El sol resplandece imponente sobre un hermoso bosque de gigantes y milenario alerces, los pájaros cantan armonizando al bosque con sus suaves melodías, las flores abren sus pétalos esparciendo su perfume y el aire puro regocija a una pequeña niña colorina de once años llamada Joan, ella vive en una cabaña muy antigua junto a su mamá en medio del bosque; se abastecen a sí mismas con sus cultivos, sino viajan kilómetros al pueblo más cercano para comprar, vender o permutar lo que necesiten. Joan tiene un don divino, es capaz de escuchar la voz de los animalitos del bosque, pero los animalitos por miedo al ser humano no se atreven a hablar con ella. Un día la niña en sus incursiones a través del bosque buscaba leña, cuando escucho a un zorro pelirrojo hambriento hablar con un zorzal moribundo, una frase le llamo la atención.
–Debemos tener derechos humanos, también– dijo el ave.
El zorro burlesco se rio respondiendo –¡Eso dejo de existir!– continuo riéndose y a causa de su hambre devoro al indefenso zorzal.
Joan no le quitaba los ojos de encima al zorro pelirrojo hasta que este se fue escabulléndose entre el follaje del paisaje. De vuelta en casa Joan curiosa le pregunto a su mamá ¿Qué son los derechos humanos? Pero su mamá lo ignoraba, jamás había oído hablar de eso.
Durante la tarde sentada en los peldaños de la cabaña, la niña espera la llegada de un amigo para que le dijera la respuesta, es el único amigo que vive por los alrededores, más bien es su único y mejor amigo. El niño de diez años llamado Joaquín, le dijo que no lo sabía, el se sentó junto a ella en los peldaños y le vio una carita de pena, él conmovido, debido al amor que le profesa en secreto le dijo:
–Prometo ayudarte a encontrar la respuesta.
Ella solo le mira con ternura –¿Qué harás? ¿Ir al pueblo conmigo y encontrar a alguien que sepa?– menciono Joan con ironía.
–Sí– contesto Joaquín muy seguro de sí mismo.
–Yo estoy jugando.
–Yo no…
– ¿En serio harías eso por mí?
Joaquín confirmo precipitosamente, muy alegre con su cabeza, ella sonriente le dio un beso en la mejilla de agradecimiento y él se ruborizo.
–Primero debo pedirle permiso a mi papá– confeso el niño.
Joan se puso a reír, ella sabía que el papá de su amigo jamás le daría permiso.
Joaquín en su cabaña vieja tanto como desastrosa a la mitad de una rocosa montaña esperaba la llegada de su padre, tal vez él sabe la respuesta, aunque la poca educación que recibió en su vida era probable que lo ignorara. Esperó un día, esperó dos días, esperó tres días y el papá no llegaba. Al sexto día apareció, el tipo era un gigante mal humorado con una imagen y actitud de ogro. Joaquín con timidez se acerco a preguntar, pero este monstruo de padre que tenía no sabía la respuesta, molesto por un mal día, le dio una fuerte bofetada, prohibiéndole ver a la niña del bosque lo mando a su dormitorio.
Durante la noche Joaquín veía las estrellas desde su ventana, soñaba con alcanzarlas, esperaba encontrar una montaña tan alta para alcanzar una estrella y viajar por el espacio, buscar un padre o una familia en otro planeta que lo quisiera de verdad. Con un vacío en el alma tomo la decisión más importante de su vida, escaparse de casa. Angustia y dolor lo envolvieron, pero lo supero rápido, su amor por Joan era él impulso más grande que necesitaba se salió por la ventana y motivado por ver a su amiga se embarcaría en la aventura mas asombrosa que el pueda mencionar, ir al pueblo más cercano y descubrir que son los derechos humanos.
Al día siguiente Joan recibió a Joaquín, mientras desayunaban le conto a su mamá acerca del viaje que quería emprender junto a su mejor amigo. La madre inquieta pregunto.
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Editado: 04.09.2019