Despertar

#4

      Cait entró a la sala, tomó su bandeja y caminaba hacia donde le servirían el almuerzo cuando una voz que ella conoce perfectamente la hace detenerse, deteniendo también toda la fila de estudiantes detrás de ella.
 


 

—Buenos días Caitlin, ¿ya conociste al profesor nuevo?—
 


 

—Buenos días Alina, si, lo conocí, lo conocí ayer de hecho, y a su hermano también—
 


 

—Suerte con su hermano entonces, porque el profesor ya es mío—
 


 

—Felicidades, me alegra que por fin hagas una buena conquista, haber si ahora me dejas en paz—
 


 

—¿Has visto a David?—, pregunta de pronto Alina con una enorme sonrisa
 


 

—No —responde la chica sintiéndose contrariada, qué le importa a ella David —lo veré en Educación Física, además es mi pareja en la gimnasia, y también es mi novio Alina.
 


 

—Yo lo vi ayer, luego de la fiesta, conversamos mucho, de hecho no solo conversamos, creo que también hicimos algo más, no lo recuerdo bien, bebimos mucho, olvidó esto en mi casa— dice mostrándo el pañuelo que la misma Caitlin le había comprado a David una tarde en que salieron de compras, era un pañuelo de materiales costosísimos, que difícilmente podía confundirse con otro, principalmente porque llevaba grabada su marca personal. 
 


 

  Caitlin observa atónita el pañuelo, siente que le falta el aire, se lo arrebata de las manos con lágrimas en los ojos y se voltea de vuelta a su bandeja, aferra sus manos al rededor del aluminio tan fuerte que si no hubiese sido un material tan fuerte lo habría hecho pedazos. Alina se aleja y Caitlin escucha la voz de Juliana, pero no sabe lo que dice porque no es consciente de nada más.
 


 

—Solo un pañuelo y David es solo un chico, hay muchos otros en este lugar—
 


 

—¿Por qué mejor no vas a hablar con él?— sugiere Alina de forma sarcástica.
 


 


 


 

   La chica ignora sus palabras, levanta su bandeja y se dirige a una de las mesas del lugar. Trata de parecer todo lo serena posible, a pesar de que por dentro siente que va a explotar.
 


 

—Caitlin, el profesor te está mirando— dice la voz tímida de Nina.
 


 

  La chica se voltea y se encuentra con la mirada confundida de Caleb, se siente triste por David y frustrada por Rubén, sus acciones son cada vez más extrañas, es como si la vida quisiera jugarle una mala pasada, pero al menos su hermano le regala algunas miradas. Aparta la vista justo en el momento en que entra al comedor el menor de los Phillips, pasa de largo por el lugar de las bandejas y continúa hasta la mesa de su hermano, bajo la curiosa mirada de la chica que lo sigue durante todo el recorrido. 
 


 

—Ya llegó el chico nuevo, ahí tienes la oportunidad perfecta para comenzar a olvidar a David— suelta Érika ante la expresión inentendible en el rostro de su amiga.
 


 

—Claro que no, parece que me odia, Rubén ni siquiera me presta atención, además, no es tan fácil olvidar a alguien Érika.
 


 

—No seas boba, es imposible que no te preste atención, todos los chicos te prestan atención.
 


 

—Él no.
 


 

—claro que si, no viste como reaccionó ante tu herida.
 


 

—No fue por mí— responde Caitlin recordando todo como si estuviera pasando otra vez.

  Ella lo vio perfectamente, vio la reacción de Caleb, la forma en que se volteó cuando se levantó la manga, vio la mirada temerosa y airada de Rubén, pero no entiende por qué, no tiene idea de lo que significa todo eso y tampoco está segura de querer descubrirlo.
 


 

—¿Cómo sabes que no fue por ti?
 


 

—No lo se, no estoy segura— responde unos segundos después intentando negar lo que le gritan los recuerdos en su mente. 
 


 

—Entonces deja de darle vueltas al asunto, ese chico estará deseando que le hables en pocos días, como todos.
 


 

—No todos, Caleb es un seductor por naturaleza, se ve a kilómetros de distancia y en la oscuridad, que me sonría no significa nada, mírenlo, les sonríe a todas.
 


 

—A ese también dale unos días y verás.
 


 

  Asiente con una sonrisa forzada y sale del lugar seguida por Érika, Juliana, Nina y algunas otras chicas, se dirigen a la sala de gimnasia. Caitlin ha amado desde siempre la gimnasia rítmica, esta es una escuela mixta, se imparten clases sobre todo, y su preferida es la de gimnasia, para esa debían pasar antes la prueba de actitud, que para Caitlin fue como un simple entrenamiento. Sandra agarra su mochila y la de Caitlin, las alcanza en la entrada y sigue detrás de ellas. Todas parecen estar al tanto de cualquier cosa respecto a ella, y eso llega a irritarla, es que como si nada se les escapara, lejos de ser agradables llegan a convertirse en una molestia. 
 


 

—Caitlin, tu mochila, la olvidaste en el comedor.
 


 

—Ah, gracias— responde mientras saca el vestuario y se dirige al vestidor, acto seguido va en busca de su cinta.

  De los cinco es el elemento que más usan últimamente, la cinta de raso de 7m de largo y 4 de ancho, doblada en dos sobre un metro de largo y atada por una cuerda a una vara cilíndrica de 50cm de largo. Se une a las demás y Niña sale del lugar al tiempo en que entra la entrenadora. Caminan hacia el tapete de 13X13 metros rodeado por zonas de seguridad de1 metro. La entrenadora indica la rutina que ensayarían para el campeonato e inmediatamente comienza a escucharse la música.
 


 

  La coreografía va de maravilla, los movimientos de las chica son tan fluidos que casi parecen estar dibujando figuras complejas en el aire. Llega el momento del acto final, Caitlin debe saltar y las chicas la atraparán, el cierre debe ser perfecto y ella lo sabe. Al momento exacto del gran final siente como algo extraño se apodera de ella. ¿Miedo, frustración? Siente que si salta saldrá mal, tal vez se saldrá del tapete, o no podrá atrapar la cinta, siente que cometerá algún error, que no es tan perfecta como cree. Se detiene de golpe frente al grupo de chicas que mueven las cintas esperando el salto, pero no ocurre nada. Suelta la cinta y se desploma en el suelo. 
 




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