Los años comenzarían a transcurrir consiguiendo hacerme un lugar entre los niños de mi clase, consiguiendo hacerme notar y de cierta manera respetar, sin embargo, eso no revirtió por completo todo lo malo que me hicieron cuando llegué aquí, esa pequeña inseguridad sobre mi cabello quedaría marcada y comenzaría a odiar los días en las que me tocaba cortarme el cabello, siempre me lo cortaban muy bajo debido a que no me quedaba otro corte, odiaba verme casi sin cabello, pero… de alguna manera a mi madre le gustaba, así que intentaba soportarlo por ella.
Un día cuando volvía de clases encontré a mi madre muy entretenida con un perfumen, se la veía muy feliz por lo que no le dije nada y salí al patio a distraerme, en ello me invitaron mis vecinos a jugar pelota, cosa que acepté sin dudarlo mucho ya que no tenía nada mejor que hacer. Nos divertimos muchísimo, como siempre estuve de arquero, pero en momentos salía del arco para marcarme unos buenos goles celebrándolo con la emoción de mi alma, era muy divertido jugar con ellos, de cierta manera me hacía olvidar por un instante el mundo que me rodeaba y tan solo me centraba en reír, eso era mi otro medio de escape.
Mientras descansábamos, uno de los chicos el cual era mayor que yo, me hizo una pregunta bastante curiosa, la cual era si ya había pensado en que es lo que quería ser de mayor, es decir, la profesión que quiero ejercer y dedicarme a ello por el resto de mi vida. Al principio no sabía que responder al respecto, pero pensándolo a sangre fría, respondí sin duda alguna ser “Un policía”, todos sonrieron y me dijeron que seguramente lo iba a conseguir, dándome como principal argumento que era un chico bastante dedicado y con buenas notas, eso sin duda me ayudaría a alcanzar esa meta.
Tales palabras me llenaban de mucha ilusión y comenzaba a pensar en mi futuro, uno tan brillante y lleno de luz que el principal deseo que vino a mi mente era poder… ayudar a mi madre a seguir adelante, que no tenga nada de qué preocuparse, yo sería aquel que necesitaría para ella al fin poder estar tranquila, en un nuevo hogar construido por mí. Realmente lo deseaba.
Ya se estaba comenzando a hacer un poco tarde así que me despedí de mis vecinos, para inmediatamente regresar a casa. Volvía ilusionado y muy feliz, aun con la risa en mi rostro, pero al entrar lo primero que escuché fue a mi madre gritar, mis piernas se paralizaron, mis manos se quedaron estáticas hasta que a los pocos segundo entré en razón y con las lágrimas a punto de salir grité “Mamá”, salí corriendo con todas mis fuerzas hacia el baño que es donde se encontraba ella, fue aquí donde vi a mi abuela pegarle a mi madre repetidas veces mientras ella intentaba bañarse, no entendía que era lo que estaba pasando, sinceramente salía de mi comprensión, ¿Por qué la está lastimando?, ¿Hizo algo malo para merecerlo?, ¿Fue por mi culpa?, cualquiera que sea la razón, mi única e instantánea reacción fue ponerme en medio para que mi abuela deje de pegarle a mi madre.
–¡No le pegue por favor, no le pegue a mi mamá abuelita!
–¡Quítate! – Gritó agitando la correa.
–¡No, no lo haré, deje de pegarle a mi mamá! – Grité en lágrimas aguantando también los correazos.
En eso mi madre me abrazó, y en toalla hizo a mi abuela a un lado para que junto conmigo saliéramos del baño y nos encerráramos en el cuarto.
–¡Ábreme la puerta ahora!
Mi madre tan solo le dejó de responder, se veía que no quería saber nada de ella, era entendible ya que su cuerpo estaba marcado por los correazos. Con su mano se topaba las zonas del hombro que era donde más le dolía, sus lágrimas eran dolorosas de ver, tanto que me hizo odiar a mi abuela por haberle herido de tal manera, ¿Qué necesidad había?, ¿Qué cosa mala hizo?... no lo sé, pero tan pensé en algo que afirmé hace algunos años, y es… que odio este lugar porque sin duda alguna, no podremos vivir en paz.
No sentía pertenecer a este lugar…
Mis días estudiantiles culminaron y aquellas largas vacaciones vieron el final en un abrir y cerrar de ojos, casi parecía que el tiempo pasó volando, sin embargo, en aquellas vacaciones mi madre me presentaría a un señor que nunca antes había visto, era un poco más alto que mi madre, tenía una musculatura bastante marcada y su piel era muy blanca. En un principio lo acepté sin más, después de todo se veían de vez en cuando, le llevaba muchos reglados a mi madre, como perfumen, peluches, chocolates e incluso ropa, estaba claro que quería ganarse su corazón.
O quizás ya lo tenía ganado…
Mi madre se mostraría bastante feliz al hablar con él, incluso me pidió que vaya a pasar algo de tiempo a su trabajo para que pueda conocerle mejor y me valla acostumbrando a su forma de ser que, a vista primeriza de mi madre, era el hombre perfecto, uno irremplazable que lo valía todo, el oro o el diamante se quedaba corto comparado al brillo que él emanaba a los ojos de mi madre.
Ella realmente se había enamorado perdidamente de ese señor…
El tiempo que pasé conociéndolo fue bastante divertido, me enseñó bastantes cosas nuevas y tenía un comportamiento bastante agradable, el único defecto que le encontraba era que le gustaba demasiado fumar, cosa que a mí no me gustaba debido a que el olor del cigarrillo siempre me pareció demasiado asqueroso, sin embargo, estaba dispuesto a dejárselo pasar.
Unos meses más tarde por fin entraría al colegio, estaba muy nervioso, pero a la vez emocionado por en mi inocencia preguntarme “¿Qué nuevas cosas aprenderé en esta etapa de mi vida?”, de verdad que quería comenzar a seguir experimentando. Mientras iba en el bus camino al colegio, no pude evitar por momentos sentir algo de temor e inseguridad, mi cabello estaba algo corto y como ya sabía, no es como si me quedara especialmente bien.