—Ya me estoy arrepintiendo de esto.
Miré a Jack con mala cara cuando se detuvo en un descampado.
—¿Y si ahora resulta que soy mucho mejor conductora que tú?
—No te hagas ilusiones. Soy el mejor.
Estaba un poco más entusiasmada de lo recomendado cuando salté del
coche y daba la vuelta por delante para ir al asiento del conductor. Jack se
cruzó conmigo y vi su mueca de angustia. Sonreí ampliamente cuando cada
uno ocupó el lugar del otro.
—Así que así se siente ser tú —bromeé, poniendo ambas manos en el
volante.
—¿Te crees que lo único que hago es conducir?
—No, también se te da muy bien pedir disculpas —le enarqué una ceja
—. Porque te recuerdo que me debes esto. No puedes echarte atrás.
Suspiró pesadamente.
—Me estoy arrepintiendo mucho.
—¡Lo hará bien, Ross, nos seas aburrido! —sonrió Mike, asomándose
entre los dos asientos.
—Y, si no lo hace bien, tienes una excusa para encontrar un coche
nuevo —Will se encogió de hombros.
—O una novia nueva —le dije.
—Tendrás que hacer mucho más que romperme un coche para librarte de
mí.
Sonreí mientras Will y Mike aseguraban sus cinturones. Ellos dos habían
decidido venir a ver el desastre. Naya y Sue habían dicho que preferían
quedarse en un lugar seguro, las muy asquerosas. Bueno, lo importante era
que iba a conducir por primera vez en mi vida.
—¿Cuál era la apuesta? —preguntó Will.
—Yo dije que lo haría fatal —dijo Mike.
—Yo dije que se asustaría —dijo Will.
Miré a Jack al instante, con los ojos entrecerrados.
—¿Qué apostaste tú?
Él levantó las manos en señal de rendición.
—Estoy de tu parte, ¿vale? Dije que se te daría bien.
Mike empezó a reírse.
—Menuda ment...
—Primer aviso —Jack lo señaló—. Al tercero, te abandonamos aquí y
nos vamos. Y lo mismo va por el otro idiota de atrás.
—¡Si yo no he dicho nada! —protestó Will.
—¿Podéis callaros? —mascullé, mirando lo que tenía delante—. A ver...
hay una cosa para que esto vaya más rápido, ¿no?
Jack se tapó la cara con las manos.
—¿Qué? —pregunté, confusa.
—Que estoy viendo demasiados resultados de todo esto y ninguno es
bonito para mi coche.
—¡Ten un poco de confianza en mí!
—Por favor, Jen, no te cargues mi coche. Es lo que más quiero en la
vi... —se detuvo en medio de la frase al ver mi cara—. ...lo segundo que más
quiero en la vida.
—¿Qué ibas a decir?
—¿Yo? Nada.
Mike se asomó entre los asientos de nuevo con una sonrisita.
—Lo primero es su cama —me dijo en voz baja.
—Segundo aviso —Jack le frunció el ceño.
—Cállate. No quiero volver andando —protestó Will.
—A ver —Jack se centró—. Antes de encender el coche y que muramos
todos...
—¡No vamos a morir!
—...tienes que saber dónde está cada pedal.
—¿Pedales? ¿Esto tiene pedales?
Cuando vi su cara de horror, empecé a reírme.
—Que es broma. Sé que tiene dos. Acelerador y freno, ¿no?
—Vale. He cambiado de opinión. Cambiémonos de asiento.
—¡No! —tiré de su brazo cuando intentó girarse hacia la puerta—.
Venga, hay tres pedales. ¿Cuál es cuál?
—Esos dos son el freno y el acelerador. Usas solo un pie para ambos. El
otro es el embrague.
—¿Y no sería más fácil usar dos pies para...? —vi su cara y me puse
roja—. Vale. Lo pillo. Me callo.
Y empezó a soltarme una charla sobre marchas, frenos de mano, asientos,
cinturones, volantes y otras cosas que no me interesaban demasiado pero
escuché igual. Lo que yo quería era conducir como una loca. Sin embargo,
me contuve cuando respiró hondo y miró su coche como si fuera a mandarlo
a una guerra.
—Vamos allá —murmuró, girando la llave del contacto para mí.
El motor rugió y sonreí, entusiasmada.
—¿Qué creéis que harán Naya y Sue si morimos? —preguntó Mike.
—Montar una fiesta —le dijo Will.
—¿Tú crees?
—Sí. Tendrán una habitación entera para el bebé.
—Y un parásito menos en el sofá —dijo Jack.
—¡Estoy harto de que me llaméis parásito! ¡Si yo no viniera, esto sería
aburridísimo!
—Como sea —Jack me miró—. Venga, acelera antes de que cambie de
opinión. Con suavidad, por favor.
—A ver... —murmuré—. Freno de mano, embrague, cambio de marcha...
eh...
Cuando vio que intentaba mover la palanca y no podía, puso una mano
sobre la mía y la guió. Pude ver la ansiedad en sus ojos.
—Vale, ahora, suavemente...
El coche aceleró lentamente y mi entusiasmo fue visible. Menos mal que
no había nadie más ahí. Iba a menos de diez por hora, pero ya era suficiente
para mí. Sonreí a Jack, que me giró la cara hacia delante de nuevo,
angustiado.
—Muy bien —parecía que se lo decía a su pobre coche—, ahora, gira un
poco a la derecha y vamos a intentar llegar a ese poste de ahí.
—Es la vez que más nervioso te he visto en mi vida —le dije, sonriente.
—Jen, céntrate, por favor.
—¡Puedo hablar contigo y mirar lo que tengo delante perfectamente!
—¡Céntrate! —protestó.
Suspiré e intenté ir hacia el poste. Él me empujó un poco el volante al
ver que solo lo había girado unos centímetros. Parecía que todo el mundo
estaba muy centrado en lo que hacía. Y yo la primera. Estaba muy tensa.
Cuando llegué al poste, me dijo que intentara volver a la entrada del
descampado, solo que con un poquito más de velocidad. No sé cuántas
vueltas dimos, pero al final me sentía un poco más segura y Jack parecía más
aliviado.
—Pues no se te da tan mal —comentó Will.
—Si lo dijeras sin sorpresa, lo agradecería más —puse mala cara al
frente.
—Bueno, todavía no hemos muerto —comentó Mike—. No es un mal
comienzo.
—No la desanimes, idiota —Jack me puse una mano en la nuca—. Lo
estás haciendo genial.
—¿En serio?
Sonrió.
—Sí.
—¿Eso quiere decir que puedo conducir a casa? —sonreí ampliamente.
Su sonrisa desapareció al instante.
—No.
Le puse mala cara.
—Pero... —Mike lo pensó un momento—, no hemos practicado lo que
pasaría en una situación de emergencia.