Descendientes ||the Last || Libro 2

CAPITULO X

Eran pasadas las doce de la noche y todo mundo trataba de dormir. Merina se encontraba en una habitación, junto con Hazel, Sula y la pequeña Mithra, quien dormía en un rincón. Sobra decir que, ninguna de las tres era capaz de conciliar el sueño. Tenían demasiadas cosas por hacer y tanto sus cuerpos como sus mentes estaban agotados, pero las ideas no podían abandonar tan fácil sus cabezas, así que el sueño tardo en llegar.

 

─ ¿Crees que todo salga bien, Merina? ─preguntó Hazel, desde el otro lado de la habitación. Merina se encontraba sobre la parte alta de una litera, observando el techo. Aquella escena le recordó a la noche que paso junto a Alma, antes de comenzar la segunda prueba de la simulación, por lo que sonrió con algo de ironía.

 

─ Estoy segura que así será ─respondió confiada. Hazel sonrió aliviada desde su cama.

 

─ Hay algo que quiero preguntarte, Merina ─dijo Sula susurrando, como si tuviera miedo despertar a alguien. La chica se dio la vuelta y quedó en la orilla de la cama viendo hacia abajo, donde se encontraba la pequeña.

 

─ ¿Qué pasa Sula? ─la niña se sentó en la orilla de la cama, mientras que Hazel, movida por la curiosidad hizo lo mismo.

 

─ En mi visión, jamás vi morir a todas esas personas, ¿por qué les mostraste todas esas muertes? ─Merina sonrió con algo de malicia.

 

─ Querida Sula, ya se lo dije a mi abuela y ahora te lo digo a ti. El miedo mueve a las masas.

 

Al día siguiente, muy temprano, el movimiento en aquel inmenso castillo, había vuelto a aparecer. Tanto Daniel como Patrick, hicieron que todos despertaran desde muy temprano para comenzar con su entrenamiento. Mientras tanto, Thara y Hazel se encargaban de calmar a los pobladores de la provincia. Arthas y Favela, por su parte, permanecían en el laboratorio encerrados, creando las armas que Merina había pedido.

La chica avanzaba con paso lento por los corredores observando que todo estuviera yendo como se supone que debería. Llego a una antigua habitación en donde la esperaban; Nicolás, Tadeo, Nancy y Elizabetha, además de Evelin quien permanecía justo en medio de Nick y Tadeo. Cuando la chica entró, todos cambiaron sus semblantes, lo que provocó que Merina intuyera que algo no iba del todo bien.

 

─ ¿Ocurre algo? ─preguntó algo nerviosa. Nancy se quitó un par de gafas que llevaba consigo y se acercó a la chica con la mirada algo decaída.

─ Parece ser que no tenemos buenas noticias, respecto al portal para evacuar a los pobladores ─respondió. Merina sintió un poco de presión.

─ ¿Qué quieres decir con eso? Les he dado las coordenadas de Nueva Inglaterra, ¿porque no se puede crear el portal?

─ Los campos magnéticos que mantienen las murallas y el camuflaje de la provincia, interfieren de manera directa con la creación de dicho portal ─, explicó Tadeo.

─ Debemos buscar otra manera de evacuar a todos los pobladores ─, agregó Nicolás. Merina se llevó las manos a la cabeza, tratando de mitigar un poco su estrés. Justo en ese momento, se escuchó un fuerte estallido, proveniente de la habitación donde se encontraban Arthas y Favela. Todos corrieron para ver qué era lo que pasaba. Una gran cantidad de humo comenzó a salir de habitación, haciendo que sus dos únicos habitantes salieran tosiendo con fuerza.

─ ¿Qué ocurrió? ─preguntó Merina, mientras se acercaba corriendo a ambos. Sin embargo, ninguno tuvo oportunidad de responderle, ya que a sus espaldas el resto de los prodigios y dotados venían echando pestes.

─ ¡Eres un bueno para nada, Patrick! ─reclamaba Dorothy, molesta.

─ No es mi culpa que no tengas ni un poco de disciplina, Cooper ─. Replicó el chico.

Se armó un alboroto. Todos se gritaban entre sí y discutían y se reclamaban por cosas que Merina no comprendía. Esto estaba colmando su paciencia. Ayudó a Arthas y Favela a ponerse de pie y giró hacía el resto de sus compañeros. Ninguno le prestaba atención. El escándalo era cada vez más y más fuerte. Hazel y Thara se acercaron a Merina en silencio.

─ Creo que no es momento para decirlo, pero no logramos calmar del todo a los pobladores ─dijo Hazel en voz baja a su hermana. Merina giró de golpe y la vio frustrada. Cerró con fuerza los puños y salió de ahí, sin ningún rumbo definido. A su paso, las lámparas y los cristales que estaban a su paso estallaron sin ningún motivo aparente. Los presentes giraron hacía ella, sin decir nada. El silencio apareció, pero ya era tarde.

 

Merina llegó a un amplio patio trasero. Un lugar hermoso, completamente verde y rodeado de flores, arbustos y un hermoso lago azul, todo evidentemente natural. La chica se llevó las manos a la cabeza y gritó mientras se derrumbaba y quedaba en cuclillas.

Todo parecía salir mal, y no había suficientemente tiempo para perder en discusiones. Tenía que pensar en algo, pero se sentía agobiada. Algunas lágrimas escaparon de sus ojos. Se puso de pie y observó aquel hermoso lago. Extrañamente, le parecía que ya había estado en ese lugar. Avanzó un poco y tocaba cada árbol como si jamás los hubiera olvidado.

De pronto, un recuerdo se presentó en su mente de manera tan vivida, que era como volver a vivir aquello.

 

... ─ ¡Muy bien, ¡Merina, lo hiciste! ─expresó una mujer de piel canela y ojos color ámbar─. ¡Espera a que tu tía vea esto!

─ ¿Qué tengo que ver? ─Preguntó una Helen mucho más joven, acercándose a la escena.

─ ¡Mira tía, he congelado el lago! ─contestó una niña de piel morena y ojos simples, que saltaba mientras apuntaba hacia un gran piso de hielo que, hasta hace poco era un hermoso lago. Helen abrió la boca, sorprendida y se acercó a su sobrina mientras la cargaba.

─ ¡Eso es magnífico, Merina! ─le dijo estampándole un beso en la frente─, pero recuerda que debes deshacerlo antes de que alguien llegue. La niña bajó y se acercó al lago, chasqueó los dedos y el lago volvió a la normalidad, mientras la pequeña corría por todos lados y giraba contenta. Las hermanas Demoore conversaban, mientras la niña seguía jugando.




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