Desastre Con L

17. Hermanos Mayores

Capítulo diecisiete
Hermanos Mayores

—Liam estaba muy preocupado. Jamás lo ví tan preocupado por ninguna otra mujer que no fuera su madre, ni siquiera por mí o María. Y mira que tenemos años de conocernos.— ríe la rubia, sin perder la vista del camino.

—¿A qué te refieres?— puede que fuera el efecto de la droga o alcohol, o el hecho que no quisiera entender. Quizás un poco de ambos.

—Me refiero a que a Darién le costó un puñetazo en la cara para impedir que Liam fuera en busca de los que te hicieron esto, creo que pensaba destruir una casa entera con todos los chicos hormonales dentro.— suspiró.

Cuando conseguí mantener los ojos abiertos, deseé no hacerlo. Podía distinguir los objetos y a las personas, pero siempre y cuando, estuvieran lo suficientemente cerca, así como, Graciela.

—No me sorprende, hay muchas cosas parecidas a eso que de dicen de él. Aunque, estoy agradecida por su ayuda y contigo.

Ella aprieta los labios, indecisa— Él estaba histérico. Sheccid...

Alex, me llamo Alex.

Todo gira con brusquedad a mi alrededor, en más de una ocasión he estado a punto de pedirle que pare. En verdad, me sentía hecha polvo.

—Lo siento, supongo que se me pego la forma en que Liam te llama.

—Me cuesta trabajo creer que no puede recordar un nombre sencillo de cuatro letras.

—Lo recuerda. Supongo que también tiene una motivación. —se encoge de hombros, en verdad no me siento para nada bien cómo para atar cabos en el asunto — Eres la primer chica por la que lo veo preocuparse de esa manera. Y por lo que sé, no tiene mucho de conocerte ni tampoco es de tu agrado.

—¿Resulta tan obvio?

—Si, después de lo que dijiste o mejor dicho, gritaste ese día quedó clarísimo.

Mierda.

—Para el auto.

No necesite que se detuviera por completo el vehículo, tome la manija en pleno movimiento y salí pitando, vomitando lo que quedaba en mi metabolismo. En verdad, no me creía que en un cuerpo tan pequeño como el mío cabriera demasiado líquido.

¡Impresionante!

—¿Estás bien? Joder, Renzo no me creerá esto. Una chica buena en plena calle guacareando casi un barril entero.

Eso no era gracioso. No podía dexirle a nadie, yo era una chica buena, todos creían eso y me gustaba.

—¿Vas a golpearme por haber insultado a tu amigo? —pregunté, aún con la cabeza agachada sobre la pared.

Debía tener un aspecto terrible. Algunas lagtimas se asomaban por mis ojos.

—No, creo qué a pesar de que fuiste demasiado cruel con tus palabras, has sido la única que se atrevió a hablarle con la verdad. Vamos, sube.  Si llegaría un policía a las dos nos irá mal.

Acepto y volvemos a subir, el mareo es terrible.

—¿A qué te refieres?

—No sabíamos como decirle que su amistad con esos dos no era del todo sincera, ni siquiera Jasso, quién fue la persona que los presentó. No digo que fuese su culpa, sólo que él tampoco a aprendido del todo a cómo relacionarse con gente del domo.

Semáforo rojo.

—Eres la primera chica que logra decirle tantas cosas a Li.

—Sí, y recibí un duro golpe por ello. —inconciente, llevo mi mano a la mejilla.

—Le dijiste cosas que le dolerían a cualquiera, Liam tiene un largo historial de locura — uff... eso es poco —, puede ser a veces un salvaje y un animal, sin embargo, sigue siendo una persona con sentimientos. —siguió hablando y diciendo cosas que no pude distinguir hasta que volví a escuchar: —. Sólo no quiero que lo vuelvas a hacer.

Sin saber lo que dijo con exactitud ladee la cabeza muchas veces de arriba a abajo, ganándome la sensación de que una aguja se clavaba un millón de veces sobre el cráneo.

Cierro los ojos, alejando el recuerdo de aquel día. Luego de esas palabras todo es una hoja en blanco, la única suerte que tuve aquel día fue que mamá estuviera en el trabajo y mis hermanos junto con la abuela salieran a dar un paseo, así que, al llegar, muy entrada la noche, sólo me vieron dormir en mi cama.

Mantengo la vista fija en el portón rojo, indecisa de sí estar aquí es buena idea. Aspiro todo el aire que puedo y lo dejo salir antes de animarme por fin a tocar el timbre.

Esto es como otro dèja vu, una repetición aleatoria de algo que hace un par de meses hice, la única diferencia es la razón de mi visita y, el hecho, que la persona que me abre no tiene la misma expresión confusa de esa primera vez, sino, una de desagrado.

—Pasa. —se hace a un lado y le tomó la palabra, adentrándome a terreno desconocido.

Exagerada. Me dice esa voz interna.

Contemplo discretamente los alrededores, al igual que en esa ocasión, visualizo rápidamente la estructura de la casa, aunque, la diferencia es que hoy he entrado. Eran las mismas dos plantas con muros color blanco y grietas —que indicaban, la casa era antaña —, como aquel primer día supuse, el lugar estaba en medio de un gran patio.

Menudas fiestas podrían dar aquí.

Lo que me sorprendía era que a pesar del pasto bien podado y cuidado no hubiera más que un par de árboles en él.

Me sentía sumamente nerviosa. ¡Por Dios! Hasta las manos me sudan. Cuando recibí su llamada no sólo estaba sorprendida porque él tuviera mi número también por la urgencia de verme. Digo, él nunca fue malo conmigo y luego del diez que Hamilton me había ayudado a obtener, sentía que era lo justo; con lo que no contaba es que los sentimientos cambian con la misma velocidad que un rayo y el que yo fuera la quién contribuyó a la expulsión de su hermano... Okey, no fui yo realmente, fue la estúpida pelea que se dio entre Hamilton y esos imbéciles, la cuál, por cierto se ocasionó, en teoría, por mi culpa.




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