Me dispongo tristemente a relatar, lo que hace mucho tiempo pasó, lo que los árboles susurran, lo que el viento canta, la historia de amor entre dos almas, puras, destinadas a amarse por toda la eternidad, sin importar las adversidades.
Hubo una vez, hace tiempo, una niña, que no tenía más de cuatro años, tan joven como era, no tenía idea de la aventura que la esperaba.
Por ese mismo tiempo, un joven muchacho, con unos escasos seis años, jugando con la pelota, no imaginaba siquiera, por todo lo que pasaría, por amor…
La pequeña niña, Lila, se divertía placenteramente en el jardín de niños al que acudía todos los días, hasta que un día como cualquiera, en el umbral de la puerta principal, aprecio, ese niño de seis años, Peter, al ver a la pequeña, no pudo evitar una sonrisa.
Entró y se presentó, explicó su situación y que simplemente acudiría allí, porque su madre debía trabajar, fue entonces cuando en Lila, nació algo que no fue capaz de describir.
Pasó el tiempo, Lila y Peter se volvieron amigos inseparables, amigos que lo compartían todo, él siempre la cuidaba y ella a cambio, le dedicaba dulces sonrisas, sonrisas que movían el mundo de Peter. Mas, nada es para siempre, y llegó el momento de la tormenta. La madre de Lila aceptó un nuevo trabajo, uno más flexible, y finalmente, Lila dejó el Jardín de niños, dejando en Peter un vacío que jamás se llenaría, uno tan grande, que le causaría tristeza el resto de su infancia. Lila, jamás pudo entender que era lo que en su joven corazón se cocinaba, pero, al llegar el momento, decidió apagarlo, para no causarle más daño a la pequeñita…
Así pasó el tiempo, los días se fueron convirtiendo en meses, y los meses en años, el dolor estaba completamente bloqueado, y los recuerdos, aquellos recuerdos de alegrías y diversión, de amistas y cariño, también fueron apagados, con la esperanza de eliminarlos.
Nueve años transcurrieron, largos años, que habían convertido a Lila en una jovencita hermosa, cuya sonrisa encendía corazones, y en cuyos ojos se encontraba un mundo lleno de posibilidades.
Peter, llegó a ser un joven estupendo y con muchas habilidades, un muchacho atlético y de mirada penetrante, un joven apuesto y muy altanero.
Como era de esperarse, Lila entró a un colegio de prestigio, al igual que Peter, lo que jamás se imaginaron es que estaban muy cerca el uno del otro, en el mismo lugar, y en el mismo tiempo, una vez más…
Y llegó el momento en que ambos debían encontrarse, no me lo preguntes querido lector, yo no conozco el por qué, solo sé que debía pasar…
Lo lamento… - dijo Lila.
No te preocupes – respondió Peter.
Ella, había chocado con él, pero en ese choque se dieron cuenta de algo, esos ojos, esa sonrisa, ¿dónde la habían contemplado antes? Se quedaron estáticos por escasos segundos, tratando de encontrar respuestas a sus muchas preguntas, mas no las encontraron y siguieron su camino…
Y de repente llegaron, los recuerdos, aquellos recuerdos que yacían encerrados bajo llave durante nueve años, fue cuando Lila volteó, y al mismo tiempo lo hizo él, cruzaron las miradas y reconocieron en ellas, algo que nueve años atrás habían visto, sintieron esa conexión nuevamente, y se abrazaron, los brazos de ella se enlazaron en el suave cuello del joven y los fuertes brazos de Peter, en la torneada cintura de Lila, sus sonrisas eran tan grandes que no cabían en su propia cara, se reconocieron y la amistad que murió nueve años atrás, resucitó, con mucha más fuerza.
Esa misma tarde se contaron sus aventuras, rieron, lloraron y finalmente, recordaron, aquellos momentos bellos que nadie jamás borraría…
Pasaron los meses, y de entre las cenizas, algo que fue muerto años atrás, resurgió, como el ave fénix que renace de su propio lecho de muerte, de los ojos de Lila sobresalía un brillo especial, cual estrellas en la noche más oscura, sus preciosos ojos se convertían en majestuosas perlas… al igual que de Peter, de sus ojos marrones, sobresalía algo mucho más especial, eran tal el brillo, que se creía que podrían alumbrar una triste noche en un bosque sin alma.
Finalmente ninguno de los dos pudo aguantarlo más y dieron rienda suelta al amor que nació hace nueve años y que posteriormente se consolidó.
Las sonrisas de despedida, se convirtieron en dulces besos y aquella miradas tímidas se transformaron en largos abrazos, que jamás acabarían.
Te amo – le susurraba al oído, él.
Y yo a ti – respondía Lila.
Así pasaron los meses y luego los años, y todo seguía siendo igual, el amor que nació, seguía creciendo, pero una vez más, la tormenta llegó para destruir todo.
Lila, fue aceptada en una universidad de reputación magnífica, ubicada en Europa, nuestra joven, soñaba con ese lugar, pero olvidó algo, Peter no lo sabía y, al enterarse su corazón se detuvo en seco, y luego se destruyó…
No deseo que te vayas – le rogaba.
Mas debo hacerlo – decía ella.
Te daré todo lo que pidas – insistía.
Pero me es imposible vivir de tu amor.
Es todo lo que necesitamos.
No, yo necesito más, necesito tener más, algo en lo cual apoyarme…
Seré lo que necesites – pedía.
No puedes ser lo que necesito Peter – agregó con lágrimas.
Y con esta última frase ella se dispuso a salir de la vida de Peter, para su propio bien, y el de él.
Lila, tomó el primer avión que partía y, a lo lejos divisó una figura familiar, su amado, la veía despegar, y, soltando una última lágrima Lila se marchó, una vez más.
Lila se convirtió en toda una señorita, con mucho éxito después de graduarse, era hermosa y con un potencial inigualable, volvió a su país de origen, nueve años después de haberse marchado, y ocurrió lo que debía ocurrir. Un día apurada como estaba, Lila chocó con un hombre, grande, fuerte, alto y un tanto anciano, Lila derramó el café en su traje, llevándose una reprimenda por parte del adulto, a lo que ella respondió con igual cólera, pero alguien se dispuso a defenderla, un joven, alto, delgado y muy apuesto, la defendió y se ofreció a pagar la tintorería del traje.