Estoy parado en la cima del edificio más alto de la ciudad. Tal y como suponía no hay nadie aquí y es que tampoco esperaba a nadie ¿Acaso uno espera espectadores al momento de su muerte? Precisamente eso es lo que estoy haciendo en este lugar, me preparo para partir de este mundo, de todas sus desgracias y angustias y sobretodo de mi maldita mala suerte. Porque yo realmente no recuerdo haber hecho las cosas mal, fui educado bajo el régimen de una familia cristiana y se me formo en altos valores así como también en el trabajo; nunca tuve malas notas en el colegio, no bebí ni fume ni cultive vicio alguno.
El único error que considero haber tenido es casarme realmente joven, pero estaba perdidamente enamorado ¿acaso es algo malo si lo hice por amor? ¿Cómo se supone que yo iba a saber que ella se iría con otro infeliz y me dejaría en bancarrota?
Y es por eso que estoy en este lugar frio, balanceándome al borde del techo preguntándome si realmente la caída me matara o si, producto otra vez de mi infortunio, seguiré con vida tras haberme lanzado. Atrás mío escucho ruidos y es cuando me percato de que no estoy solo, porque estoy seguro que aquello fue más una risa que el ulular de una paloma o el ruido de un ratón. Me doy vuelta y veo frente mí a un viejo, tapado con harapos grises que se camuflan con el suelo y con su larga barba también del mismo sucio color.
-Tengo algo para vos- me dice mostrando, o por lo menos los pocos que le quedaban, unos dientes amarillentos- no tenes porque morir, podes corregir todo.
A pesar de que estoy en los últimos minutos de mi vida, me intriga lo que me ha dicho el viejo. Me acerco con pasos cautelosos y de sus harapos el viejo saca una especie de artefacto, parecido a los nuevos teléfonos celulares de hoy en día pero notablemente más antiguo como si hubiera estado guardado durante mucho tiempo.
-¿Qué es?- le pregunto intrigado sosteniendo el aparato en mis manos
-Es para volver atrás - me dice aun sonriendo- es para corregir, solo tenes que tocar la pantalla.
Toco la pantalla sin esperar que algo suceda, solo lo he hecho por mera curiosidad y tal como había esperado nada sucede. Entonces el viejo empieza a reírse, burlonamente como si supiera que nada iba a suceder.
“Maldito viejo” pienso para mis adentros “pedazo de broma me ha gastado”
De repente todo se vuelve confuso, el paisaje entorno mío se empieza a desdibujar y ni el techo ni la noche ni el viejo vuelven a verse bien, tan solo manchas en una escala grisácea y de a poco aparecen más colores y de fondo escucho sonoras carcajadas , una risa burlona como si todo aquello fuera una gran broma.
Finalmente tan rápido como sucedió todo, me encuentro parado en un parque mientras la llovizna cae despacio empapando el verde césped. Recuerdo aquel lugar, era la plazoleta cerca del colegio al que asistía ya hace mucho tiempo, y también recuerdo al joven alto que camina solitario bajo la lluvia, seguramente pensando en aquella muchacha que acababa de conocer aquel día.
“¡Funciono!” pienso victorioso para mis adentros “y el maldito viejo se reía de mí, me gustaría ver su cara”
Eufórico corro hacia dónde está mi yo pasado y grito mi nombre pero ningún sonido sale de mi boca y en cuanto me acerco al muchacho paso a través suyo como si mi cuerpo estuviera hecho de humo. Nuevamente intento tocarlo pero es en vano, grito mi nombre pero el único sonido es el de las gotas de lluvia que cada vez son más gruesas. Me alejo del lugar corriendo y trato de hablar con cada persona que me cruzo, de tocarlas, de hacer que noten mi presencia pero es totalmente en vano.
(…..)
Los segundos se convierten en horas, las horas en días y los días en años; ya he perdido rastro de donde mi yo pasado se encuentra y ahora tan solo me dedico a vagar por la ciudad como el vulgar fantasma que soy. A pesar de que parece ser que no existo, el tiempo aun pasa para mí y mis manos se han agrietado y les han salido arrugas, mi piel se pega a mis huesos y mis ropas se han convertido en horribles harapos; sin embargo aún no he podido ver mi rostro y es que al ser un fantasma, o más bien al no existir no puedo verme reflejado en los espejos, o en los charcos que se forman en el suelo después de una tormenta.
Con el pasar de los años me he dado cuenta que no me es necesario dormir, puesto que no siento cansancio sin embargo a veces tengo la necesidad de escapar a los sueños y con tremendo esfuerzo logro hacerlo. Especialmente hoy necesito dormir, volver a aquellos días felices de la juventud y los pocos que siguieron después ya en la adultez. A veces pienso que extraño a mi familia, a mi esposa e incluso al infeliz con el que se acostaba o tal vez será que extraño enormemente el contacto humano.
Camino sin rumbo entre los edificios y subo hasta el último piso de uno excepcionalmente alto, busco algún rincón solitario donde poder descansar y me esfuerzo por conciliar el sueño. Sin embargo no puedo hacerlo, y las horas pasan, o tal vez los días, puesto que es difícil para mí ya saber de tiempo.
En mi soledad no me percato de la aparición del hombre, que camina alrededor al parecer buscando a alguien pero luego se resigna y camina hasta el borde del techo como si estuviera a punto de saltar. Al igual que hace mucho tiempo, cuando aún intentaba hacer contacto con alguien, empiezo a llamarlo y a reír, y tal como sospechaba esta vez funciona. El hombre me mira entre asustado y asombrado.