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Desde aquella vez en la playa no vi más a Thiago, mis amigas me dijeron que se había ido de vacaciones a Cuba de donde era su familia.

Después de eso, mis padres y yo nos mudamos a la Florida por el trabajo de papá y mamá; ellos son abogados y en ese entonces estaban trabajando en conseguir su propia firma de abogados.

Había pasado un año desde mi estancia allí, primer semestre de universidad, nuevos compañeros y nueva vida. Mis amigas siempre me estaban llamando, me ponían al día de lo que pasaba en el pueblo donde vivía, como también de los movimientos Thiago; cosa que yo no se los pedía pero que ellas siempre insistían en hacerlo.

Según ellas, él era el amor de mi vida.

Cada que hablábamos me decían que él preguntaba por mi, algo que sin duda me dejaba sorprendida por el hecho que sólo nos habíamos visto una sola vez. O eso creía yo.

Mi vida en ese año fue muy productiva a nivel personal y estudiantil.

Mis profesores me adoraban, ya tenía nuevos amigos y bastantes conocidos, mis padres iban creciendo poco a poco y a mi me estaba yendo súper bien.

Iba de fiesta en fiesta, también disfrutaba de las pequeñas cosas de la vida pero que para mi eran grandiosas; como un atardecer en la playa, siempre amé esos momentos tan únicos y especiales para mi.

Se pasó un año más y con el los cambios vinieron, al cuarto semestre de universidad un nuevo compañero llegó, fue Thiago quien entró por la puerta del auditorio dejando a más de una babeando y a otros malhumorados por la reacción de sus novias.

Se encaminó hacía la última fila y ahí, al lado mío se sentó sin siquiera mirarme.

Yo sonreí.