Desde que la muerte nos unió.

Capítulo 8: Sueños y consuelo.

Luego que el reverendo Dan se hubo marchado, Alex permaneció junto a Lois. Es cierto que solo era un resfriado pero sentía la necesidad imperiosa por cuidar de ella. Y estar ahí para lo que necesitara, por muy pequeño que fuera. 

 

—¿Quieres ver televisión o hacer algo más? — Preguntó cuando ella volvía de cepillarse los dientes. Pues decía que no quería incomodarlo con el olor a cebolla. 
—No. Los antialérgicos me dan sueño — dijo con un bostezo. 

 

Ella se ubicó del lado izquierdo de la cama y Alex se sentó en el derecho. Le arropó de nuevo e instintivamente comenzó a acariciar su cabello. 


Era muy suave, brillante y tenía un aroma cítrico. Como a toronja, naranja y limón. 

 


Estar ahí a su lado le hizo recordar una escena similar. Una habitación de paredes blancas, una cama y el constante pitar de un monitor controlando sus signos vitales. 
July terminaba agotada luego de sus quimioterapias. Así que él se quedaba con ella para ayudarla a descansar. Y si no podía dormir le leía, escuchaban música, le cantaba aunque no tuviera la voz de un barítono o simplemente acariciaba su hermoso cabello rubio. Y aunque poco a poco lo fue perdiendo, ella decía que disfrutaba de sus suaves manos. 

 

—Mis manos no deberían ser suaves. 
—¿Por qué? 
 —Porque son de hombre. Deben tener callos y ser ásperas. 
—Entonces deberías ser agricultor, constructor, carpintero, mecánico. No. Mecánico no, me dan náusea el olor a gasolina y siempre estarías lleno de grasa. 
—Creí que los mecánicos eran sexis para las mujeres. 


July sonrió y estrechó su mano. 


—Me gustan más los jefes de mecánica industrial. Se ven tan guapos cuando trabajan — dijo acariciando su mejía—. Y tienen manos suaves pues las máquinas hacen todo por ellos.  
—Eso le quita crédito al jefe de mecánica. Si las máquinas hacen todo por él ¿Cómo le demostrará a su chica que es muy fuerte? 
—Ella lo sabe — susurró antes de besarlo. 

 

 

Alex volvió al presente al escuchar que alguien tocaba a la puerta. Era de noche, seguro de había quedado dormido al lado de Lois. 


Se levantó con cuidado de no despertarla y fue encendiendo las luces en el camino. 

 

—Dan. ¿Qué se te ofrece? 
—¿Puedo pasar?
—Lu está dormida. 
—Espero no haberla despertado. 
—No. Descuida — respondió con un bostezo. 
—¿Ya ha comido?
—Esta dormida. Los antialérgicos le dan sueño. Comerá cuando despierte. 

 

Alex dedujo perfectamente las intenciones del reverendo. Era consiente que su comportamiento era solo el resultado de sus intentos por darle celos. Lo que comenzó como una broma se estaba convirtiendo en algo más serio. 


Quería permanecer al lado de Lois y cuidarla de lo que pudiera dañarla. Y aunque Dan, afirmaba ser un hombre recto y de autodisciplina, no le parecía apropiado la forma en que la miraba y tocaba. 
Siempre poniendo la mano sobre su hombro o su brazo. Le parecían más bien muestras hostiles de su extraño enamoramiento. Aunque Lois no le ponía atención a los pocos acercamientos. 
Alex meditaba que al ser amigos de hace un tiempo él se fue formando una idea equivocada sobre ellos y su “exclusiva” amistad. Explicando esos inmaduros celos. 

 

—¿Algo más? 

 

Dan parecía tener intensiones de decir algo pero la voz de Lois llamándolo lo hizo despachar al reverendo. 

 

—Aquí estoy. ¿Qué ocurre? 
—Lo siento. Tuve una pesadilla. ¿Con quién hablabas? 
—Con Dan. 
—¿Está en la sala? 
—No. Ha tenido que marcharse. Dijo que volvería luego. No quería despertarte. 
—Siempre tan amable — dijo escondiéndose en las sábanas. 

 

“Sí como no”. 

 

—Así parece. 
—¿No te quedas? — Preguntó cuando estaba por salir de la habitación. 
—¿Quieres que me quede contigo? 
—Si estás de acuerdo. 
—Claro. 

 

Se sentó en el mismo sitio y Lois se acurrucó a su lado. Él se distrajo tocando la manga del suéter que ella usaba. 

 

—Me gusta el color — dijo de pronto. 
—No es mío…. Era de él. Le gusta el azul. A mí el verde. 

 

Alex continuó en silencio sin detener los círculos sobre el hombro de Lois. Era consiente que su mente estaba asociando la escena con algo ya vivido, aunque no era la misma situación. Los recuerdos del hospital, las citas, las noches en vela junto a ella se amontonaban frente a sus ojos. 




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