Despierta (híbridos 1) (en proceso)

Capítulo 4 - El diario

—Buenos días, Gustavo —saludo a la voz del otro lado del muro, luego de haber dado y recibido los dos golpecitos correspondientes.

—Buen día, ¿cómo dormiste? —Me devuelve el saludo con un tono bastante animado. No sé cómo logra tener un mínimo de buen humor con todo lo que está pasando… quizás sea por saber que no está solo, la ilusión de encontrar respuestas. O a lo mejor siempre es de espíritu optimista.

La verdad se lo agradezco, es como un cariñito al alma.

—Bien, menos inquieta que otras noches —Hace días que no dormía tan bien, hasta no me acuerdo de haber escuchado el ruido de las medianoches—. ¿Vos? Todavía no almorzaste, ¿no?

Yo comí rápido para poder escabullirme y charlar un rato. Más que nada para romper un poco con la rutina que viene enloqueciéndome.

—Justo me está llamando mi mamá para eso, me tengo que ir —Dice medio apurado—. Creo que anoche me dormí pasadas las doce… y el ruido de la medianoche sonó pero me pareció menos fuerte. En fin, después hablamos. ¿A qué hora nos encontramos de nuevo?

—A eso de las 15:00 hacemos una pausa, ¿te parece bien?

—Dale. Si encontramos algo volvemos corriendo ­—Contesta alejándose un poco—. No tenemos que confrontarlos todavía a ellos, hasta no estar más seguros de nada.

—Obvio. A las 15:00 entonces —me pongo una alarma en el teléfono.

—Chau, nos vemos.

—Ponele.

Respiro profundo, cuento hasta tres, y me levanto del suelo limpiándome el culo del jean (por las dudas). Ya sé exactamente cómo entrar al sótano, aunque sean solo unos minutos. Lo estuve meditando durante toda la mañana.

Camino con calma hacia la cocina, en donde mis padres todavía no terminaron de comer, y me siento con ellos siguiéndoles la corriente en la charla que mantienen todos los días. Ya me sé toda la rutina de memoria, y voy a aprovecharla a mi favor.

—Hija, ¿no me alcanzas la ensalada? —Dice quien se supone mi padre, como sabía que haría. Agarro la fuente con la punta de los dedos y dejo que caiga “accidentalmente” sobre mí, manchándome la ropa, los brazos… termino toda aceitada.

Una pena por el jean, pero a veces se requieren sacrificios.

— ¡Uy! ¡Qué boluda que soy! —exclamo parándome e intentando limpiarme la ropa con un papel.

Ambos tardan unos segundos en reaccionar, hablando al mismo tiempo cuando lo hacen.

— ¡Ponele sal! —Dice mamá.

—Va a costar un huevo sacar esa mancha —Se lamenta papá.

—Mejor lo lavo y me doy una ducha… —murmuro con fastidio real.

—Déjala… abajo, yo después la lavo —Dice papá con el ceño fruncido, tomándose el tiempo con cada silaba—. Yo sé bien cómo sacar esas manchas.

Algo en su tono casi me hace retroceder.

—Está bien… de paso pongo a lavar lo que hay en el canasto —agrego sin darles derecho a réplica y me escabullo en mi habitación a buscar ropa limpia para ducharme, sintiendo como vigilan cada uno de mis pasos.

Menos de diez minutos después estoy bajando las escaleras del sótano casi a tropezones, dejando el camino regado de gotas de mi pelo. Tengo que buscar lo más rápido posible.

¿Buscar qué, con exactitud?

Tiro la ropa para lavar al lavarropas y dejo mi ropa aceitada en su lugar. Preparo el jabón y todo lo necesario para solo tener que darle play, mientras miro alrededor intentando elegir un lugar para empezar, achinando los ojos en la mal iluminada habitación.

El hueco de la escalera se ve perfecto para esconder algo.

Por poco que me abalanzo al lugar, tanteando con dedos ansiosos toda la pared, de arriba abajo y de izquierda a derecha, intentando encontrar algo que mi vista no alcance a distinguir, mientras insulto por lo bajo por no disponer de más tiempo.

Ya recorriendo los últimos metros, ahogo un grito de sorpresa al sentir cambiar la superficie del muro, cerca del suelo. Casi me caigo de la impresión.

Meto mis uñas en lo que parece ser un pedazo de madera (pintado del mismo color que el muro), y lo saco con cuidado, dejando al descubierto un pequeño hoyo en la pared. Apenas lo suficientemente grande como para introducir la mano.

Me muerdo la mejilla y observo de reojo la puerta del sótano, con miedo a que entre alguien justo en ese momento. Mejor me apuro.

Espero que no haya ningún bicho asqueroso. Inhalo profundo y meto la mano en el hoyo.

¿Qué mierda es esto?

🌑🌑🌑

Terminado de lavar los platos, me seco las manos y comienzo a revisar la cocina, sin saber qué debo esperar.

Reviso bajo la mesada, detrás de la heladera, detrás de una foto en tamaño grande de mis padres (que es la única decoración de la habitación más allá de un florero). Reviso las paredes y el suelo, intentando buscar algo así como una puerta o un interruptor secreto. Algo que me ayude a salir, que me dé respuestas.

Recorro toda la casa con cuidado. Todo menos mi habitación, que planeo inspeccionar más tarde, y la de mis padres, que espero no tener que hacerlo porque no sé ni con qué excusa entrar.

No hay nada.

Estoy bastante seguro que si hay algo tiene que ser en mi pieza... por algo escucho a Eva. O el muro es más delgado, o hay una grieta que quizás pueda agrandar. Quizás yo mismo hice algo cuando tiré la silla.

Cansado de buscar y no hallar nada, me dejo caer en el sofá y chequeo la hora en el celular: 14:47pm. Ya falta poco para la reunión con Eva y no tengo nada que darle.

— ¿Todo bien? —Pregunta mamá saliendo del baño. Se acaba de duchar, a la misma hora de ayer y antes y antes…

—Si… justo me acorde que tenía que hacer un trabajo practico para la escuela —miento. No me es fácil mentir, no me gusta, sin embargo parece que hasta ahora me creen—. Voy a hacerlo ahora así me lo saco de encima.

Le sonrío con falsedad y me levanto del sillón. Voy a aprovechar estos minutos que me quedan para revisar la pieza, aunque sea por arriba. Tengo una pared en la mira.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.