Despertar a la madurez

QUINTO MOMENTO: LA CONFESIÓN

Sucedió que llegaron a un valle y sedientos de sed, acamparon cerca de la rivera al anochecer. En medio del valle estaba una laguna, totalmente en calma y el niño se arrodillo a tomar agua de ella y saciar su sed. Cuando entre el reflejo de la luna sobre el agua, se convirtió la laguna en un espejo y observo una mujer reflejada: Su rostro envejecido, su piel desgastada y entristecida. Su cabello con destellos blancos. Era un rostro sin vida y el niño, solo podía ver en ese rostro un monstruo. Así que se levantó y se apartó de allí.

¿Qué sucedió esa noche pregunto Enmanti? Esa que gritas en tus pesadillas.

Respondiendo el niño: Ella me lo había advertido y yo no quise escuchar. La verdad es que nunca quise obedecer, lo mío era ser rebelde y tomar todo con ligereza. Me sentía preso en mi propio hogar y era un día en mi pueblo de celebración. Yo quería encender los cielos de luces al menos por esa noche, quería ver que el cielo brillara de colores, que le diera vida a esa oscuridad. A esa oscuridad que se había vuelto eterna. Esa oscuridad de vida. Pero ella me lo advirtió, me lo había dicho con anterioridad: “Niño con el fuego no debes jugar. Te lo digo por experiencia. Y yo ignore su consejo, no quise escucharla”.

Con lágrimas en los ojos y un dolor profundo el niño reventó a llorar.

Enmanti intentando apaciguar su lamento le dijo: ¡Fue un accidente!

Y el niño le respondió: No. Yo no quise ver el peligro al que me exponía, estaba embriagado de diversión y de curiosidad hasta que encendí un fuego que luego no pude controlar. Ella no pudo salir a tiempo antes de que se incendiara la casa. Y yo cai preso de mis emociones, no fui valiente para entrar y sacarla. La llama era alta y se quemaba todo. Yo estaba inmutado. Me quede allí, aterrorizado por lo que había hecho, mientras todo se consumía en el fuego.

Yo la mate, al no obedecer, al no parar, al no medir las consecuencias de lo que hacía. Yo la mate al sucumbir porque deje que todo se quemara. Y ella, siempre fue una Dama conmigo. Yo mate lo que más amaba.

Después de un rato, Enmanti, subió a su hombro y al susurrar en su oído le dijo:

No eres el único y si sobre tus hombros llevas una profunda tristeza. Pues a mí, me ha costado reconocer que hasta los grandes corazones como el mio mutilan su nobleza.

Que la vida tiene un precio y la cobra.

Que el amor más grande puede convertirse en un océano de ausencia y decepción.

Que la lealtad tiene fecha de vencimiento y la soberbia puede convertirse en un estilo de vida ilimitado.

Que el mal juicio es un caudal de malas decisiones que puede llegar a desbordarse y al final volver a su cauce. Sin embargo, los destrozos que deja serán desastre o catástrofe hasta tanto haya sido nuestra inconciencia.

Querido niño, la tristeza es limitativa de la aceptación, aun así no dura más que el ciclo de la luna.

Y si de miserias son vulnerables los humanos. Así son tentados a abrazar el fuego que aviva sus sentimientos más paganos. Pero tanto tu, como yo somos llamados a asumir nuestro legado, aun las decisiones menos acertadas. No sabemos ¿Qué hacer con la verdad?, ¿Qué hacer con la culpa?



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En el texto hay: emociones, joven adulto, crecimiento personal

Editado: 08.04.2018

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