25-03-19
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No volví a dormir bien luego de haber descubierto lo que había pasado con Gisela, pero ella no era lo que me incomodaba, sino era la simple idea de ocultar a su asesino, aunque haya sido un accidente. Tuve el fin de semana más incómodo de toda mi vida, tres días sin saber cuál sería mi próxima jugada, ¿Cómo se suponía que ayudaría a José? ¿Cuánto tiempo más podría seguir esa mentira? Me mantuve con el miedo, pensando en que un día alguien lo descubriría. Se había vuelto cotidiano el no saber qué hacer con mi vida y, a decir verdad, ya estaba harto.
Obedecí cada orden de mi madre durante los días que pasaron, no objeté, traté de evadir cualquier sentimiento de culpa y reprimí cualquier movimiento o actitud sospechosa. Lo que sabía era muy grave y mi madre no debía enterarse sin importar qué, ningún adulto debía enterarse. Cuando llegó lunes, extrañamente me sentí aliviado. Quería huir de mi casa, pero tenía miedo de hacer notar mi intranquilidad, de alguna forma, me afectaba mucho lo que pensaran los demás sobre mí.
Mi madre nos dejó en el colegio como se le había hecho costumbre, de todas formas, en el momento en el que estaba no tenía otra opción. La noticia de mi intento de suicidio había llegado al oído de todos en el colegio, absolutamente todos me miraban con temor y cuchicheaban mientras avanzaba hacia mi salón. Me sentí invadido por el enojo, porque no sabía lo que decían sobre mí y sobre todo porque no sabía lo que estaba pasando, simplemente hablaban por hablar.
- ¡Erick! –Apareció Marco desde atrás–. Amigo, ¿Cómo estás?
Marco había sido la primera persona en preguntarme cómo estaba y no porqué lo hice.
-Mejor de lo que me gustaría estar, pero gracias por tu interés. –Le respondí.
-Sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites, ¿verdad?
-Claro.
-Cool. Oye, ¿has hablado con Camila estos días?
-No, mi madre me ha quitado el celular y la laptop, no tengo con que conectarme.
-Bueno. Entonces te lo digo yo, al parecer Percy está a una infracción de ser expulsado permanentemente del colegio.
- ¿Qué? ¿Por qué?
-Erick, es la segunda vez que se mete en un lio con Mario. Y ya sabemos cómo es Mario, toda una víctima. –Dijo en son burlón, haciendo comillas con los dedos cuando dijo víctima.
-Mierda.
- ¿Qué? –Me cuestionó.
-Todo es mi culpa, Percy está en números rojos por ayudarme.
-Vamos, no te atormentes. Percy sabía lo que hacía.
-Sí, pero no fui agradecido con él. Carajo.
Era extraño la forma en la que había cambiado de opinión sobre Percy en cuestión de un día. Supongo que entendí a Percy, por la forma en que pensó y actuó. También me sentí de la misma forma, y probablemente habría hecho lo mismo que él.
-De todas formas, ya no hay nada que se pueda hacer. El daño está hecho, y para mí parte de la culpa es de Mario.
-En eso sí te apoyo, Mario ha hecho mucho daño.
Y como llamado, apareció el hijo pródigo. Tan molesto y con su actitud complejamente absurda.
-Erick, amigo mío. ¿Cuánto tiempo? Hace mucho que no nos vemos. –Habló Mario, burlonamente.
-Jódete. ¿En serio crees que no sé qué fuiste tú el que puso la marihuana? ¿Crees que soy tan imbécil?
- ¿Marihuana? Ah. Hablas de la que te encontraron en la mochila. Yo no uso esas cosas hermano, soy sano. –Guiñó el ojo–. Solo no intentes matarte por esto.
Marco empujó a Mario contra la pared, amenazante se acercó con enojo.
-Esta es la última vez que te metes conmigo o mis amigos. Soy capaz de muchas cosas y no me temblaría la mano cuando se trata de una basura como tú. –Le espetó.
- ¿Es una amenaza? –Le preguntó Mario con una sonrisa burlona, desafiante–. Porque si lo es, déjame decir que no te tengo miedo, imbécil. –Terminó empujando de vuelta a Marco con enojo.
-Estás advertido. –Le dijo Marco.
-Sí, sí. Lo que tú digas princesa. –Se burló Mario alejándose. Su actitud dejaba mucho que pensar, podría jurar que si tuvo miedo y que trataba de huir de nosotros.
- ¿Crees que hará caso? –Le pregunté a Marco.
-Es Mario. Nunca sabemos lo que pasará. –Me respondió él.
Las clases se sintieron extrañamente satisfactorias, era lo que necesitaba para distraerme de ese maldito sentimiento. Durante toda la mañana, Camila me evitó a toda costa, ni siquiera me miraba por más de un segundo. Cuando llegó el receso seguí a Camila, quien por enésima vez huía de mí.
-Cami. –Le dije desde atrás cuando ella bajaba las escaleras, pero no volteó. –Camila–. Dije, levantando la voz y fue entonces cuando se detuvo y volteó.
- ¿Qué? ¿Qué es lo que quieres decirme, Erick? No podía quedarme con los brazos cruzados, no iba a dejar que te mueras. Necesitabas ayuda, y ya sé que crees que no lo necesitas, pero yo no pienso del mismo modo. ¡Percy era la mejor opción para hacerlo! –Se exaltó.
- ¡Camila! ¿Puedes escucharme un momento? –La interrumpí–. No estoy molesto contigo.
- ¿No lo estás?
-Hay algo que tengo que contarte. Es muy grave. –Le susurré.
- ¿De qué hablas? –Se intrigó ella.
-Es sobre… –Intenté decir, pero Marco corrió hacia nosotros rápidamente, impidiendo que diga algo más.
-Percy está apunto de infringir su tercera infracción. –Dijo agitado.
- ¿Qué? –Espeté.
Corrimos hacia la cafetería, Karen sostenía a Percy para que no vaya contra Mario, quien le estaba diciendo algo que no podíamos escuchar bien por la distancia. En la pared había una caricatura mía que tenía dos equis por ojos, estaba dibujada en una cartulina un poco grande y arriba del dibujo tenía escrito “Erick, el muerto viviente”.
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Editado: 16.04.2021