Caleb ya bastante molesto suelta un golpe sobre el trasto, el aparato se reusa a funcionar, no importa cuantas veces programe el maldito destino, sigue diciendo que ha ocurrido un error. Decide que la mejor opción es apagarlo antes de terminar haciéndolo pedazos en un arrebato de furia. ¿Cómo rayos va a encontrar la maldita residencia de la Tribu si no logra encontrar un mapa que le de al menos una ruta?
La oscuridad de la noche se cierne sobre el techo del auto y a su alrededor, comienza a creer que amanecerá y aun no habrá encontrado a los Kairatso. En su cabeza la lluvia que repiquetea en los cristales comienza a pasar de un murmullo insignificante a un estruendo insoportable, que aun a través de los auriculares es perfectamente audible para él. Se arranca los cascos que rodean sus orejas y los lanza furioso a los asientos traseros, apaga el iPod y disminuye la velocidad para poder observar minuciosamente el lugar en busca de algo que pueda ayudarle. Baja la ventanilla para sentir el aroma del ambiente y su olfato agudo y perfectamente evolucionado capta todo tipo de esencias, entre ellas una que le es familiar, el olor metálico y encantador de la sangre se desliza por su nariz y se clava en su garganta, casi puede saborearlo. Sacude la cabeza para ignorar el deseo de hincar sus colmillos en cualquiera de quien proviniera esa sangre tan extrañamente dulce y vuelve a cerrar la ventanilla antes de abandonar la búsqueda de la Tribu y comenzar a perseguir el aroma.
A pesar de ya no sentir el olor parece habérsele clavado en las entrañas, es como si aun pudiera olerlo. Cada vez que bebe la sangre humana se pregunta cómo es que Rubén logra limitarse a solo la animal, le resulta difícil incluso pensarlo, privarse de sentir ese refrescante líquido tan dulce y cálido sería como privarse de la vida misma, solo hace un día había bebido tanta sangre como para no tener que alimentarse en una semana y sin embargo ya extraña su sabor.
Una imagen le hace regresar de sus pensamientos a la realidad. A través del cristal salpicado por la lluvia puede distinguir como alguien camina bajo el agua, en cuestiones de segundos examina todas las formas en que podría acabar con su vida y saciar ese deseo que se despertó en él, pero decide que ya ha bebido suficiente en el hospital. Cuando está un poco más cerca puedo darse cuenta de que es una chica, y le resulta conocida, aunque va de espaldas sabe que la había visto antes. Se encuentra totalmente mojada, hasta los huesos por decirlo de alguna forma, lleva el cabello dorado ondeado suelto y unos tonos más oscuro de lo que normalmente debía ser debido al agua y la oscuridad. La tela de la falda roja oscura se le adhiere a las piernas y tanto las mangas como la parte visible de la espalda de la blusa blanca parece ligeramente transparentada. Piensa dar la vuelta y regresar a la ciudad cuando la chica da un traspié y comienza a tambalearse de un lado a otro intentando mantener el equilibrio, pero el asfalto mojado es demasiado resbaladizo como para que pueda lograrlo. Uno de sus pies pisa en la bajada junto a la carretera y termina cayendo por el pequeño precipicio de al menos un metro y medio de altura, dando vueltas sobre la hierva mojada hasta detenerse en la base. Caleb acerca el auto al borde para poder verla y pisa el freno, está a punto de salir del auto cuando algo llama su atención. Contra todo pronóstico la chica se reincorpora quedando sentada e intenta levantarse, para luego caer de bruces arrancándole al chico que la observa a la distancia una amplia sonrisa.
Cierra nuevamente la puerta que había abierto ligeramente y continua el camino hasta pasar de largo. Acelera pensando en que debe encontrar a los Kairatso, intentaría una vez más con el mapa, si no resulta regresaría a casa, pero una sensación realmente insoportable se apodera de su estomago, está seguro de que es su conciencia haciendo el papel de acusadora en el momento menos oportuno. Hacía mucho tiempo, años, que la preocupación por los humanos había desaparecido de su lista de cosas importantes, y decide reaparecer justo ahora.
—¡Rayos, rayos, esto es insoportable!— suelta con un deje de rabia mezclado con angustia muy acentuado en su voz.
Da marcha atrás sin dejar de pensar en lo estúpido que debe resultar un vampiro preocupándose por una humana. Está seguro de que esa chica es la dueña legítima de la sangre que había percibido hacía unos minutos, aroma que se había hecho más intenso al pasar junto a ella, y él no es precisamente un vampiro que se halla redimido de su naturaleza asesina ni nada parecido.
Baja del coche y comienza a sentir las frías gotas de agua que se impregnan en su piel, su ropa y su cabello. Baja por la elevación al borde de la calle hasta llegar a la chica, se detiene a su lado al tiempo en que ella levanta la vista sorprendida y de alguna forma asustada, es Caitlin, claro que la conoce. Aunque se le hace muy extraño encontrarla en esas condiciones.
—¿Estás bien? ¿Te has lastimado?
—Me duele mucho el tobillo, creo que me lo he torcido.
Se aparta el cabello mojado que se le pega a la cara y su rostro muestra una clara expresión de sorpresa al ver que Caleb se hinca a su lado.
—Es posible, fue una gran caída, ¿puedo verlo?— pregunta bastante interesado en comprobar que estuviera bien.
La chica asiente y el toma el pie palpando suavemente el tobillo bastante hinchado, Caitlin suelta un jadeo de dolor y sujeta las manos de Caleb —me duele— dice tal vez para justificar el hecho de haber agarrado sus manos sin previo aviso.
—Lo siento— se excusa el muchacho retirando las manos luego de colocar el pie nuevamente en el suelo —no creo que se halla roto, pero está muy hinchado así que no estoy seguro, necesitas ir al hospital.
—¿Puede estar roto? —pregunta ella con significativa insistencia en la voz.
—¿Vives por aquí?
—No, me dirigía a la casa de mi tía, no debo estar lejos ya, supongo— revela ya un poco más bajo, la verdad no esta segura, conoce el lugar, pero en auto, no a pie.