Como hija de un cazador tengo que vivir en una casa alejada un poco de los vecinos, mi padre nunca quiso vivir en un departamento ya que era común que muchos vecinos intentaran mudarse por miedo de que pase una tragedia, solo por tener a un cazador de vampiros como vecino; a excepción de la señora Daphne, mi vecina de enfrente, es todo una amor, la quiero de abuela. Como me vio entrar a casa, se me acercó para regalarme unas galletas que hizo, a veces me llama nieta por error y es comprensible, no vive con ninguno de sus hijos y sus nietos no quieren verla, no sé porqué, ella es genial.
―¿Cómo le va con la venta de cuadros, abuela Daphne?
A ella le gusta que la llame así, porque sus ojos brillaban de alegría y su sonrisa se ampliaba.
―Me va bien, he pintado otras cosas nuevas que me gustaría que viera si tuviese tiempo.
Yo le sonreí.
―Voy a repasar mis apuntes, limpiaré un poco mi habitación y veré si voy a echar una mirada rápida a esos cuadros.
Al entrar a casa, di un gran suspiro, ya que esta casa no parece ser nuestra, es como si fuese la primera vez que entro en ella. Me dirijo a mi habitación, puedo notar que mi póster de Jurasic World se está despegando, mi estante con figuritas de dinosaurios no fue manipulada, que hasta tiene algo de polvo; poseo fotos de zonas naturales de Venezuela, no recuerdo mucho del lugar donde nací, del que también provino mi madre, no los visité todos, pero me gustaría verlos algún día.
Por suerte, las sábanas de mi cama son otras y están limpias, debió haberla tendido mi padre ―corrijo: fue―, estas acciones hacen que me sienta un poco mal por ser indiferente con él, aunque sé que al igual que yo, no nos conocemos por completo, solo sé que es mi padre y yo soy su hija.
Me quité el uniforme, me puse unos shorts, una camiseta beige y preferí andar descalza; iba a lavar mi uniforme, pero preferí hacerlo más tarde.
Me tiré a la cama y miré mi mochila, dejé la caja de bombones por la mitad, así que abrí mi bolso con intenciones de comerme los que faltaban, amé los chocolates, no quisiera acabármelos todos en un momento, pero eran tan adictivos… Saqué el cuaderno bonito con los apuntes, estuve leyéndolos con detenimiento, me sorprendió lo bien explicado que están, hasta me pareció corto de leer y conciso, la persona que se tomó la molestia en hacerlo es un ángel, «lo siento, Jack, alguien te quitó el puesto de mejor tutor», me imaginé quitándole la medalla imaginaria y dándosela... ¿a quién?, esa era la pregunta.
―Tengo que dar las gracias por los bombones y los apuntes ―dije en voz alta, a veces me reprocho por eso, es como si tuviese necesidad de escuchar por lo menos mi voz.
Busqué el número telefónico y lo registré como “El anónimo de letra bonita”, su foto de perfil en chat era un gato gris, me pareció tierno, pero bufé de la frustración al no tener una foto que identificara a esa persona, busqué en su descripción de estado: Dieu et mon droit; ¡eso era trampa!, ¿por qué demonios usa el lema nacional como descripción de estado? Suspiré y me decidí en enviarle un mensaje de texto:
Hola.
Gracias por los bombones.
No me gusta saber que mi padre va a llegar tarde, tengo la edad para salir, pero ¿con quién?, Jessie y Jack están internados, Eddie debe estar ocupado con asuntos de la AC, al igual que mis otros amigos cebos. Decidí salir con el uniforme para ponerlo a lavar; después de eso, me dirigí por fuera de la casa, abrí esa puerta de roble, el cielo se encontraba nublado y creo escuchar un pequeño trueno. Crucé la calle y me acerqué a la casa de mi vecina, posee un hermoso sendero de laja, rodeado de sus preciosas margaritas, hortensias y tulipanes; tengo tanta confianza que hasta se me olvida que traigo unos shorts cortos que un adulto mayor no aprobaría. Presiono el timbre y me quedo esperando en la entrada, no demora en abrirme.
―Buenas tardes, abuela Daphne.
―Buenas tardes, querida nieta. ¡Pase, pase!, quiero que veas las pinturas.
Ver caminar a la señora Daphne me parece muy tierno, su baja estatura no ayudaba a que se viera menos adorable, es una mujer de sesenta años con mucha vitalidad. La seguí hasta su sala especial, en el que reposan cinco pinturas nuevas, tres de ellas son paisajes bellos, otra es de una mujer en un columpio con un bello vestido blanco de diseño viejo, la última se trata de un lobo.
―Están espectaculares, siempre me sorprende, abuela.
―Quería mostrarte otro, pero ese lo vendí, aunque no era tan sorprendente. ¿Quieres té o café?
―El café estaría bien.
Ella salió de la sala, me dijo algo que no le presté mucha atención, porque me hallo inmersa mirando aquella sala personal. La señora Daphne es la primera mujer mayor que conozco que no tiene fotos de sus hijos y nietos colgados en la pared, solo hay una foto de ella misma cuando estaba joven, fue una mujer hermosa, con bellos rizos y pecas en su rostro, me daba la impresión de que poseyó una cabellera roja, aunque es difícil saber porque la foto está en blanco y negro; sin embargo, en vez de fotos hay cuadros de pinturas que reemplaza de vez en cuando, a excepción de una, la de ese hombre con traje y de galante apariencia, ese parece invaluable, una vez le pregunté de quién se trataba y me dijo que era el amor de su vida, asumí de que se trataba de su esposo fallecido, tal vez quiso conservarlo en un retrato, «la señora Daphne es romántica» concluí.
Escuché el llamado de ella y me dirigí a su linda salita de té, en el cual me sirvió café y un panecillo con relleno de mermelada.
―Dime, querida, ¿cómo te fue en casa de tu tía? Tu padre dijo que estuvo tan ocupado con los cazadores que fuiste a pasar unos días con tu tía.
Ah, parece que esa es la mentira que se ideó mi padre.
―Estuvo bien, aunque mis primos no dejaban de ser tan molestos. Fue un poco aburrido, pero es mejor que haberme quedado sola en casa. Usted me hizo mucha falta ―. Esa semana infernal con Diabelle me hizo extrañar muchas cosas, a pesar de que sabía que mi estadía sería personal.