Capítulo 3
La Propuesta
Hubiera....
¿Alguna vez han pensado en ello? En algún momento desearíamos que aquel "hubiera" existiera. Por ejemplo, yo en estos instantes lo estoy considerando.
Maldigo una y mil veces, mientras recuesto la cabeza en la paleta de mi banca. En verdad que me esta comenzando a doler.
¿Por qué tuve que ser yo quien fuera a dejarle la tonta tarea?
— Cuéntame ¿se besaron? ¿Se acostaron? Necesito detalles, Alex.— Amayrani, mi compañera de clase no para de molestar con el tema.
¡Santo cielo! Por favor, cállala. Rosa de Guadalupe, dale otro chisme para que me deje en paz. ¡Diosito, te lo pido ilumínala!
Espero que alguno de los santos, oigan mis plegarias y las cumpla. Ya no puedo más, desde que llegue hasta ahorita no dejan de molestar con lo mismo.
—No paso nada de eso— afirmó, pero parece no entender. ¡Ayuda!
Amayrani tuerce el gesto con notable molestia, como sí por no contarle lo que quiere se fuera a terminar el mundo y yo tengo ganas de gritarle lo molesta que es, sin embargo, hacer eso es una de las tantas cosas que no me permito, porque odio ser el centro de atención. Además de que en estos momentos, tengo un fuerte dolor de cabeza, esta mañana me he salvado de que mi madre descubriera que no tenía el celular. De no hacerlo, ya me imagino lo que me diría:
"¡Todo pierdes Alex Peñaloza Medina! Es que eres un desastre. No volveré a darte otro celular, hasta que aprendas a ser responsable"
Uff... De sólo imaginarlo.
No puedo, no sé como enfrentar a mi madre. ¡Maldición! Necesito pensar en cómo le daré la noticia, porque esta más que claro que ese Hamilton, no va a devolvérmelo.
Dudo siquiera, que se haya presentado a la escuela. Lo peor de todo, esta mujer no se calla y me está colmando la paciencia. Miren que no tengo mucha.
Estoy a punto de gritarle que se calle y se largue, mi paciencia esta al tope. Como dije antes, no es algo que sea una virtud en mí.
Quizás en otros momentos, la hubiera ignorado, colocándome los benditos audífonos, pero no tengo celular para perderme entre la música.
Tranquila Alex. Respira, respira mucho y no hagas ninguna escenita. Inhala amor, exhala paz.
Inhala amor, exhala paz.
—¡Anda, dime!— chilla mientras me jala un par de veces
¡Inhala amor, exhala paz!
Rosa de Guadalupe, tú que todo lo puedes y sí no lo inventas. ¡Quitamela de encima! Prometo ver todos los capítulos de la primera temporada.
¡Ayuda!
— ¡Que bien molestas, tú!— llega mi buen amigo Jorge a salvarme.
¡Maldición! Ahora debo ver toda la primera temporada.
Sigue jurando, decían. No pasa nada, anda no pierdes nada.
¡Ajá!
—Es que no me quiere decir.— se defiende, parando un poco la boca a modo de puchero.
—Por algo será, ¿no crees?— ¡eso Jorgais! Tú defiéndeme.
Amayrani lo mira con evidente enfado, siempre le ha molestado que le lleven la contra, pero sinceramente, ¿en este mundo quién esta para complacer a alguien? Con esa mirada gritando 《muéranse》 ella se pone de pie y se marcha a otro asiento.
—Gracias.— murmure con alivio, la verdad, nunca eh sido muy buena quitándome a la gente molesta de encima.
Lo sé, resultó ser muy patética.
—Entonces... ¿Cómo te fue con Hamilton?— pregunta con curiosidad notable. No lo puedo creer. ¿Él también?
Estoy a punto de lanzar el grito al aire, es que, nadie puede superarlo ¿o qué? Hamilton no lo es todo.
Al parecer, si lo es.
Maldita sea, no debes pensar así consciencia.
—Cálmate— dice Jorge dando un par de palmadas en mi espalda.
En ocasiones es sorprendente la manera de como un amigo puede darte esa tranquilidad que de un momento a otro se nos es arrebatada. Ahora que lo pienso, quizás no deba ver todos los capítulos del dichoso programa, después de todo fue Jorge, quién ha venido a mi rescate.
Además... Nunca apareció el típico airecito, que se supone debía pegar en mi rostro.
Sin airecito, no hay milagro.
Vaya pensamientos míos, ojalá Diosito no me castigue por eso.
—No entiendo, como es que no lo superan.— murmuró fastidiada. Y es que en verdad, desde que llegué no han parado con: Hamilton esto, Hamilton aquello... Me dará una crisis nerviosa.
Cómo una alarma, la risa de mi acompañante me saca de mis pensamientos— oye, tranquila vieja— se burla. De acuerdo, ahora quiero golpearlo y morderle el brazo, al parecer se da cuenta de mis intenciones, porque agrega— sólo bromeó, ya veo porque no tienes novio.— ash con este hombre— Relájate Chibi, mejor vamos a comer.
Veo que se le ha olvidado que tenemos clase, estoy a punto de recordárselo, porque dudo mucho que nos de tiempo de bajar por algo y regresar al salón en tiempo récord
—No va a venir el de cálculo— hago una mueca. Me alegra tener hora libre, pero ese maestro es como el mismo diablo, falta un día y al siguiente quiere dar temas como de una semana.— ya quita esa cara, vamos a comer— propone muy insistente.
Lo olvidaba. Mi buen amigo es, lo que yo llamo: un troglodita tragón.
Sé que no suena del todo bien, pero él todo el tiempo me recuerda lo baja que soy. Como si él fuera tan alto, digo sí es más alto que yo, pero también es más bajo que otros chicos de mi clase. Por lo cual, se me hace injusto que me moleste, solo por ese pequeño detalle. Quizás algún día, arme la asociación de chicas que midan menos de 1.65, así todas nos reuniríamos y le partiríamos la cara a los imbéciles que nos molesten.
— Entonces ¿vamos?— pregunta una vez más, sacándome de mi plan maestro.
—Si, si, vamos.— le sonrío. Tomó mis cosas, para colocarme en un solo hombro, una de las correas de la mochila. Supongo, que aun podré seguir soñando.— deja le digo a Fany si quiere venir— por la manera en como me mira sé que no le agrada para nada la idea, ya que se junta mucho con Amayrani y ella casi no le agrada.
A mí me agradaba, hasta que descubrí su otra cara junto la de mustia que en ocasiones todos solemos dar, solo que ella si que se paso. En fin, Fany es mi amiga, a pesar de todo ¿o me equívoco? — Stefany, ¿quieres venir con nosotros a comer?
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Editado: 22.05.2023