Como se acordó con Malcom: me puse el vestido beige que mostraba el cuello, las zapatillas de lona, la pulsera de plata con mi número de “esclavo”, y por último, mi máscara blanca. Mi padre llegó y antes de irme en el vehículo de Malcom, me abrazó; sé que está enojado, que lo decepcioné, pero aún así me abraza tan fuerte que parecía temer que al soltarme no volvería nunca.
―Trataré de confiar en ti y en tu idea disparatada ―me dijo en voz baja― Por favor, regresa a salvo.
―Lo haré ―le dije con intenciones de que no se preocupara tanto.
Cuando por fin me soltó, me subí al vehículo blanco, ya que era tradición que un esclavo de sangre baje de un auto blanco ―o en carruaje, como fue antes―, asimismo, que baje sin compañía y eso acarrea un problema: que tendré que abrir la cajuela del auto para sacar mis dos maletas. Inhalé desde el oscuro interior del vehículo, me acostumbré a la dificultad de respirar con esa máscara puesta, pesaba, pero era necesaria.
―¿Dónde queda la… morada de mi propietario? ―inquirí intentando sonar más adulta y formal.
―Cerca de East Finchley, no es una trayectoria muy grande, considerando que vives por Haringey ―informó mirando por el retrovisor― Veo que estás nerviosa. No te preocupes, aunque no lo creas: los Ancestros son propensos a cumplir con su palabra; por eso, el Consejo Vampírico fue conformado por Ancestros en su pasado.
―Ah, sí ―Intenté sonar desinteresada y sin preocupaciones, pero creo que mi voz vibró un poco― Señor Malcom, ¿cómo son los Ancestros en persona?, ¿son igual de egocéntricos que los Puros?
Gracias al retrovisor, pude ver que esbozó una sonrisa.
―Le seré sincero, nunca lidié con uno, aunque me contaron historias de que son peores que los Puros: suelen ser carentes de expresividad, y son casi inmortales.
No entiendo, si son inmortales, ¿por qué queda uno?
―¿No existen otros en otras partes que no sea Inglaterra?
―No, es el único en el mundo. Digamos que los vampiros están desesperados por procrear en estos instantes, ya no les importan crear híbridos en ese camino. Es entendible que la vampiresa Lilly Hofman esté planeando aliarse con tu propietario y crear más Ancestros, no sabemos si ya están aliados, ya que Collingwood no está siendo monitoreado.
―¿Y por qué no está siendo monitoreado?
Malcom quedó en silencio por un largo tramo, temí haber preguntado algo delicado o confidencial. Traté de ver a través de las ventanas polarizadas, pero lo único que vi fue casas tras casas de un vecindario desconocido para mí, lo admito: no conozco todo Londres, no tengo a alguien que me quiera enseñar otras partes que no sean Wood Green, Green Park, la Westminster Cathedral, la Abadía, entre otros tres lugares: como mi vecindario, la dirección de mi instituto y el centro comercial.
―Perdóneme por ser irrespetuoso y no responderle, pero es un poco complicado de explicar considerando que falta poco para llegar a la propiedad de Collingwood.
―No se preocupe ―Me sentí un poco molesta al no recibir la respuesta que esperaba ― Supongo que “yo” seré el monitoreo.
―Por supuesto.
―¿No tuvo otros esclavos de sangre?
―Sí, en su mayoría eran hombres, sobre todo pubertos; lo más extraño es que ellos se ofrecen. Supongo que son esos frikis de vampiros, son gente extraña.
―Estoy de acuerdo.
La edad de un esclavo de sangre puede comenzar desde los dieciséis, con permiso de los padres y ya era común ver muchos jóvenes de mi edad fascinados por los vampiros; me imagino que es por la apariencia atractiva que adquieren para atraer a sus presas. Me quedo tan pensativa con el hecho de que exista gente que defienda a esas bestias que no noto lo que nos rodea, pude sentir el frenazo de Malcom, eso me sacó de mi mente.
―Hemos llegado ―anunció carraspeando un poco. No apaga los focos― Parece que su sirviente espera a que te bajes ―me murmuró. En efecto, puedo ver a un hombre de cabello negro, vestido con el típico traje de mayordomo ― Cuando abras la cajuela y saques tus maletas, pásalas a mi puerta para no salir ―Me extendió sus llaves― Es la de pasta verde.
―Muy bien ―Sujeto las llaves.
―Buena suerte.
―Gracias ―dije en un susurro y añadí ―: La necesitaré.
Le quité el seguro a la puerta del auto y bajé, me dirigí a la parte de atrás del auto, «llave verde, llave verde» me dije mientras encontré la llave y lo inserté en la cerradura de la cajuela, «no levantes la mirada, no mires a ese vampiro a los ojos», logro abrirlo y sacar con dificultad mi maleta azul y mi maleta negra, «menos mal que tienen ruedas»; cerré la cajuela, y como me ordenó Malcom: le devolví las llaves por su puerta.
Sujeté mis dos maletas y me dirigí hacia el vampiro sirviente que me estaba esperando, no dirigí palabra alguna, tampoco quise verlo al rostro, no sé si me lo permitiría, lo más seguro es que no.
―Venga conmigo.
Abrió la reja de lo que parecía ser el jardín, está tan oscuro que no pude saber lo que se encuentra en él. Lo seguí por el sendero hasta la puerta de la casa, una puerta enorme que parece la de una… ¿es mi idea, o esta casa parece una vieja iglesia?, quisiera elevar la vista para ver si poseía una campana grande, pero me abstengo. Me quedo mirando su frac hasta que algo llama mi atención, corrección: llamé su atención, porque se me acercó tan de repente que me asusté, «¿un poni?» pienso sin poder creerlo «¿qué hace un poni aquí?»; el poni mueve su cola como si fuese un perro, se pone a mi lado y olisquea mi vestido.
―Charles, quédate quieto ―Frenó mi “guía”, yo también. Al notar que el poni no obedecía, se dirigió hacia él― Ven aquí, maldito consentido ―Carga al poni y vuele dirigirse a mí―: Sigamos.
Nunca en mi vida pensé en ver a un vampiro cargar un poni, ni ver uno en la casa de un vampiro, ¿por qué tienen un poni? Pensaría que es un sacrificio si no fuera por la extraña familiaridad con la que le trata el sirviente. Escucho un resoplido por parte de Charles, me parece gracioso la escena, pero me aguanto una risa. Seguimos con la trayectoria, trato de no mirar a los lados y de seguir con la vista fija al frac.