“Él”
Luego de aquel rotundo y cruel rechazo de Kara hacia él, Mateo se concentró los siguientes dos meses concentrado en él mismo y en ser el mejor de todo Roosevelt, lo cual estaba logrando porque había aprobado todos sus exámenes de medio año y solo le quedaba enviar su formulario a Cambridge.
Aquella tarde de domingo, de la segunda semana de julio, Mateo terminaba de pulir su formulario, echándole una última revisada antes de enviarlo.
-Solo presiona enviar. –Gruñó Héctor, que estaba recostado sobre la cama de Mateo.
-En eso estoy. –Respondió Mateo con voz perdida, dando los últimos clicks–. ¡Listo! Ahora solo hace falta esperar la respuesta. –Expresó Mateo luego de enviarlo. Cerró su laptop y se volteó hacia Héctor.
- ¿Y ahora qué? –Preguntó Héctor con interés.
-Solo queda esperar la respuesta, ya te dije. Tomará entre uno a tres meses. –Respondió Mateo levantándose de su asiento para acercarse hacia su ventana. Se le había hecho una extraña costumbre el ver por su ventana como si esperara ver a alguien en la calle. Y por un momento, su mente le jugó sucio y pudo ver a Kara en la acera de la calle del frente, mirando hacia él.
-Yo no hablaba sobre eso, huevón. –Dijo Héctor, pero Mateo no respondió porque seguía mirando hacia la ventana–. ¡Mateo! –Gritó para sacarlo del trance.
-E-eh, ¿qué? –Balbuceó Mateo, volteando para ver a Héctor de golpe. Y sin esperar un segundo más volteó hacia la ventana nuevamente, con la única diferencia de que esta vez ya no vio a Kara ahí. Mateo se sorprendía de lo que mucho que podía imaginarse algo, pero aquello ya le parecía absurdo porque lo hacía inconscientemente. Y sabía a la perfección cuál era la respuesta a aquella preocupación, por más que había pasado un par de meses desde aquel rechazo, él no dejaba de pensar en ella ni por un segundo, sin importar cuánto lo intentara.
- ¡Qué a dónde vamos! –Espetó Héctor casi en gruñido–. ¿Sí me estás escuchando o qué carajo?
-Sí lo hago. –Respondió Mateo volviendo en sí–. Tú dime, tú eres el de los planes.
-Alejandro me escribió diciendo que está en el Skatepark de aquí cerca con unos amigos. –Dijo Héctor sin apartar la mirada de su teléfono.
-Pues vamos, de todas formas, no hay nada qué hacer por ahora. –Sugirió Mateo decidido, alentando a su amigo para que se levante de su cama.
Unos minutos más tarde ya estaba ingresando al skatepark, buscando a Alejandro con la mirada entre los chicos que patinaban y los que observaban alrededor.
- ¡Imbéciles! ¡por aquí! –Gritó Alejandro para llamar su atención a los lejos, estaba montado sobre un skate, listo para bajar por una rampa no muy alta y luego de unos segundos bajó sobre el skate, avanzando en zigzag hacia los chicos hasta llegar a ellos y frenar girando un poco la delantera del skate para detenerse con estilo–. ¿Qué fue? ¿Quieren intentarlo?
-Estás loco, si me caigo me rompo la cara, eso es seguro. –Respondió Héctor un tanto quejumbroso.
-Ha ha ha, no gracias. No es lo mío. –Respondió Mateo vacilante.
-Ha ha ha, cobardes. –Informó Alejandro burlándose de ellos. Se bajpo del skate y lo cargó para dirigirse a las gradas a un lado, Mateo y Héctor lo siguieron por detrás.
- ¿Y qué te trajo a patinar hasta acá? –Le preguntó Mateo mientras se sentaba en una de las gradas. Los rayos de sol que empezaba a descender hacia el horizonte caían directamente en el rostro de Mateo, por lo que tenía que fruncir ligeramente el ceño.
-Ellos. –Informó Alejandro, señalando a un par de chicos que patinaba a lo lejos, uno en skate y otro en patines de cuatro ruedas–. Me contaron de este lugar y quise venir a ver qué onda, y la verdad está muy bueno.
-Sí, para mí no es un lugar que recurra muy seguido.
-Pues tú te lo pierdes. –Respondió Alejandro–. Por cierto, hablando de cosas que se hacen muy seguido. ¿Qué onda con Kara? Hace mucho tiempo que quería preguntártelo, pues vi que ya no frecuentan y ahora parecen desconocidos, ¿se acabó la “amistad”? –Preguntó con presunción, haciendo comillas con los dedos cuando mencionó la palabra amistad.
-Ya huevón, da igual. Ya sabemos que Mateo es un imbécil cuando se trata de amor. –Respondió Héctor, mostrándole su apoyo a su amigo mediante una seña asentando con la cabeza.
-Soy muy exigente. –Respondió Mateo al comprender que Héctor lo estaba salvando de un incómodo momento.
- ¿Qué harás para tu cumple? –Le preguntó Héctor a Alejandro serenamente. –Solo falta una semana, pero ya quiero ver la party que vas a armar.
-De eso no lo dudes ni por un instante. –Le respondió Alejandro alardeando–. Aún no sé dónde la haré, mis papás querían que vayamos a cenar a La Locanda, pero les dije que ni en sueños, y que quería hacer una fiesta con mis amigos, y ellos aceptaron con la única condición de que no sea en casa, así que aún no sé dónde la haré, pero donde sea va a estar buenísima.
-Sigo sin creer que estás siendo capaz de llegar a los dieciocho huevón. –Dijo Mateo con presunción, sonriendo vacilante.
-Eres un imbécil. –Le respondió Alejandro muy vacilante–. Y, por cierto, ambos son los únicos de los que espero un regalo para de imbéciles, así que más les vale que tenga algo bueno.
- ¿Bueno? Obvio no, va a ser buenísimo. –Dijo Héctor muy confiado, llamando la atención de Mateo, preguntándole con la mirada de lo que hablaba, a lo que Héctor le respondió con un simple ceño de acentuación con la cabeza que Mateo entendió a la perfección.
“Ella”
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Editado: 16.10.2021