El niño se sentó a contemplar el amanecer, hasta que la calma se disipo y el sol se movía de forma distinta como si no existieran leyes físicas en aquel lugar.
Y se dijo a sí mismo: ¡Tengo que cambiar estos lentes!. Deben ser que están vencidos o es posible que esté perdiendo la vista.
Puede que sea la miopía de mis sentimientos, la jaqueca que me produce aquello que no puedo cambiar. La tensión ocular de lo que me niego a ver o la catarata de pensamientos que me produce el insomnio. ¿Por qué perdí la visión?
Entonces, a cierta distancia, observo un pequeño roedor blanco que despertó su interés. Así que se levantó y fue tras él. Ese pequeño roedor al percatarse que el niño se le acercaba, comenzó a huir. Y el niño, le dijo: detente ratoncito: ¿A dónde vas? Espera, espera. No quiero estar solo en este lugar.
Y pareció como si el ratón hubiese escuchado porqué inmediatamente se detuvo.
¡Yo tampoco! Finalmente respondió con una voz dulce.
Entonces se percató que era una ratoncita.
¡Puedes hablar! Dijo el niño.
Si tú puedes, yo también. Respondió.
¿Cómo te llamas? Le pregunta el niño
Enmanti- Respondió la ratoncita.
Que nombre tan peculiar. No recuerdo haberlo leído en alguna parte. Y con sinceridad, temo recordar porque puede que desaparezcas tú también.
¿A qué te refieres?, le dijo la ratoncita.
Hace poco me hablaba una voz en la oscuridad. Recordé algo y desapareció y ahora estoy aquí, igual que estás tú.
¿Acaso piensas que esto es un déja vu? Le pregunto la ratoncita.
El niño pensó: el concepto déja vu describe la sensación que experimenta una persona al pensar que ya ha vivido con anterioridad un hecho que, en realidad, es novedoso.
La verdad he recordado su significado y aun sigues aquí. Dijo el niño.
Cuando la ratoncita se disponía a seguir su camino, le pregunto el niño. ¿A dónde vas?
Estoy en busca del alimento.
¿Y en este lugar lo encontraras?. Le pregunto el niño.
Mis padres me colocaron Enmanti, porque dicen que nací con suerte. Así que si es cierto es probable que lo consiga.
¿Puedo ir contigo? Dijo el niño. No estoy seguro de qué camino tomar. Le insistió el niño. Pero te seguiré, si me lo permites.
Y la ratoncita le respondió: Para encontrar el camino ideal primero debes conocerte a ti mismo. No importa cuántas veces tengas que cambiar el sendero de tu destino. Camina y avanza.
¿Es un sí? pregunto el niño.
Ven pues… Avanza, le respondió la dulce ratoncita.
Durante el camino, el niño meditaba: ¿Cómo se puede caminar a ciegas?
Después de un largo caminar, Enmanti le dijo al niño: Descansemos.
El niño le respondió: Ya no recuerdo cuando fue la última vez que pude dormir, que pude descansar realmente.
Para Enmanti, era evidente que el niño llevaba consigo una pesada carga de pensamientos confusos que atormentaban su tranquilidad.
Y le dijo: Ven siéntate a mi lado. Contemplemos este panorama--Era una lluvia con sol.
Continúo diciéndole: Te regalo esta lluvia en homenaje a tu sentir. Entiendo que así de especial es para ti, lluvia con sol de alegría, porque esto también te complace. Te hace feliz para su bien. Porque pediste que así se diera. Porque eso significa para ti. “Luz inmensa que traspasa”. Te regalo esta lluvia y silencio su voz.
Entonces el niño contemplo la lluvia y fue maravilloso ver qué significado tenía la lluvia con sol; especialmente cuando un rayo de luz traspasa una gota de agua. Entonces pensó: “Aun al final de la lluvia, se puede asomar un arcoíris”. Recordó los momentos únicos en cada destello del arcoíris y en sus colores a las personas únicas que no había olvidado. Quedándose profundamente dormido.