01-04-19
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Cada que pensaba en Lucas, y en que se drogó para saber por qué lo había hecho yo, recordaba a Gael y José. Historias similares qué si no se solucionaba, podrían terminar de la misma forma, con una muerte, muchos secretos y mucho dolor. No podía dejar que pasara eso, así que el día anterior, Percy y yo nos pasamos todo el domingo asegurándonos de que Lucas no vuelva a drogarse, pese a que nos había dicho que ya no tenía más cocaína. Por otro lado, afortunadamente Percy aceptó mi “historia” como verdadera y me ayudó con Lucas. El lunes, cuando regresamos al colegio, advertimos a Lucas que lo tendríamos vigilado durante todo el receso. Sería difícil, pero tenía que ser así.
Afortunadamente para mí, el profesor con el que debía entregar mi ensayo no asistió porque estaba enfermo. Fue una preocupación menos del montón, ya que no había logrado ni siquiera empezar mi ensayo luego de lo que pasó. Así que la ansiedad al no saber lo que hacía Lucas mientras estaba en mi salón era demasiada, no podía estar tranquilo, no podía concentrarme del todo en las siguientes clases. Conté cada minuto, hasta que llegó la hora del receso. Salí rápidamente del salón al escuchar la campana, Camila y Marco me siguieron por detrás, impacientes al querer saber qué era lo que me tenía así. Sin embargo, no tenía ni el más mínimo interés de incluirlos en eso. Bajé las escaleras rápidamente, me encontré con Percy en el segundo piso, él ya había encontrado a Lucas y lo observaba desde una distancia a la que consideraba segura.
-Te ruego que no les digas a Cami y Marco, por favor. –Le dije a Percy, tratando de que solo él me escuche, ya que los mismos mencionados estaban detrás de mí.
-Entiendo que esto sea un problema familiar. –Dijo con semblante tranquilo.
-Gracias. –Le respondí, sin agregar nada más. Pude sentir su indiferencia, pese a que me ayudaba en eso, sentí que de algún modo había perdido la confianza que le transmitía.
-Hey, ¿qué hacen? –Preguntó Camila, llegando por detrás.
Hubo un pequeño silencio incómodo, que no supe cómo hacerlo desaparecer.
- ¿Alguno de ustedes vio a José? –Dijo Percy, salvándome del momento.
-Sí, pero no creo que quiera nuestra ayuda. –Le respondió Camila.
-No importa lo que él quiera, su vida depende de ello, y en parte, la nuestra también. –Le espetó Marco, dando pie a lo que me había dicho José. Tal vez de forma inconsciente, intentábamos ayudar a José porque teníamos miedo de lo que fuera a pasar, pero en ese momento no tenía cabeza para José. Lucas necesitaba estar vigilado para que no volviera a cometer la misma estupidez que había cometido yo, ya que la gran diferencia entre los dos, era clara. “El high” que había tenido yo había sido en cierto modo común en mi vida, pero en Lucas, según lo que me había dicho, fue satisfactorio y “de otro mundo”. Lo cual me preocupaba, porque si lo había sentido así, era más que obvio que lo intentaría de nuevo.
- ¿Qué planean hacer? –Preguntó Camila, insistiendo en saber la verdad.
- ¡Cami! Entiendo que te preocupes, pero hay cosas que no lo pueden saber todos, ni siquiera tú. –Espeté.
Camila se lo había tomado mal y se fue, enojada, triste, frustrada. Se había ido sin decir ni expresar nada.
-Ya que no necesitan ayuda, supongo que también debo irme. –Habló Marco, calmadamente y se alejó.
-Creo que esa no fue la manera de alejarlos.
-No importa. –Me importaba un comino si hería sus sentimientos, no había tiempo para los sentimientos, necesitaba encontrar la manera de que Lucas no vuelva a usar otra droga.
Lucas se había mantenido conversando con sus amigos durante todo el receso, luego de quince minutos, la campana volvió a sonar, demostrando el final del receso. Percy y yo esperamos a que Lucas ingresara a su salón, y una vez que lo hizo, nosotros encaminamos de vuelto a los nuestros. Camino al baño encontré a José y Sergio cerca las escaleras y me oculté al notar que conversaban secretamente. Me resultaba increíble las casualidades de la vida, y lo que había escuchado era parte de algo increíble.
-Gael era uno de mis mejores amigos, merezco saber la verdad. –Le había dicho Sergio.
- ¿De qué hablas? –Le respondió José.
-Ok, hasta aquí llegué. Sé que ocultas algo sobre Gael, y me lo vas a decir ahora, porque o es conmigo o con la policía.
- ¿Por eso te acercaste a mí? –Se alteró José–. ¡Solo querías información! ¡Información que no existe!
-Te lo advierto, mocoso. –Le espetó Sergio.
-Mari, seguro que Mario te metió esa absurda idea en la cabeza, no puedo creer que fui tan ingenuo. –José empezaba a frustrarse, necesitaba ayuda, tenía que ayudarlo. Me dispuse a salir de mi escondite y hacerle frente a Sergio.
- ¿Desde cuándo Mario es de fiar? –Le espeté a Sergio.
- ¿qué carajos? ¿Estabas escuchando? –Cuestionó él.
-Por cierto, tu profesor acaba de entrar a tu salón. –Le dije en tono confiado. Le mentí.
-Esto no se ha terminado. –Le espetó a José, y se fue corriendo a su salón.
-Te lo dije, José. Te dije que no se podía confiar en Sergio, pero no me quisiste escuchar. –Le hablé con franqueza.
- ¡No importa! ¡Nada de esto importa! De hecho, creo que no se puede confiar en nadie, ¡ni siquiera en ti! –Me espetó, con enojo en sus ojos y en su voz–. Al parecer solo soy una marioneta que usan para descubrir secretos, a nadie le importo. –Espetó frustrado, alejándose con furia.
Quise hablar con él, quise hacerle entender, pero iba tarde hacía mi salón y no tuve más remedio que correr y dejarme las palabras para después, porque no era el momento, y sobre todo porque no sabía lo que debía decirle exactamente, lo cual era típico de mí. Preferí huir, que confrontar. Me había decidido a hablar con José a la hora de salida, cuando no haya apuro. Sin embargo, el mejor consejo que podría dar es jamás dejar sola a una persona que se siente sola.
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Editado: 16.04.2021