A las once cuarenta, ella salió de bañarse y se vistió con una calza de invierno negra, un buzo con peluchito, y zapatillas cómodas para la ocasión. Ni siquiera se maquilló, ya que se sentía linda con el baño que se había dado.
Agarró el celu para fijarse la dirección y salió de su casa, avisándole a su padre a dónde iba, luego sacó la moto y buscó en el mapa de Google, porque no sabía ni en dónde estaba parada. Se sintió triste por ser así, pero después se le pasó.
Llegó a la casa donde se hacía la joda, la gente estaba llegando de a poco, ella se fijó en el reloj y se dio cuenta de que ya eran las once y cincuenta. Se bajó de la moto y entró a la casa, se sintió rara, puesto que no conocía a nadie y no sabía en dónde se había metido Manuel.
Agarró el celular y le mandó mensaje, le puso que estaba en el patio trasero de la casa, estaba yendo para ahí y cuando se chocó con Rodrigo. Sintió que todo su mundo cayó a sus pies, n siquiera lo miró con una sonrisa divertida que ocultaba muchas cosas.
—Uhhh. —Él le tocó el hombro—. ¿Estás bien?
Ella asintió, estaba dándole la espalda, así que esperó que no la haya conocido, siguió caminando y pudo sentir que él la seguía mirando, hasta que salió de la casa y fue al patio donde estaba Manuel. En ese momento, ella largó un suspiro de sus adentros, ya que se sintió mejor al verlo.
Le llegó una llamada de Rodrigo, si no le atendía se va a dar cuenta, así que era mejor atenderle, aunque no le gustó tener que mentirle a él.
—Turro. ¿Qué pasó?
—¿Dónde andás?
—Estoy en... una cena, con mi viejo.
—¿A las doce de la madrugada? —chilló él.
Definitivamente, ella no era la más inteligente de todas las chicas, pero intentaba hacer todo lo posible para serlo. Sin embargo, no era fácil para ella ser una mentirosa, no le salía.
—Mmmm, en realidad, estoy volviendo porque nos fuimos a un lugar un poco lejos a cenar y estamos volviendo.
—Te veo, Camille, no hace falta que me mientas —la retó—. No te sale para nada mentir.
Ella lo escuchó por el celu y atrás suyo, soltó un suspiro y apretó la mandíbula. Rodrigo cortó la llamada, su mirada fue para donde estaba Manuel y volvió a mirarla.
—¿Para qué me mentís? No me iba a enojar si me decías que estabas con él en una joda, eh.
Camilo salió de la casa y vino para donde estaban ellos.
—¿Qué onda, Cami? No sabía que estabas acá.
—Ya somos dos, ¿vamos adentro? —Rodrigo miró a Camilo.
Juan la miró confundido y después a Rodrigo. Él asintió y volvió a entrar.
Ella se acercó a donde estaba Manuel. Estaba con Emanuel, saludó a Ema y se quedaron un rato hablando afuera, mientras se tomaban un fernet con cola. Entraron a la casa porque ya se estaban cagando de frío, se fueron para la cocina donde se prepararon un melón vino y después se tiraron unos pasos en la "pista de baile" que era la sala.
Ella vio a Rodrigo bailando con una chica, cruzaron miradas por un rato, hasta que ella dejó de mirarlo cuando él se empezó a besar con la pibita. Camille se puso a bailar con los chicos y, de un momento a otro, ella le estaba bailando a Manuel, él la tenía agarrada de la cintura, apoyándola más a él.
—¿Me acompañas arriba a buscar algo? —Le preguntó Manuel.
Empezaron a caminar con él agarrada de la mano, ella se dio la vuelta y vio a Rodrigo que le tiraba una mirada fulminante mientras tomaba una botella de cerveza, Camilo le hablaba de algo, pero él no sacaba la mirada de Camille y de Manuel.
Cuando llegaron a las escaleras, subieron y él la entró a una pieza.
—¿Qué estamos buscando? —cuestionó ella viendo a los lados para saber qué era lo que él estaba buscando—. ¿Es eso? —le preguntó cuando vio el cargador del teléfono de él.
Manuel se fue acercando más a ella y le empezó a besar el cuello, ella cerró los ojos y suspiró para después alejarlo, pero a él no le importó. Manuel tenía solo una meta en la cabeza y el único que la sabía era Rodrigo.
Camille no tenía idea de la razón por la que se le vino a la mente lo que le había dicho Rodrigo siempre sobre Manuel: "Solo te quiere para estar con vos una vez y fin". Él la miró confundido y la agarró de la cintura pegándola más a él, le dio un beso corto y la tiró en la cama, se subió sobre ella sin dejar caer todo su peso y le volvió a besar el cuello.
Camille estaba perdida, no podía creer que todo lo que le había dicho Rodrigo era cierto. Para ella, todo eso había sido una mentira para que ella no se acercara y se enamorara de otro que no sea él, pero, en ese preciso instante, se dio cuenta de que Rodrigo no la había engañado: todo era cierto.
—Manuel, no, volvamos abajo.
Apoyó sus manos en el pecho de él como para que bajara de arriba de ella, pero no salió, la agarró de las muñecas y puso las manos de ella arriba de su cabeza mientras las tenía. Estaba tan asustada que solo podía negar mientras trataba de comprender lo que le estaba sucediendo.
—¿Qué haces? —chilló ella.
—Te tengo unas re ganas, Cami —le dijo él mientras intentaba quitarle el buzo.
—Manuel, soltame —ordenó ella con seriedad.
A él no le importó, siguió y ella no supo de dónde sacó las fuerzas, pero se soltó del agarre de él y lo empujó. Se acomodó bien todo mientras se iba acercando hacia la puerta, cuando salió de la habitación se chocó con...