Desperté en total oscuridad. Mi espalda no tocaba el colchón de mi cama, recostado sobre el suelo. Un suelo alfombrado. No recordaba haber puesto alfombra en mi habitación; tengo alergia al polvo que se acumula en esta. Mis ojos batallaban para ajustarse a la oscuridad, me ardían un poco. No sé si fue porque me los tallé o porque volteé la cabeza, pero pude alcanzar a ver una luz por la rendijilla de lo que parecía ser una puerta.
Me incorporé de inmediato y todo me dio vueltas, tenía la boca seca y escuchaba un zumbido en mi oído izquierdo.
¿Dónde demonios estaba?
Me tambaleé dando dos pasos hacia atrás, mis manos tantearon sosteniéndose de lo primero que encontré. Un par de abrigos cayeron al suelo, quebrando los ganchos de plástico en donde estaban colgados. Me sobresalté por el escándalo que causé.
Cuando por fin logré encontrar el equilibrio, inspeccioné todo el lugar. Había cajas apiladas a un lado, zapatos debajo de los abrigos, un mueble con cajones.
¿Estaba en un armario?¿Y cómo llegué ahí?, ¿me secuestraron?, ¿me drogaron? Tal vez por eso me sentía tan atontada. Aparte de eso, un dolor recorría mi costado derecho, pero quise creer que fue por estar en el suelo. No sé cuánto tiempo estuve tirada ahí. Después de procesar esa parte, me acerqué a la puerta del armario, pero al querer abrirla solo terminé forcejeando con esta. Estaba cerrada.
—¡Hey! —exclamé golpeando la puerta— ¡Déjenme salir! —nada. Nadie respondió.
Solo escuché un sollozo suave. Sentí escalofríos. ¿Una niña? Mierda, mierda. No, no puede ser una niña. ¿Por qué me tendría encerrada una niña en su armario?
Entonces escuché voces, una voz masculina pidiendo que se calmara.
Me asomé por la rendija. Acerté.
Una niña pequeña yacía en su cama, envuelta entre colchas de franela. Un hombre adulto, supongo que era su padre, se inclinaba a un lado de ella mientras sobaba su espalda, para consolarla.
—Cariño, tranquila, ¿Qué pasó? —le preguntó.
—Tengo miedo —respondió, el padre suspiró pesado. Como si ya supiera lo que su hija iba a decirle.
—¿De qué tienes miedo?
La pequeña vio a su padre con ojos asustados, y luego los guio hacia mi. O al menos sentí que estaba viéndome a través de aquella puerta. El corazón me latió en el pecho con rapidez y se me formó un nudo en la boca del estómago.
—Del monstruo que se esconde en mi armario.
Editado: 26.08.2021