por Valeria O.

“Alfredo no iba a ningún lado sin Mayra. Andaban tomados de la mano por toda la ciudad de Buenos Aires recorriendo las atracciones de cada barrio. Cuando iban a algún restaurante, a una heladería o a algún carrito de hamburguesas, Mayra nunca comía y Alfredo pensaba que era por timidez, eso que se conocían hacía años. Ni siquiera comía los bombones que le regalaba sino que guardaba la caja en la mochila y le decía: “Gracias amor” mientras le daba un beso en la mejilla. Una mañana Alfredo despertó de una pesadilla por lo cual se levantó para ir al baño a lavarse el rostro. Se miró al espejo preguntándose donde estaba Mayra porque ella no estaba en su cama. Buscó el contacto de ella en su celular pero el número era un 911. Tomó la mochila en donde encontró montones de cajas de chocolates derretidos acompañados de cartas que Alfredo le hacía a Mayra. En el ropero no había ropa de ella ni sus ricos perfumes. ¿Por qué lo había abandonado? ¿Acaso no significaba nada lo suyo? El muchacho empezó a recordar el día que se habían conocido, había mucho viento y ella chocó contra él mientras caminaba por las veredas de la boca. Alfredo salía del psicólogo cuando se encontraron por primera vez. Desde ese instante no volvieron a separarse como tampoco Alfredo volvió al psicólogo. Estar con ella le hacía bien. Se dio cuenta que algo andaba mal, sus recuerdos junto a ella eran borrosos. También se acordó de su familia, lo lejos que había estado de ellos, ensimismado en su mundo con Mayra. A medida que pensaba entendió todo así que tomó su celular y marcó el número de Mayra que le respondió: “Emergencias médicas, ¿en qué podemos ayudarle?”. Entonces Alfredo dijo: “Hace cinco años que tengo una novia imaginaria. ¡Por favor envíeme una ambulancia o tráiganla de regreso!”

por Valeria O.

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Escrito el 06/07/2019

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