Estuve casi media hora cambiándome los pantalones —¿qué me había
dado últimamente con cambiarme compulsivamente de ropa antes de salir?—
para terminar decantándome por un vestido azul oscuro. Me delineé los ojos
mordiéndome el labio por la concentración y luego me puse mi pintalabios
favorito, el rojo oscuro.
Teníamos una fiesta en casa de Lana y me apetecía emborracharme, no
voy a negarlo.
Los demás estaban en el salón. Bueno... todos menos Naya y Will. Él
estaba aporreando la puerta de su habitación, impaciente, mientras ella le
pedía cinco minutos más. Sue y Jack estaban en la cocina en silencio con
cara de impaciencia.
No miré a Jack cuando me detuve en la encimera para meter mis llaves
en el bolso, pero noté su mirada clavada en mí. No entendía su actitud. No
me había hablado en todo el día. No desde salir a fumar anoche.
Honestamente, esa noche solo quería pasármelo bien y olvidarme un poco de
él.
—Me gusta ese pintalabios —me dijo Sue.
—Puedo prestártelo si quieres —le sonreí.
—¿Va a ir tu nuevo novio? —preguntó ella.
Le puse mala cara cuando vi que Jack cerraba la nevera con un poco más
de fuerza de la necesaria.
Gracias por tanto, Sue.
—Curtis estará ahí, pero no es mi nuevo novio —aclaré.
—Te has arreglado mucho para Charlie —murmuró Jack sin mirarme.
No respondí. Apreté los labios.
Naya tenía una sonrisa inocente cuando apareció por el pasillo después
de hacernos esperar durante más de media hora de silencio incómodo.
—¿Podéis sentaros un momento en el sofá? —preguntó ella.
—Ya llegamos muy tarde —le dijo Sue con una ceja enarcada.
—Es una fiesta universitaria. No llegaríamos tarde ni aunque
quisiéramos.
Los tres suspiramos y nos sentamos en el sofá. Will y Naya se quedaron
de pie delante de nosotros. Yo dejé a Sue entre Jack y yo estratégicamente.
—¿Qué? —preguntó Jack al ver que ninguno de los decía nada.
—Tenemos que contaros algo —dijo Naya, sonriendo entusiasmada.
—Sí —Will también sonrió—. Algo muy importante.
—Dime que no vais a meter a más gente a vivir aquí, por favor —
murmuró Sue, negando con la cabeza.
Los tres los miramos cuando intercambiaron una mirada divertida.
—No podemos decir que no —Will sonrió.
—No, por favor —suplicó la pobre Sue.
—Pero... —Naya sonrió aún más—, no tendrás que preocuparte del
espacio hasta dentro de unos nueve meses.
Un momento...
¿Qué?
¿Había oído bien?
Creo que los tres tuvimos la misma reacción perpleja. De hecho, Sue y
Jack no parecían tener intención de decir nada mientras Will y Naya sonreían
ampliamente, esperando una respuesta de nuestra parte.
—¿Estás...? —le señalé la tripa.
—De tres semanas —me dijo Will, sonriéndole a Naya.
—¿Qué...? —Jack se había quedado mirándolos con los labios
entreabiertos, perplejo.
—Esperábamos un poco más de entusiasmo, la verdad —Naya puso una
mueca.
—Un momento —reaccionó Sue por fin—. ¿Voy a tener que aguantar a un
niño baboso, llorón y gruñón?
Ellos intercambiaron una mirada divertida.
—O una niña —dijo Will.
Me puse de pie y sonreí ampliamente al abrazar a ambos. Parecieron
sinceramente agradecidos de que alguien reaccionara positivamente. Los
otros dos seguían mirándolos fijamente.
—¡Enhorabuena, chicos! —les dije sinceramente, mirándolos—. ¡Seréis
unos padres increíbles!
—Y, si no, tía Sue se encargará del bebé —bromeó Will, mirándola.
—¡A mí no me dejéis a cargo del bicho! —protestó ella.
Todavía no lo tenía del todo asumido cuando Will nos hizo un gesto para
que los siguiéramos.
—Hoy conduzco yo para compensar la tardanza.
Sue estaba entre Jack y yo en la parte de atrás del coche, más tiesa que
un palo. Noté que él me dedicaba varias miradas con los labios apretados,
pero decidí ignorarlas mientras enviaba un mensaje a Curtis diciéndole que
ya iba para allá. Había quedado en que me vería con los de mi clase.
Y... ¿en serio? ¿Naya estaba embarazada? Seguía sin asumirlo.
La residencia de Lana estaba tal y como la recordaba. Seguía pareciendo
un museo de arte. Subí las escaleras con ellos y me quedé mirando la masa
de gente bailando en la gigante sala principal. Hacía tanto que no iba a una
fiesta que me pareció que había más gente que la última vez.
Naya enganchó su brazo con el mío.
—Venga, que estás que lo rompes —me animó con una sonrisa.
—Y tú estás... ¡embarzada! ¡Es muy fuerte pensar que ahí dentro hay...
algo!
—Bueno, normalmente había comida. Ahora hay un bichito que irá
creciendo —sonrió ampliamente.
—Dios, Naya. Enhorabuena, de verdad.
—Gracias —me dedicó una sonrisa tierna mientras me estrujaba—.
Estoy tan entusiasmada... lástima que no pueda beber para celebrarlo.
—Un momento... ¿no bebiste cerveza ayer?
—Era sin alcohol —me guiñó un ojo—. Will las compró y las escondió
en la nevera. Ni siquiera os habíais dado cuenta.
Me condujo a la cocina y me sirvió un vaso de alcohol. Ni siquiera
pregunté qué era para darle un buen trago. Iba a necesitarlo. Vi, de reojo, que Will y Jack hablaban en voz baja. Jack sonrió y le dio un apretón en el
hombro a Will. Se me hizo tierno verlos así. Will se adelantó y se dieron un
pequeño abrazo antes de seguir hablando.
Y Sue ya estaba robando comida de la nevera, claro.
—Por el bichito —dije, levantando el vaso hacia Naya.
Ella sonrió y levantó su botella de agua.
—¿No es un poco pronto para enseñarle lo que es el pecado? —preguntó
Sue mirando a su alrededor.
—Tiene tres semanas —Naya puso los ojos en blanco—. Es más
pequeño que una nuez. No se enterará.
Sue se encogió de hombros, levantó la copa y se la bebió de un trago.
Después, se llenó los brazos con comida y desapareció en la fiesta. Naya y
yo nos quedamos ahí, charlando. Ella me sonrió misteriosamente.
—¿Has avisado a Curtis de que estás aquí?
—Sí, pero no creo que ahora mismo sea el mejor momento para que
venga —murmuré.
Ella echó una ojeada a Jack y suspiró.
—A no ser que quiera que le partan la cara... —rió sin muchas ganas—.
Aunque...
Puse una mueca cuando se le iluminó la mirada.
—¿Qué?
—Nada, nada.
—Naya... —advertí.
—No es nada.
—No quiero poner celoso a nadie.
Volvió a sonreír inocentemente, dando un trago a su copa.
—Naya —repetí, mirándola con una ceja enarcada.
—¡Yo no...! —dejó de sonreír, mirando encima de mi hombro—. Oh, oh.
Levanté las cejas y me giré. Curtis venía directo hacia mí con una
sonrisa. Jack y Will dejaron de hablar al instante en que Jack clavó sus ojos
en él como dos dagas.
Curtis ni siquiera se dio cuenta. Se detuvo a mi lado y parpadeó varias
veces.