I
<Amor, amor... contesta.>
Repica el teléfono mientras mi suspiro pronuncia tu nombre, María.
Eres son, eres soneto, dueña de mis versos; eres mía y no lo digo en juego, puesto si tuviera que morir, por ti lo haría primero, segundos y terceros sobran ante tu eco. Mis manos de artista no hacen oro,pero ante ti labraría hasta las piedras escondidas entre tus ojos, todo lo que toco es arte, no una simple piedra preciosa, y tú, vida mía, eres mucho más que eso, en mi museo eres la más hermosa escultura, envuelta tu cintura, tus ojos cafés, y ahí yace la pérdida de mi respiración.