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En aquella ocasión me sentía como una adolescente experimentando el primer amor, había tenido sólo un novio en mi vida que gracias a Dios fue un chico increíble y que sin lugar a dudas estimo mucho.

Con Thiago fue diferente, nos conocimos y el nerviosismo del momento me llevó a prácticamente salir huyendo, pero me  gustaba, era un hecho. Y el volverlo a ver hace cinco años atrás fue un aliciente.  Mi corazón latió más rápido y algo se arremolinó en mi estómago.

Habían pasado ya cinco meses desde ese tres de enero y cada día sentía que mi amor por Thiago iba en aumento, era un gran hombre, fiel a sus convicciones. Queríamos llegar lejos como pareja, nos veíamos viajando y disfrutando de los buenos momentos que ofertaba la vida.

Estaba siempre pendiente de mi, mis papás lo adoraban, siempre se comportó de una manera tan dulce conmigo que mis padres sabían que la relación en muy poco tiempo se había consolidado.

Para el mes de junio él se había mudado y yo le ayudé a decorar su nuevo piso, era muy espacioso y me dejó muy en claro que cuando quisiera ese también podría ser mi hogar, pero yo no estaba aún segura de irme a vivir con alguien. Me sentía bien en mi pequeño apartamento que había adquirido hacer un año, amaba mi espacio y mi soledad. También lo quería a él, pero ambos sabíamos que lo mejor era ir despacio.

El tenía su trabajo en una de las cadenas hoteleras más importantes de la Florida, mientras que yo dictaba clases de literatura en un colegio privado.

La vida nos estaba sonriendo y de apoco ibamos escribiendo nuestra historia.