Era el peor momento de mi vida para no tener empleo, necesitaba uno lo más urgente posible y en un hotel dudaba que lo volviera a encontrar tan rápido, me tomaría algunas semanas, mientras lograba encontrar alguno que necesitara un administrador hotelero, de ser así serian dos o tres meses sin paga y eso realmente me estaba realmente muy desanimada por lo que acaba de pasar. Sabía que no me podía quedar mirando a las personas caminar de un lado a otro por la ventana de la cafetería; aunque también estaba algo molesta durante todo el tiempo que estuve trabajando en el hotel siempre hice lo mejor para que no pasa esto, no tenía idea que al pasar los seis meses no podría seguir era algo ridículo, aparte ahora solo me quedaba la liquidación, que también me dejo bastante decepcionada con lo que me dieron solo me alcanzaría para pagar el mes de arriendo y para unos pocos días de comida pero no para varios meses, como me lo había imaginado. Estaba algo resignada, mire a las personas que caminaban de un lado a otro, algunos esperaban el autobús en la parada y otros pocos esperaban un taxi. Solo me quedaba que en ese momento un milagro cayera del cielo.
― ¡Fantástico! ― sarcásticamente dije mirando el cielo, mientras empezaba a llover, no tenía paraguas para irme a casa, lo mejor era pedir otro café y esperar que dejara de llover tampoco es que tuviera muchas ganas de irme pronto de ese lugar. Al levantarme de mi asiento note que la cafetería estaba bastante vacía, eso me ayudaría a pensar en que debería hacer y cómo lograría lidiar con esta situación. La chica que trabaja allí me atendió muy bien con una sonrisa muy amplia a los pocos minutos me dio mi bebida, volví a sentarme en la misma mesa que daba hacia la calle aun con la lluvia las personas seguían caminando con sus paraguas una que otra corría intentando escapar del agua y refugiarse en algún lugar seco, varios hombres con traje entraban a la cafetería con algo de agua en sus perfectos trajes. Di algunos sorbos a mi nuevo café, solo me quedaba revisar las ofertas laborares. Suspire demasiado desanimada de verdad esperando que algo Bueno sucediera.
Alrededor de unas dos horas el cielo se veía algo despejado, pero seguía siendo gris, debía aprovechar que ya no llovía, termine mi tercera bebida y me marche salí y estaba haciendo muchísimo frio, estar en falda y con tacones no era la mejor idea para ese día, pero pensé que las cosas en mi trabajo iban hacer diferente, camine hasta a casa era tan solo tres calles de distancia. Debí darme prisa no pasaron ni dos minutos cuando salí de la cafetería y la lluvia regreso, no iba a correr con tacones ya no me importaba mojarme seguí caminando lo más rápido que pude sin ir a caerme o pisar un charco, estaba a una calle de llegar, pero el semáforo cambio a rojo y tuve que detenerme un Mercedes Benz paso a gran velocidad causando que me bañara de pies a cabeza con agua fría y sucia.
― ¡Desgraciado! ― grite al auto cómo si el conductor me hubiera escuchado. El semáforo cambio y seguí caminando a casa, al llegar al edificio no me sentía muy bien, aparte más que tendría que lidiar con Sam , sé que ella no se enojaría conmigo porque no tengo empleo, pero aunque seamos amigas desde pequeñas, no podía dejar que ella pagara el alquiler completo del departamento, venir a esta ciudad era la manera de demostrarles a nuestros padres que podíamos ser independientes y sobre todo ya que terminamos la universidad, era nuestra forma de decir ya somos adultas y podemos vivir nuestra vida pero la verdad me comenzaba arrepentir de haberme marchado de mi casa, ahora tenía más problemas.
También tenía que tomar en cuenta que las cosas para Sam las cosas siempre habían sido más fáciles en casi todos los aspectos, en la escuela siempre la escogían a la primera para formar equipos, estaba entre las mejores estudiantes junto conmigo y fue la presidenta de la clase; incluso nuestros compañeros siempre botaban la baba por ella, ella era la más popular de toda la escuela y a mí me conocían como la mejor amiga de Samantha, la verdad ya me había acostumbrado unca me gusto llamar tanto la atención como a Sam, incluso que los chicos estuvieran locos por ella me parecía muy normal una mujer muy hermosa, es pelirroja de nacimiento su cabello es largo lo tiene hasta casi debajo de su cintura, sus ojos son de un hermoso tono verde y su sonrisa es perfecta no tuvo que lidiar con el aparato por dos largos años como sucedió conmigo. Lo único que tenemos parecido es que somos de la misma estatura 1.57 centímetros y ambas somos rellenitas, Sam siempre ha peleado que las modelos de pasarela son esqueletos con la capacidad de caminar y algo que ama más ella que cualquiera cosa en este mundo es comer.
Entre a nuestra casa y para mi suerte, Sam no se encontraba en casa, al darme cuenta estaba empapada de pies a cabeza, chorreaba agua por todas partes, para no mojar todo, en la puerta me quite la ropa mojada que se me dificulto un poco y la metí a la lavadora, no me importaba estar desnuda porque estaba sola, entre al baño y tome un largo baño con agua caliente, mientras lo hacía pensaba en que debía hacer con mi empleo.
Una vez limpia y entrada en calor me encerré en mi habitación a revisar las ofertas laborales, a las pocas que podía aplicar no pagaban sino después de los tres meses o eran en otras ciudades, no sabía qué hacer. En ese momento me gustaría tener la suerte de Sam, ella consiguió trabajo en menos de una semana al terminar la universidad, yo solo conseguí las prácticas en el hotel, pero esos seis meses fueron fantásticos me encanto todo lo que hice, pero llegaron a su fin muy rápido.
― ¡Lauren! ― escuche la voz de Sam a través de la puerta, me levante de la cama para verme con ella en la sala, tendría que afrontarla algún día y como dicen más tarde que nunca.
― ¿Qué pasa Sam? ― Me mostro unas bolsas de comida, su sonrisa era tan grande que sabía que lo que había dentro de cada una era algo que le encantaba.