Aunque se trataba de la universidad, ellos no podían vestirse con cualquier cosa, debían llevar ropa adecuada a la institución. Fue por eso que, en un momento, los dirigentes habían decidido un uniforme que, en realidad, no era un uniforme oficial.
—Por lo que vi, eso que tienen puesto no es el uniforme completo de la universidad. Bueno, ni se acerca a lo que deberían usar —informó la directora.
—Sí, es que no encontré el pantalón, dire —dijo él en un tono amable.
Tenían una especie de relación cordial, ya que el Señor había hecho muchos trabajos para la mujer, así que ahora ella debía hacerle un favor a Ferraioli.
—¿Y vos no encontraste la remera? —preguntó mirando a Camille, quien la miraba con cara de pocos amigos.
—¿Y a vos que te parece? —preguntó ella alzando una ceja y sin sacar esa carita tierna que ponía cuando estaba de mal humor o algo le molestaba.
La directora suspiró y agarró un cuadernillo de la estantería ubicada al lado del escritorio.
—Con esa actitud molesta y arrogante que tenés te puedo expulsar de la universidad tranquilamente, García —Habló anotando algo en el cuadernillo—. Ahora estoy escribiendo la razón por la que se van a retirar de la universidad, esto se lo tienen que dar a sus papás y lo tienen que traer mañana firmado. —Les dio lo que escribió.
Camille lo empezó a leer y después miró indignada a la directora.
—¿No dejás que nos quedemos porque no tenemos el uniforme completo? —cuestionó Camille con seriedad.
La directora se encogió de hombros.
—Las reglas están por algo y en esta institución se cumplen.
—¿Quién sigue las reglas? Nadie, y eso de las "reglas" hace a esta universidad más aburrida de lo que ya es —chilló Camille.
En ese instante, Rodrigo quería salir corriendo de ahí, pero se quedó para ver cómo iba a terminar eso.
—Cada vez más cerca de que te expulse estás García, lo que sería una lástima, ya que tenés el mejor promedio en el salón. Ya se pueden retirar chicos —murmuró la directora, dándose la vuelta para buscar unos papeles.
Ellos agarraron sus cosas y salieron del colegio con la frente en alto.
—¿Qué fue esa actitud, García? —cuestionó él en un tono burlón.
—Te juro que no me la banco. Es tan… —Ella hizo una mueca con sus labios y negó con asco sin poder creer las razones por las que debería irse de la universidad—. Horrible.
Él soltó una carcajada y la miró.
—¿Querés conocer más el barrio?
—¿A estas horas? —Ella asintió—. ¿No te parece que es muy temprano?
—Ah, dale. —Trató de convencerla y le agarró la mano para guiarla.
—Bueno, dale, ¿a dónde vamos primero?
—A mi cama, ¿te parece?
—Pero te estoy hablando de verdad, bobo —respondió ella y le pegó en el hombro mientras se reía de él.
Ambos se rieron.
—Al fin una sonrisa.
—Dale ¿a dónde vamos, Ferraioli?
Aclaró su garganta y volvió su cara de pocos amigos.
—Vamos, vení. —Él la volvió a agarrar de la mano y empezaron a caminar.
La estaba llevando a un lugar que había descubierto con Camilo, la otra vuelta que habían ido a acompañar a su padre a ver a alguien. El Señor tenía muchos lugares, pero ninguno como ese.
Rodrigo la llevó a ese hermoso lugar, era un río. Se sentaron cerca de la orilla y ella se puso a mirar un punto fijo, pensando en prácticamente nada hasta que decidió hablar porque había un silencio que le molestaba.
—Contame un poco de vos —preguntó ella y lo miró preocupada.
—Mmmm —murmuró pensando y haciendo boca de pato—. Qué sé yo, me gusta el boxeo, mi mamá murió hace mucho tiempo, tenía un hermano que se llamaba Maximiliano, mi viejo vive metido en quilombos y apenas me da bola, en el amor me va como el reverendo culo, tuve nada más una novia, me separe de ella y empezó a salir con el que antes era mi mejor amigo a propósito y... No sé qué más contarte —respondió riendo.
Ella le dio una sonrisa de boca cerrada y volvió a mirar para el río. Se dio cuenta de que tenían muchas cosas en común, así que eso le gustaba, pero al mismo tiempo le resultaba peculiar.
—Tenemos algo en común —anunció ella con seriedad.
—Ah, ¿sí? ¿Qué cosa?
Nuestros papás son los mafiosos más buscados. Pensó ella, pero decidió mentir, ya que no podía decir nada al respecto.
—Nos va para el ojete en el amor. —Fue lo único que se le ocurrió.
Ambos soltaron una carcajada.
—Altos fracasados.
Estuvieron hablando de aquellos problemas relacionados con el amor a tal punto de aburrirse mutuamente con las peores experiencias. Ella le contó de todos los casi amores que tuvo, pero que justamente se habían quedado en la nada. Él le expresó los sentimientos que sentía al ver a las chicas que le gustaba y ella se dio cuenta de que entre ellas estaba su nombre.
En un momento determinado, ella le contó que tuvo algo secreto con un joven llamado Emiliano, pero que en la actualidad ellos eran buenos amigos. Le dijo que esa relación había sido muy complicada, pero que la amistad era verdadera.
Al rato, el celular de Camille empezó a vibrar, se fijo y era una llamada de Emiliano y eso solo significaba una cosa: problemas.
—¿Por qué no estás en el colegio? —indagó en un tono un poco enojado.
Ella miró para todos lados y se paró rápido, sabiendo que quizás él estaba por ahí.
—¿Qué? —cuestionó, alejándose un poco de Rodrigo.
—¿Me estás espiando, Emi?
—No, yo no, pero Anna sí.
Anna era otra de sus guardaespaldas, era una de las que más odiaba Camille, ya que siempre le cayó muy mal. Anna encontraba maneras para hacerle perder la cabeza, aunque Cami trataba de poner su mejor parte.
—¿Dónde está? ¿Se fue o me sigue espiando?
Emiliano sabía que a ella le caía mal.
—Se fue. Te hice una pregunta y no me respondiste, Camille.