Descendientes ||the Last || Libro 2

CAPITULO III

En Kebhek, las cosas seguían tensas. Elizabetha había recluido a los prodigios en una habitación especial, pero algo dentro de ella le decía que esa había sido una muy mala decisión. Por mucho que odiara admitirlo, esos chicos eran de mucha ayuda, gracias a las habilidades y a los conocimientos que poseían. La rejuvenecida mujer se encontraba afuera de la habitación, recargada sobre la puerta meditando sobre la decisión que debería de tomar. Ir detrás de sus nietas, era riesgoso, sin mencionar que la provincia no contaba con los recursos necesarios para emprender dicha misión. Sabía de sobra, que aquel grupo de chicos podría ayudar. Lo sabía muy bien, pero su orgullo, su vanidad y su codicia podían mas que ella.

 

En Evenigh, las cosas habían cambiado. La misión que Merina había planeado se complicó. No solo tenían que rescatar a los padres de los prodigios, si no también al resto de los dotados, quienes al igual que el resto de los rehenes, habían sido víctimas de semejantes actos de tortura.

 

Hazel se encargo de inmediato de los heridos y logro reponer a una gran mayoría de ellos. Zoé, tenía medio rostro deformado gracias a la hinchazón de los golpes que había recibido. La niña se le acerco y colocó sus manos sobre su rostro, disminuyendo la hinchazón y logrando que muchos de sus malestares se marcharan.

 

La chica cayó de rodillas al suelo, mientras respiraba con dificultad y apoyaba las manos en el suelo tratando de reponerse. Merina la observaba con cuidado.

 

─ Infórmame, ¿qué fue lo que ocurrió después de Prímula? ─Preguntó ayudándola a ponerse de pie. Zoé levantó la vista y la vio agradecida.

 

─ Nos tomaron por sorpresa. No me enorgullece, pero, mi equipo fue el causante de la muerte de mas de la mitad de los dotados. Sin embargo, apenas pusimos un pie en Aomine, las cosas se complicaron. La enfermedad con la que nos toco lidiar era demasiado avanzada y por poco no la cuento. Al parecer esa maldita bruja trataba de deshacerse de mi ─, dijo la chica con rencor ─. Todos los que ves aquí, somos los que decidimos aliarnos para escapar. Estábamos por lograrlo justo cuando escuchamos mucha movilización en el centro, supe de inmediato que se trataba de tu equipo. El rostro de esa chica estaba por todos lados.

 

─ Wen ─, dijo Merina al recordar de nuevo a su difunta compañera.

 

─ Teníamos la intensión de aprovechar la oportunidad y escapar de ese maldito lugar, pero aún no teníamos la cura para ninguno de los objetivos. El limite se dio y los soldados nos trajeron aquí. Creí que por ser quien soy, estaría a salvo, pero luego darnos la cura comenzaron a torturarnos para que habláramos sobre ti. Tal vez creyeron que éramos amigas ¡Por favor! Si casi nos matamos una a la otra en esa maldita prueba ─. Merina escucho atenta y continuo con su plan, el cual ahora, incluía también al resto de los dotados.

 

─ ¿Quieres hacer pagar a Dagha? ─, lanzó la pregunta mientras cruzaba los brazos y veía desafiante a Zoé. La chica hizo la boca de lado y dibujo una audaz expresión en el rostro.

 

─ Si tienes un plan, yo te sigo, Keberiana ─. Le respondió. Merina comenzó a observar todo a su alrededor, viendo las posibilidades que tenía. Sonrió complacida y volteo hacia el nuevo equipo que la acompañaba, el cual consistía en su hermana, Zoé, Fabién, Sean y unos cuantos miembros más, a quienes Merina no conocía.

 

─ Antes que nada, hay algo que tienen que saber ─, advirtió la chica viendo fijamente a su nuevo equipo. No consideraba prudente comenzar con mentiras y ocultarles la verdad de lo que ocurría. Hazel la observó un poco consternada. No esperaba que su hermana se atreviera a hablar de la condición que ambas poseían, pero comenzaba a conocerla y sabia que Merina no estaría tranquila sin hacer lo creyera prudente. El resto de los presentes observaron atentos, mientras la chica tomaba aire y se llevaba las manos a la espalda, como la vieja costumbre que tenía su madre biológica ─. Deben de saber que mi hermana y yo, no somos seres comunes ─, dijo, tratando de buscar la forma de hacerse entender ─, supongo que tú, Zoé, debes de haber escuchado algo sobre los Nikkeis ─. La chica rio con sorda y levantó la vista hacia la chica acercándosele.

 

─ ¡Por favor, Keberiana! ¿Crees acaso que no sabemos quienes son ustedes? ─ le dijo haciendo una mueca que imitaba una sonrisa.

 

─ ¿Quieres decir que no nos temen? ─cuestionó Hazel.

 

─ ¿Temerles? ¡Si desde que lo sabemos hemos estado impacientes porque aparezcan a matar a esa maldita bruja! ─ expresó una chica de cabello azul, y bellos ojos grises. Los murmullos de aprobación no se hicieron esperar. Aquellos chicos estaban deseosos de poder obtener su venganza y su mejor arma, había llegado justo a tiempo para consumarla. Sin embargo, las cosas no les serian demasiado fácil.

 

Unos pisos arriba, Dagha de Evenigh estaba preparando sus tropas para hacerle frente a la nikkei y recuperar a la Detha.

 

Sabia perfectamente bien, que no podía dejar que ambas abandonaran la provincia. Mas allá de lo que pudiera ocurrir con la guerra, su orgullo se vería afectado y eso era algo que simplemente no podía ocurrir. Ordenó a su hermano Serith que custodiara las fronteras de la provincia, sin dejar paso para que aquel grupo huyera. Se vistió con una brillante armadura, similar a la que usaban sus guerreros, los famosos battle angel's, con aquella hermosa armadura plateada, que lograba confundir al enemigo. La de Dagha era ligeramente distinta, pues dada su costumbre, el glamour y la elegancia, eran algo que simplemente no podían faltarle a alguien como ella. Avanzaba decidida, este seria el fin de la guerra y ella tendría la victoria apostaba por ello.

 

Cientos de guerreros caminaban detrás de ella, armados hasta los dientes con distintas armas, cuya peligrosidad variaba. Dagha no llevaba consigo, ningún tipo de arma, sabia que no lo necesitaba, su sola presencia era más que suficiente para imponer miedo.




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