Capítulo Cinco
El Domo II
Para entonces, mi estatura había dejado de funcionar, ya ni siquiera sabía hacia donde iba o en que parte del domo me encontraba. Sólo era capaz de observar lo mismo que los demás.
<<Ruinas que tarde o temprano caerían encima de una gran multitud de personas que adoraban este lugar.>>
Debía admitir que a pesar de la maldita incomodidad que me hace sentir este sitio, otra parte de mí está más que encantada por presenciar algo como esto. La adrenalina del momento se apoderaba de cada partícula de mi cuerpo, probablemente suene estúpido pero jamás me hubiera imaginado que yo estaría en un lugar como éste, presenciando esta clase de pelea.
Mi corazon dejaba de palpitar con más fuerza a cada segundo dentro de mi pecho, el disparo del volumen era como una llamada para que la vieja estructura cayera sobre nosotros, los gritos resonaban con tal intensidad que creía, muy probable, que mañana todos ellos terminarían afónicos y con dolor de garganta.
Todo aquí era nuevo y sorprendente para mí, incluso, llegué a creer que este mundo clandestino sólo existía en las películas y libros para adolescentes románticos.
Intenté balancearme de un lado a otro para darme paso entre la multitud y encontrar una ruta que me llevase a la salida. Sin embargo, nadie se movía de sus lugares. Lo único que buscaban era un mejor panorama de la masacre que se estaba dando delante de sus ojos.
Al tal Rino le estaban dando una paliza. Hamilton no le daba tregua ni parecía pretender hacerlo; su objetivo: acabarlo.
Cerca del centro, siendo el único lugar iluminado por una tenue luz fosforescente, un par de figuras tiraban golpes sobre sus cuerpos. A pesar de ser una pelea callejera/ clandestina — cómo quieran llamarla — no resultaba menos entretenida en comparación a una profesional.
Al principio, ambos hombres retroceden un poco; en el momento en que Tavo hizo sonar la sirena del megáfono, el chico del Tecnológico había optado por atacar, sin embargo, la lenta velocidad con la qué accionó sus movimientos provocaron que Hamilton atacará primero.
Su recio puño impacta una y otra vez contra el rostro del chico con el mal nombre. Pero, un descuido y el puño del chico fue contra la mejilla de Liam, un par de golpes extras en el abdomen y cara, hasta que Hamilton volvió a tener control.
Golpe tras golpe.
La determinación apremiaba su mirada, del mismo modo en que cada puñetazo que daba la sangre comenzaba a rodear su rostro, y, en un intento de parar parte de la paliza, abrió los brazos grandemente rodeando el cuerpo de Hamilton e intentó tirarlo al piso. Cuando el chico se inclino hacia atrás el codazo del inglés impacto en su quijada, desequilibrado a su rival, volvió a atacar de nuevo; con cada golpe que daba sus músculos fibrosos se estimaban debajo de su tatuada piel mientras chocaba el puño contra la ensangrentada cara de su contrincante. Al perder su linea de visión, Liam lo golpeó con mas firmeza sin darle oportunidad de reponerse.
No podía mentir, esto era algo increíble y único, aunque a su vez muy salvaje.
¿Cómo había terminado así?
— Le están dando una paliza al fresita ese, ¿no? —. escuché una risotada entre la multitud.
A pesar de que apenas fuese audible, tenía ese presentimiento de reconocer parte de esa voz, aunque con tanta gente me era imposible saber si estaba en lo cierto, o si se trataba de un producto de mi imaginación.
— Más le valía, aposté una cuantiosa cantidad por ese men.
Su voz me resulta familiar, recibiendo codazos y algunos golpes en la espalda me intente girar un poco para ver de quién se trataba pero debido a la multitud me fue imposible.
— No deberías hablar así de él — se reía otra persona— Sí se entera, dejará de prestarte dinero.
Algo me dice que la persona a quien se referien es nada más ni nada menos que al bad boy del colegio ese chico que parece dar todo en el ¿ring?.
Maldición, ni siquiera sé como llamarlo.
Y eso, por extraño que suene me hace sentir rara de alguna manera.
Esto es un asco, Alex.
Liam estrelló una última vez el puño en el abdomen de su oponente para después elevar la pierna, de tal manera, que al dar un salto da el golpe final, estampadola contra la cabeza del tal rino que mata caras — literal —, ha terminando con el chico.
Puedo jurar que se vio en cámara lenta; la planta del pie golpeando su cabeza haciéndola girar 90 grados mientras escupia saliva y sangre — rociando a los de primera fila —.
La multitud estalló al mismo tiempo en que Tavo arrojaba una toalla blanca al centro. Unos festejaban y otros maldician mientras el dinero era intercambiado de manos, sin importar qué, todo continua en una sinfonía de gritos, ovaciones, reproches y zarandeos entre los ruidosos asistentes.
Definitivamente, me quedare sorda.
— ¡Hache, el perro más loco de lugar, lo hizo de nuevo! ¡Nudillos de acero, gana! — informa.
Sonrio con diversión ante sus apodos, digo, es mucho mejor que el de aquel rinoceronte pero sigue resultandome divertido.
¡Ey, este no es momento para tomar las cosas a juego!.
Tengo que pensar rápidamente sí debo ir y exigirle que me devuelva el móvil, esperar o simplemente, buscar la manera de volver a casa sola. No sé que hora sea o en dónde estamos — Debiste fijarte que camino tomaba — me reprende mi subconsciente.
¡Joder, le temo a la velocidad!
Suena estúpido, lo sé, aunque no es una obligación que a todos nos deba gustar lo mismo, ¿cierto? Además de qué creo, sería su obligación regresarme de donde me trajo.
Muerdo mis labios indecisa. Viendo como dejó a ese pobre chico dudo que sea buena idea gritarle de ahora en adelante.
Demonios, que decisión más difícil.
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Editado: 22.05.2023