Desde mi centro

"De eso de trata la vida."

–¡Mírala! Holgazaneando como siempre… ¿Qué no te cansas de estar tirada en esa cama todo el día? – Exclamó el joven señalando la camilla y despertando a la joven que descansaba en ella.
–Dylan, yo… estoy muy dolorida.- Gimoteó.
–¿Dolorida de qué?- Replicó con tono arrogante.
–Déjalo, no me escuches… enseguida me levanto para que vayamos a casa. – Dijo resignada porque todos sus esfuerzos por huir fueron en vano y con la intención de evitar más peleas. Acompañó su pedido con múltiples esfuerzos para sentarse en la cama. Se veía venir tantos moratones como peces en el océano, y luchar con poder tapar todas las marcas de golpes que no sólo quedaban fatal, sino que también le impedían moverse con normalidad. ¡Vaya que duelen los puñetazos en la cara, que te empujen todas sus fuerzas y luego pateen en suelo si intentas levantarte! 
 “Simples moratones....”, dijo para convencerse. Son más que eso cariño mío, ya es hora de que vayas despertando de la irrealidad en la que vives.
–Llevo días y noches enteras buscándote… ¿A caso no te apiadas del amor que nos tenemos?, ¿A caso soy yo el único que se preocupa por nuestra relación? – Fue el discurso más fingido y repulsivo que había oído. Pero en Kenya actuaba como el canto de las sirenas lográndola convencer de cualquier tonta idea.
– Lo siento.
–No pierdas tiempo lamentándote y ya levántate que se nos hace tarde para el vuelo. Pero antes, tienes que hablar  con la miserable de tu madre, ha estado persiguiéndome e inculpándome de todo– Ordenó.  – Cuándo será el día en el que entienda que eres tú la que me provoca.
–No la llames de esa manera. –Dijo una vez de pie y tan estable como las frágiles hojas de un árbol en pleno otoño. Pero aún así, dispuesta a defender el honor de su madre.
Dylan, quien se dirigía con su rígida postura en dirección contraria a la de Kenya, detuvo su caminata para oír lo que la joven decía, sin siquiera molestarse por girar su cuerpo.
–Ven aquí y dime en la cara como la has llamado, si te atreves. – Insistió.
El muchacho, quien de discusiones conocía bastante, preguntó. –Acaso después de tales enojos que me has hecho agarrar, de los cuales has recibido lo que mereces por la basura que eres al intentar impugnar mis métodos al considerarlos agresiones o al querer sabotear mi trabajo, ¿sigues  con ganas de más?
–Abre tus malditos ojos y ve eso que tanto quieres esconder. ¡Vamos! Admite que eres tú el que cegado por el alcohol y las drogas inventa los problemas y las provocaciones de las que me culpas. Que te victimizas ante todos y me obligas a mentir para salvaguardar tu imagen de ángel caído del cielo.
 –Si no fuese porque me das lástima, ya hubiese destrozado tu bonita sonrisa.
–¡Lástima! Si tu nunca has sentido algo por mi realmente. Ni siquiera un poco de lástima. –Sollozó llenando de lágrimas la bata que traía puesta.
–Claro que me das lástima, “princesita". ¿Que no ves que aquí la ciega eres tú? Dijo casi rozando las narices. – Has armado todo un escándalo y no has sido capaz de notar que estas ahí, tirada en esa camilla. Tan tiesa, fría, pálida, muerta.

–¡Ah! – Aquel grito fue lo que primero que Kenya dijo al abrir sus ojos luego de que los sedantes dejen de hacer su trabajo...
–Shh, tranquila mi niña, sólo fue una pesadilla, descansa... fue una larga noche.
–¡Dylan me encontró!, ¡sabe dónde estoy!, ¿Y Libia también está aquí? – dijo Kenya desesperada, mirando a ambos lados de la habitación.
–Sólo estamos tú y yo, no hay nada de que preocuparte.
 Libia está en San Francisco mi cielo. Quedó a cargo de la vecina de en frente.
–¿Cómo han estado? Las extraño muchísimo y no hay un día en el que no haya pensado en ustedes.
– Lo se hija mía, nosotras también. Pero ahora debes descansar, en unas horas volverás a la casa de Richard Allen ya que te darán el alta. Ponte contenta por eso y porque todo está bien con respecto a tu salud.

 ¿Por qué mi inconsciente insistía tanto en que me viera en el peor de los finales?, ¿Qué busca lograr?, ¿Qué termine  enloqueciéndome?, ¿Qué me cuide de alguien? En lo personal sólo conseguía que no vuelva a conciliar el sueño...

–¿Y cómo será la cirugía en caso de que la necesite?
–No pude aclarar ese tipo de dudas que obviamente yo también tengo. El doctor McConaughey debe ser muy bueno para ser tan solicitado y que casi nunca se encuentre en el hospital.
  Él sólo dejo la orden a los demás doctores de que cuando los resultados de los últimos chequeos estén listos te den el alta hija.
–¿A caso no saben en qué hospital estaban no es así? –Interrumpió Richard quien manejaba su auto llevando a Kenya y a Grace al edificio para que allí pueda retomar el reposo estricto que le habían recetado. –El Hospital Presbiteriano es el mejor hospital de todo Nueva York.
  Fue un gran gesto de parte de Christopher llevarte allí, y no sólo eso, encargarse también de el viaje de tu madre hasta aquí. 
–¿Él hizo todo eso?, ¿Por mí? No se cómo agradecerle tanta amabilidad, me conmueve lo buenos que han sido todos, y yo sólo les traigo problemas. 
–Fue un accidente Kenya, pudo pasarle a cualquiera–dijo Grace como consuelo a su hija.
–Ahora sólo hay que esperar para que te recompongas y puedas estrenar ese nuevo departamento del que Brett ya le estuvo hablando tanto a tu mamá. –acotó Richard.
–Como ya te he dicho más de una vez, cielo. Lo bueno llega pronto para quienes saben esperar. El universo te está preparando para una gran cantidad de buenos momentos. Y ya que si de esperar se trata, haz sido lo suficientemente paciente a lo largo de tu vida... Sólo hay que ser fuerte y seguir. Porque precisamente de eso se trata la vida.




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