la fuente donde están las tortugas.
Me he comprado un helado. Unos minutos más tarde, se me acercan dos amigas que viven cerca de casa.
Hablamos como por cuarenta minutos. Al menos me hicieron compañía. Ya no estuve solo hasta que se despidieron de mí. Y nuevamente volví a quedar solo.
Veo la hora en mi reloj de mano. Son poco más de las tres. Doy un último vistazo a las tortugas. Camino a mi casa.
Pienso en Elías y Carolina. Estoy a una cuadra y media de su casa. Quiero saber cómo sigue. Solo espero que nada le haya pasado a los dos.
Estoy a aproximadamente diez metro. Veo que hay tres motos estacionadas frente a su casa.
¿Qué estará pasando?
Me acerco a la puerta. Escucho tres voces. Me mantengo en silencio.
—Ya buscamos por toda la casa y no está el chico y Antonio. ¿Qué hacemos, Robert?
—Juraba que él estaba aquí con la chica. ¿Will, qué hay de ti?
—Incluso busque hasta el lugar don… –dice el que supongo se llama Will.
—Robert, me acaba de comunicar el jefe que está en el malecón con la chica. Vamos tras él.
¡Mierda! Irán tras Elías. No lo puedo permitir. No quiero que mi amigo caiga en manos de estos tipos.
Entro con cautela. Me coloco detrás del sofá. Ellos parece que están en la cocina.
—¿Ahora qué hago? –me pregunto a mi mismo.
Oigo que hablan de hacer un traslado de rehenes. Ellos deben de ser Jolene y Solange. ¿Quiénes más podrían ser? Quizás Rosa, la madre de Elías.
Murmuró unas cuantas palabras. Ellos al parecer las escucharon puesto que se detienen frente al sofá.
Cubro mi boca con mis manos para que no me escuchen más. No quiero pelear, solo quiero que se vayan. Pero tampoco puedo permitir eso. No quiero que atrapen a Elías y a Carolina.
Y sin pensarlo. Me abalanzó al de en medio y comienzo a golpearlo en la cara hasta que éste queda inconsciente. Los otros dos me logran apartar del tipo al que golpeé.
Uno de ellos logra controlarme y otro me golpea en el abdomen. Grito del dolor.
Logro golpearlo en la cara y éste cae al suelo quejándose. El que me sostenía, me soltó luego de que yo le mordiera el brazo izquierdo.
Quedamos frente a frente, y él se abalanza sobre mi y logra golpear mi rostro. No me quedo quieto y se lo devuelvo.
Uno de ellos logra levantarse y éste golpea mis costillas. Caigo al suelo.
—Te crees muy valiente, niño. Crees que nos lograras vencer –dice, mientras hago respiraciones profundas para recuperar mi respiración–. No lo creas, niño. Pudiste noquear a uno pero somos tres.
Mientras ríen, avanzo lentamente hacia la cocina. Me levanto e intento abrir la puerta pero vuelvo a caer al recibir un disparo en mi brazo izquierdo. Logró abrir la puerta y me coloco debajo de la isla.
—No trates de esconderte niño. No saldrás de aquí con vida.
No tengo con que defenderme. Avanzan lentamente hacia mi. Me veo obligado a levantarme y abalanzarme nuevamente hacia uno de ellos. Por suerte es el que tiene la pistola.
Lo golpeo fuerte, mientras el otro intenta quitarme de encima. Lo consigue, pero ya he noqueado al otro. Solo quedamos él y yo.
La pistola la tengo en mano, solo era de apuntar y disparar, pero no soy como ellos.
—Anda. Dispárame. No seas cobarde.
—No soy como tú, imbécil –digo y la tiro por la ventana.
—Muy valiente eres, muchachito. Pero no saldrás de aquí con vida –dice.
—Crees que te tengo miedo –digo y me abalanzo sobre él, a pesar de mi dolor en el brazo izquierdo, no me impide para golpear a este tipo.
Después de un corto tiempo de golpes. Cae inconsciente al suelo, ya que se golpeo fuertemente la cabeza con la mesa de centro tras haberse resbalado.
Me siento en el sofá, tomo un vaso con agua. Luego tomo uno de los celulares de estos tipos. Veo que tiene un mensaje. Dice:
<< Vayan tras Elías, él está en el malecón con la Carolina. Enviaré ayuda. >>
Mierda, había olvidado a Elías. Bueno, al menos se donde está.
Me duele fuertemente el brazo y me estoy desangrando, pero no me impedirá ver a mi mejor amigo.
Romo una de las mangas de su camiseta de uno de ellos, me la amarro fuerte para evitar derramar más sangre. tomo un de las llave de una de las motos.