-7 de enero, 2018:
Aunque sus labios no lo nombren, en su mente retumbaba cada letra.
Trataba de omitir sus pensamientos, estafarlos o ignorarlos. Pero… ¿Quién puede librarse de sí mismo? Apenas si podía procesar lo que estaba pasando. Y aunque bastaron pocos días para que Kenya pueda desenvolverse e intentar estar mejor. No fue tarea fácil.
Soñó tanto con esto que quiso realizar todo lo que idealizó para su vida. Pero a pesar de ello, inevitablemente la nostalgia ganaba. La joven no salía del edificio y evitaba estar frente a las ventanas. Se asustaba cuando tocaban a la puerta o cuando algún celular sonaba.
Tanto tiempo presa de sus infiernos trastornaron sus ideales, desordenaron prioridades y cambiaron rotundamente aquella tan fuerte personalidad. Pero aún seguía sin perder la simpatía, respeto y amabilidad que la caracterizaba.
Cualquiera que la conozca bien nunca hubiera podido imaginar lo mucho que alguien puede influir en las decisiones y la personalidad de una persona.
Claramente le sirvió. Todo cambio, por mas mínimo que sea le servía.
Un jueves por la mañana, aprovechando la ausencia de todos en el departamento por compromisos laborales y de estudio decidió salir a caminar por las calles de Nueva York, su nueva ciudad, con la ilusión de poder estar en lugares con mucha gente y no sentir preocupación. Ese fue un consejo de su amiga quien en apenas unas semanas de convivencia se había convertido en un gran sustento para poder salir del mal momento por el que estaba pasando...
Al bajar al lobby del edificio, casi choca con unas cajas de al parecer unos nuevos vecinos. Sin darle mucha importancia y pidiendo disculpas, se retiró.
Hizo una cuadra, dos, y luego tres. Quien la hubiera visto podía jurar que parecía haber escapado de un hospital psiquiátrico con ese rostro pálido, manos temblorosas y la mirada perdida.
Paró en una plaza y se sentó en una de sus bancas. Un espacio verde colmado por actividades recreativas infantiles en la que sólo habían unos niños acompañados de sus madres. Nadie a quien temer, y allí se puso a reflexionar.
Si, seguía atada al pasado. Si, el insomnio hacia de sus noches eternas. Pero aún teniendo todo eso en la cabeza, ahuyentó la niebla que le imposibilita pensar con claridad y "¡Yo soy libre!" Exclamó en su mente.
"¿Por qué tengo que huir? Aquí nunca me van a encontrar, no sospecharían y Dylan no conoce a Brett así que fue perfecto venirme a vivir con ella y su familia."
Se hacía tarde y ya era hora de regresar. Pero antes quiso ir a un último lugar.
Un par de cuadras atrás vio un salón de estética y un poco nerviosa entró.
Tomó un turno y allí se sentó a ver un par de revistas. Se le escapaban unas sonrisas de los nervios, no sabía bien lo que se iba a hacer, pero un cambio de look era una gran forma de que no la reconocieran tan fácil y de esa forma ella también obtendría lo que mas le hacia falta. Confianza.
Su cabello era naturalmente oscuro y no era muy largo, pero decidió cortarlo aún más y aclararlo, pero no demasiado.
Ya de camino al departamento, Kenya pudo recordar a duras penas el trayecto de regreso. No se había ido muy lejos, pero su concentración se redujo con aquellos pensamientos que hacía meses no tenía y estos la dejaban algo desconcertada y sin sus cinco sentidos alerta.
Su mente y alma estaban conectadas y sólo idealizaba una cosa, libertad. No había nada más en su cabeza, nada mas que el alivio de saber que ya no estaría sola. Nunca mas. Los tenía a Brett, Bruno y su padre, quienes la hacían sentir como parte de la familia. También a su madre y su hermana, que a pesar de la distancia, los hermanos Allen la ayudaban a enviarles cartas con una dirección de falsa proveniente de Los Ángeles, debido a que la delicada joven y su padre trabajaban en una empresa de correspondencia.
Poco a poco pudo recibir su ropa, sus pertenencias, y noticias de cómo estaban su madre y la pequeña Libia.
Lo cierto es que tener la cabeza en otro lado no sólo le trajo algo de bienestar, sino que sus pensamientos casi ocasionan una catástrofe.
El semáforo cambió a verde justo en el instante en el que Kenya iba cruzar, y sin prestarle atención alguna, siguió caminando.
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Editado: 16.07.2018