Una noche de resfriado y llanto eran una mala combinación. Te quitaba el brillo de la piel y tus ojos se veían hinchados.
—Hola — saludó al encontrarse a Alex en el pasillo.
—Hola. Buenos días. Despertaste temprano.
—Sí. No quise molestarte. Te he desvelado anoche.
—No es molestia.
—Oye. ¿Se me nota mucho que no dormí bien? — Preguntó tocando sus mejías.
—No mucho — respondió apartando el cabello pegado a su rostro —. Ponte un par de algodones con leche en los ojos. Con unos minutos bastará.
—¿Algodones con leche? ¿De dónde has sacado esa receta casera? — Inquirió sonriendo.
—Cuando eres casado aprendes muchas cosas — dijo encogiéndose de hombros.
Mientras esperaba a que la cafetera terminara su labor se detuvo frente al calendario que tenía en la cocina. Faltaba menos de un mes.
El año anterior se escondió de los familiares de Chase, no se sentía con valor para enfrentarlos. Sabía que no la culpaban, que todo había sido un accidente pero, ¿Cómo ver a los ojos a los padres de aquel que murió cuando estabas con él?
De lo último que se enteró fue que Helga y Philip regresaron a su hogar, Irlanda. Decían que era muy duro estar en América sin su hijo. En un principio quisieron llevárselo pero, finalmente le dejaron para que estuviera cerca de Lois.
Seguía revolviendo el azúcar en el café con esos pensamientos en mente cuando sintió la mano de Alex sobre su hombro.
—¿Estas bien?
Al buscar sus ojos comprobó que Alex era más alto que él, tenía la sombra de una barba de un par de días. Sus ojos, expresivos, le dijeron que su amigo estaba preocupado.
—Sí. Solo… Aún estoy dormida.
—Ok. Eh… Te acompañaré en el café está mañana.
—¿Ah sí?
—Sí. Debo estar muy despierto. Tenemos mucho trabajo en el taller.
—Me alegro. Y … ¿Alex?
—¿Sí?
—Gracias. Por todo.
Alex sonrió y sin titubeos le abrazó desde su posición y besó su cabello.
A estas horas era muy tarde del otro lado del océano, tendría que esperar a la tarde para hacer la llamada. Esperaba que los McKenna le perdonaran o por lo menos le permitieran decirles cuanto extrañaba a su hijo.
—¿Cómo que te vas?
—Solo serán unos días Dan.
—Y ¿Dónde irás?
—Tengo asuntos que atender.
—Y ¿Porqué tan de pronto el viaje?
—Ha surgido algo.
Lois no dejaba de mezclar la harina con el resto de los ingredientes aunque ya tuviera la consistencia adecuada, solo quería aparentar que todo estaba bien aunque por dentro se sintiera como un pequeño bote siendo azotado por las olas de una tormenta.
—¿Es que no piensas decirme de qué se trata?
—No. Y ¿Porqué tantas preguntas? Teníamos claro mi decisión sobre que decir o no.
—Sí pero….
—¿Pero qué? Dan. Sabes que me molesta cuando te pones con tus preguntas.
—No sabía que mi interés sincero te molestaba.
—No me molesta tu interés Dan. Lo aprecio, de verdad. Pero en ocasiones eres demasiado insistente en algo que claramente ya habíamos hablado.
—Apuesto que al tal Alex le has dicho el motivo de tu viaje.
—¿Qué? No. No empieces con eso. No estoy de humor.
Lois se dio la vuelta para poner los utensilios sucios en el fregadero. Escuchó a Dan levantarse con su taza y ponerla en la pila.
—Lois. ¿Qué ocurre?
—Nada.
—Lois. Te conozco. Y desde… La noche del accidente te has vuelto distinta.
—¿A qué te refieres con distinta? — Preguntó enfrentándolo y cruzándose de brazos.
—Has cambiado.
—¿En qué? Yo soy la misma. No inventes tonterías.
—No son tonterías Lois. Lo digo en serio.
—Entonces explícame ¿Qué quieres y qué te pasa? Por qué no estoy entendiendo nada de esta conversación sin sentido.
Dan dio un gran suspiro y dejó de mirarla por un momento.
—Te quiero a ti Lois.
—¿Qué?
—Solo…. Me preocupo por ti ¿Sí? Y tú… Te has alejado mucho de mí. Y si intento acercarme te pones evasiva como ahora. Cómo al principio.
—Eso… No es así.
—Por supuesto que sí. Y todo lo que quiero es a ti, tu confianza. Como antes.
#48171 en Novela romántica
romance drama amistad desafios, amor amistad, drama amistad dolor tristeza y perdida
Editado: 28.08.2018