Al abrir los ojos, solté un gruñido de protesta y volví a cerrarlos. La cabeza
me dolía como si me la estuvieran martilleando. Puse una mueca y hundí la
cara en la almohada.
Sin embargo, no podía volver a dormirme. Tenía la garganta
completamente seca. Me la acaricié mientras me incorporaba, sentándome.
Jack no estaba y me di cuenta de que me había despertado abrazando su
almohada. Me obligué a mí misma a arrastrarme hacia la cocina. Cada paso
era como una tortura.
—Buenos días —murmuré.
Naya, Sue, Will, Jack y Mike estaban ahí desayunando. Puse una mueca
al ver que Sue, Mike y Jack ocupaban los taburetes de la barra. Necesitaba
sentarme. O tumbarme. O morirme. Lo más rápido.
—Buenos días, bella durmiente —sonrió Jack ampliamente—. Menuda
cara.
—La resaca es bonita, ¿eh? —Will también parecía divertido.
—Oh, callaos —puse una mueca—. No lo entiendo. No bebí tanto.
—Es que no estás acostumbrada al pecado —me dijo Mike, llenándose
la boca de su desayuno.
Yo clavé los ojos en Jack, que suspiró y se puso de pie, ofreciéndome el
taburete. Fui a sentarme felizmente y él se quedó de pie a mi lado.
—¿Tienes hambre? —me preguntó Will.
—No, por favor. Necesito agua o creo que moriré de deshidratación.
Naya me acercó la botella de agua y vi que Jack reprimía una sonrisita
cuando empecé a llenarme el vaso y a beberlo compulsivamente.
—¿Qué? —protesté.
—Nada.
—Pues deja de sonreír, tonto.
—Es que te lo tienes merecido por beber —me recordó—. Y por dar un
puñetazo. Y por lanzar una lata a...
—Oh, déjalo —protesté, pasándome las manos por la cara—. Estoy
demasiado cansada para una charla.
—Bueno —Naya atrajo la atención de los demás—, ¿podemos seguir
con el tema de antes?
—¿Y cuál era? —preguntó Sue, viendo con una mueca que Mike comía
como si la vida la fuera en ello.
—¡Mi fiesta! —chilló Naya, indignada al ver que nadie se entusiasmaba
—. ¿Es que ya se os ha olvidado?
—¿Qué fiesta? —pregunté, confusa.
—¡Mi baby shower!
—Tú... ¿qué?
—Su fiesta premamá —aclaró Sue.
—¿Premamá? —Mike miró a Will—. ¿Y tú qué? ¿No eres prepapá?
—Yo tengo bastante claro que tengo un papel secundario en todo esto.
—Ese es mi chico —Naya le dio una palmadita en la espalda—. Lo que
me lleva a que espero que a nadie se le haya olvidado, porque os recuerdo a
todos que en estas fiestas se llevan regalos. Y no miro a nadie.
Clavó los ojos en mí, que casi me atraganté con el agua. Ups. Pues no
había comprado nada.
Qué sorpresa.
—¿Eh? —pregunté al ver que seguía mirándome.
—Has comprado algo, ¿no?
—Eso no se pregunta —le recordó Will.
—¡Hay confianza, puedo preguntarlo!
—Yo... —intenté pensar a toda velocidad.
—Sí, lo ha hecho —dijo Jack por mí—. Cálmate, premamá.
—¡Genial! —Naya aplaudió y fue al salón—. Entonces, voy a llamar a
Lana. Definitivamente, necesita una distracción y puede ayudarme a...
Y empezó a parlotear sobre la fiesta. Yo conseguí disimular hasta que
ella y Will desaparecieron. Vi que Sue y Mike seguían arrasando con la
cocina y fui al salón con Jack. Él miraba su móvil sin mucha preocupación.
—¿Por qué le has dicho que tenía un regalo? —pregunté, de pie delante
de él.
—Se te había olvidado la fiesta, ¿no? Eres un desastre.
—¡Pero no sé qué se compra en estos casos!
Él suspiró y dejó el móvil a un lado, atrapándome la muñeca y tirando de
mí hasta que estuve sentada en su regazo.
—¿Tu hermana no hizo una fiesta de esas cuando estaba embarazada? —
preguntó.
—¿Mi hermana? Si se escondía como si fuera un vampiro del sol para
que nadie le viera la tripa de embarazada.
—Bueno, estás de suerte —sonrió—. Yo ya tengo algo para ellos. Solo
tienes que decir que es de parte de los dos.
Lo miré, sorprendida.
—¿Y qué es?
—Eso no te lo voy a decir.
—¿Por qué no?
—Porque es un regalo.
—Pero no es para mí.
—No quiero que Will y Naya se enteren antes de tiempo.
—¿Yo...? ¿Qué...? ¿Qué insinuas?
—No lo insinúo. Lo digo directamente. Eres una bocazas.
Lo miré, ofendida.
—¡Sé guardar secretos!
—Te desmoronas bajo presión —enarcó una ceja—. Si Naya empieza a
interrogarte, terminarás diciéndolo.
—¡No es verdad! —dije, algo dubitativa.
—Ya lo creo que lo es.
Él se inclinó hacia delante para besarme, pero se detuvo cuando la
pantalla de su móvil se iluminó con el nombre de Joey. Puso los ojos en
blanco, suspirando.
—¿No vas a responder? —pregunté.
—Es una pesada. Ya lo haré más tarde.
—Pero...
—Tenemos una reunión importante de no sé qué en una hora y está
nerviosa, como siempre —aclaró.
—¿Y tú no?
—¿Yo? ¿Por qué debería estarlo?
—Perdona, se me había olvidado que tu despreocupación ante la vida es
proporcional a la de mi sobrino de diez años.
Sonrió, divertido, cuando le puse una mueca malvada. Se inclinó hacia
delante y no entendí qué quería hasta que me pasó los dedos por las
costillas, haciéndome cosquillas. Di un respingo e intenté apartarme, pero
me tenía enganchada con el otro brazo.
—¡No, no, para, Jack!
—Pídeme perdón —dijo, tan tranquilo, ignorándome.
Menos mal que tenía su brazo en mi espalda, porque sino me hubiera
caído de culo al suelo. Intenté apartarle el brazo y consiguió esquivarme con
facilidad, haciéndome cosquillas en el estómago. Yo estaba riendo, pero por
dentro intentaba salir corriendo con una mueca de horror.
—¡Vale, vale, perdón!
—¿Perdón, qué?
—¡JACK!
—Perdón, eres el mejor y no volveré a decir nada malo de ti —recitó
para mí.
—¡No pienso dec...! —di un respingo cuando volvió a atacar—. ¡Perdón,
eres el mejor y no volveré a decir nada malo de ti!
Se detuvo al instante, divertido.
—Así me gusta.
Le empujé por el hombro, irritada.
—Sabes que eso es chantaje, ¿no?
—Sabes que me da igual, ¿no?
Puse los ojos en blanco y él tiró hacia arriba para que volviera a
sentarme en su regazo. Ni siquiera me había dado cuenta de que me había
quedado en el sofá. Al instante en que me tuvo encima, me rodeó con ambos
brazos y me dio un beso justo en la zona del cuello en la que me latía el
pulso. Seguro que había notado que se me había acelerado, porque cuando
volvió a mirarme tenía una pequeña sonrisa en los labios.