Desde Mi Cama

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Recuerdo el día que Thiago me propuso ser su novia; estaba ansioso y nervioso, se le notaba a leguas.

Estabamos viendo el atardecer en una playa a las afueras de Florida, el capó de su camioneta nos sirvió para sentarnos y él había buscado una manta para arroparnos.

Habíamos estado hablando del futuro y de cómo nos veíamos en dos años más adelante, yo le pregunté y entonces él respondió muy seguro.

–Me veo en mi apartamento, tomando una copa de vino rojo, a mi lado una bella chica de ojos color miel. Estamos abrazados y el ambiente está lleno de amor y felicidad.

–¿Una chica de ojos color miel? –mi voz salió casi en un susurro y mi ceño se frunció en total confusión.

–Si, una chica de ojos color miel. –Se estiró y me miró –Como los tuyos.

Bajé la vista y de repente ya no quise seguir hablando del tema. Pero él siguió.

–Quiero una chica con tu color de ojos; porque ese es mi nuevo color favorito, que tenga el olor de tu piel; porque es mi aroma favorito, que tenga tu cabello; porque me encanta ver lo bien que se mueve al compás del viento, que tenga tus labios; porque ese quiero que sea mi sabor favorito.

Lo miré anonadada por todas esas palabras tan bonitas que salieron de su boca, no sabía que decir, abrí la boca varias veces para responder pero nada salió. 
El se acercó a mí y me tomó de la mano, la llevó a la altura de su corazón y dijo:

–Mi corazón está desbocado, como siempre que estás tú presente. Y te digo algo Isa, mi corazón dejaría de latir ahora mismo si me dices que no a ser mi novia.

Yo abrí mucho los ojos y mi corazón fue el que estalló de emoción, mil sensaciones aglomeradas en mi pecho, mis manos temblorosas se fueron en dirección a él y lo abracé como nunca lo había hecho.

Ese día, fue nuestro primer atardecer como novios.

 




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