--Ya estás bastante loco --¡Que susto! Se llevó la mano al pecho, a la vez que volteaba hacía Lila--. ¿Es posible que enloquezcas aún más? --se burló ella, cerrando la puerta de entrada, con una patada, detrás de sí--. ¿Mal día con la profesora F.V.T.?
Scott la miró mal.
--No entiendo como la puedes odiar tanto --dejó un paquete envuelto papel madera sobre la mesa--. ¡Si es un amor!
--¿Amor? --dijo él con seriedad--. ¡Yo soy amoroso! --se señaló a sí mismo irónico.
--¡Conmigo es muy buena! --rió Lila, mientras rompía el papel, dejando salir un delicioso olor a comida recién hecha--. Trae un par de platos y cubiertos, Scott.
--A tí te quiere, a mí me odia --abrió el aparador--. "El día que mejores en mi materia, me dará un ataque" ¡Ojalá! ¿Sabes? --dejó los platos junto a Lila, mientras ella sacaba los vasos--. "Hasta un niñito de seis años comprende lo que digo" --repetía las palabras de la profesora con un disco rayado--. "Terminarás siendo un mantenido el resto de tus días", "Blah blah blah" Es amorosa como una momia --concluyó Scott.
--¡Qué grosero eres! ¡Pobre mujer!
--Es una momia y punto --dejó los tenedores en la mesa--. Grosera como ninguna
Discutiendo como los hermanos que eran, terminaron de poner la mesa, y se sentaron a comer. Almorzaron sin mucho preambulo.
--¿Te duele el golpe? --preguntó Lila, mientras lavaba los los platos.
--¿Mmn? --Scott levantó la vista del móvil confundido.
--¡El golpe de hoy, tonto! --ella se contuvo de lanzárle el vaso que tenía en la mano.
--Ah ese --quitó importancia él.
--¡Scott! ¡Grandisimo tonto!
Molesta le tiró lo primero que alcanzó su mano, que por suerte fue solo un trapo húmedo.
--¿Qué? --preguntó él, quitádose la regilla del rostro.
--¡Lindo susto me diste! --se limpió las manos y se sentó frente a Scott--. ¡Si mamá se entera que volvieron tus momentos...!
--Si mamá se entera de tu boca --dijo él con seriedad, dejando su móvil a un lado--. Tú pagaras los medicamentos, no ella, no sirven --suspiró con tristeza--. Son un gasto inutil y ella no necesita gastos inútiles.
--No puedes ocultarle lo que pasa ¡Es mamá! --dijo ella--. ¡Siempre se entera de lo que escondemos!
El chico rodó los ojos.
--No escondo nada --dijo distraído--. Ni siquiera sé que puedo estar escondiendo.
--¿Quieres que te diga?
--Lo resolveré yo solo --se cruzó de hombros.
--Terco como el abuelo --bufó Lila, dándose por vencida.
--Puedo decir lo mismo.
No dijeron nada más, ordenaron los platos y cubiertos limpios, y demás cosas de la cocina-comedor, Lila se quedó en videollamada con una amiga y Scott se encerró en su habitación, como todas las tardes.
Se tiró en la cama, con el libro de Química en sus manos, repasando conceptos teóricos casi a los palos.
¡Debía haber alguna manera de aprenderlos! Se decía él ¡Tarde o temprano aprendería!
Mientras leía en voz baja, su vista se fue oscureciendo, por más que frotase sus ojos, y cada tanto se levantara a mojar su rostro, estos se cerraron por completo en un rato.
Antes de caer en la inconsciencia, susurró para sí mismo: ¿Qué preguntas llegaran esta vez?