Deseos en vida

Capítulo 7

¿Cuánto tiempo pasó desde aquella conversación?, apenas unos meses, sin embargo, se siente como si hubieran pasado unos cuantos años. Mi cuerpo se siente pesado, mis ganas por vivir el día a día eran inexistente, ¿Cuándo terminará esta pesadilla?, ya no sabía que hacer, tampoco a quien acudir… solo estaba yo.

¿Y si me voy?

Esa palabra…

¿Y si me voy?

Ese sentimiento desesperado…

¿Y si me voy?

Mis ganas de renunciar…

¿Y si me voy?

A esta pesada vida que mi madre eligió…

¿Y si me voy dejándola aquí botada?

Era de noche, no había hecho los deberes del colegio ya que había pasado ayudando y luego de ello me encerré, estuve yo solo en esta oscuridad, ¿Ya habrá pasado la hora de la comida?, no lo sabía, tampoco me importaba, prefería observar el sucio tejado envuelto de la misma oscuridad que me rodeaba. Pensamiento venían a mi mente, recuerdos del pasado pasaban uno tras otro, momentos malos, momentos buenos, momentos maravillosos, momentos… que desearía volverlos a vivir, aunque se trate de un sueño del cual jamás valla a despertar… desearía vivirlo, por siempre y para siempre.

¿Eh?, ¿Estoy llorando?

–Papá…

Susurré tapando mi boca aguantando las arcadas que me causaba la flema nasal, me limpié las lágrimas con la almohada, pero era inútil, no paraban de salir, una tras otra, sin parar, el dolor de mi pecho se hacía más fuerte y cada vez más intenso.

Para por favor… no lo aguanto más…

–¿Dónde estás?... ¿Dónde estás padre? – Me arropé con las sábanas –Te extraño… vuelve.

Era inevitable… tal como un niño pequeño llorando en un momento de desesperación sin saber que hacer, así me sentía, perdido ante una situación que por mi cuenta me era imposible de superar.

–Quiero irme… no soporto esto… quiero irme… pero– Me coloqué boca abajo –No puedo… no me siento capaz… de dejarla sola.

Las horas continuaron transcurriendo, mi reloj marcaba las 9 de la noche, “¿Una luz?”, dije observando los filos de la puerta. Me limpié las lágrimas y salí de mi habitación con el fin de apagar esa molesta luz que no me dejaba conciliar el sueño, sin embargo, al momento de salir lo vi, se encontraba ahí acostado viendo la televisión, mi cuerpo entero tembló por mera reacción, por lo que simplemente apagué la luz y me di la vuelta para regresar a mi habitación, pero justo en ese momento, escuché su grueso tono de voz dirigirse a mi provocando que mi miedo se dispare.

–¿Quién te dijo que apagues la luz?

–……– Me quedé en silencio pensando lo que iba a decir.

–Préndela.

–……– Mi cuerpo estaba inmóvil.

–Préndela.

–No… no puedo dormir con esa luz prendida…

En eso se puso de pie y mi desesperación fue tal que no pude evitar gritar y arrinconarme a la pared colocando mis dos manos sobre mi cabeza. Mi madre salió enseguida del cuarto y me abrazó mientras que aquel hombre se mantenía de pie viéndome con desprecio.

–Mijo tranquilo– Decida ella –Tranquilo, no llores.

No podía casi hablar ya que mi cuerpo temblaba mucho, mi madre no me tranquilizaba, tan solo me desesperaba, ya que ella ante él… es aún más vulnerable que yo, “Se lo diré a mi padre”, fue lo que dije en mi desesperado intento de sentirme seguro, pero esto, solo lo hizo enfadar más.

–Tú le dices algo a ese tipo y me las pagaras caro.

Esa mirada perdida y llena de odio hacia mi hizo que por un instante temiera por mi vida, solté a mi madre y me encerré en mi cuarto con seguro con la esperanza de que no entre, lo quería lejos, no quería sentir su presencia, nada… nada de él, no quería nada de él cerca de mí. Me senté en mi cama en toda la esquina que estaba pegada a la pared, agarré mi almohada y me quedé temblando, llorando por quien sabe cuántas horas, mis gritos ahogados y mi flema nasal era incontrolable, sentía que me estaba muriendo en vida.

Odio… a ese señor que dice ser mi padrastro.

Ese sentimiento en mi pecho y cuerpo continuó hasta la madrugada, ya no podía llorar más, no tenía fuerzas en mis manos, mis ojos se sentían pesados y un ligero ardor en mi garganta se hizo presente, “¿Acaso me voy a enfermar?”, me dije mientras me ponía boca arriba observando una vez más el tejado.

–Quizás… debería tomar agua…

Me levanté de mi cama y con mucho cuidado de no hacer ruido abrí la puerta de mi habitación. Una vez en la cocina tomé un poco de agua de la llave, me sentí muchísimo mejor, casi como si volviera a la vida, sin embargo, mi casi muerto corazón estaba completamente seco… por más agua que tome, ni una sola gota llega a él, ¿Podré recuperarme?, no lo sé, pero al menos en este instante… lo veía imposible.

Me di la vuelta estando dispuesto a regresar a mi habitación, pero antes de ello, me fijé que en la oscuridad que envolvía al mesón había un cuchillo, no sé por qué, pero sin darme cuenta… había vuelto con el cuchillo en la mano a mi habitación.

No puedo cambiar mi destino.

Fue lo que resonó en mi mente mientras veía el cuchillo cerca de mi cuello, sin embargo, mientras más lo acercaba, el miedo se apoderaba de mí, pero fue un miedo que me abrió los ojos. Fue aquí cuando me di cuenta de lo mucho que la amo realmente, ya que en el momento que estuve a punto de cortarme el cuello, el recuerdo de mi madre sujetando mi mano vino a mí, mis lágrimas también se hicieron presentes una vez más, me sentí un poco feliz... ya que eso me hacía saber que aún, no estoy seco por dentro.



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En el texto hay: abuso, autosuperacion, experiencias reales

Editado: 25.09.2024

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